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Gestión de las emociones en la toma de decisiones académico-profesional en la formación inicial

Artículo de opinión

  • 30/03/2022
  • Tiempo de lectura 5 mins

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José Daniel García Fraga. Investigador social y docente universitario y de formación profesional para el empleo (Galicia)
En un trabajo sobre las emociones se hace del todo indispensable comenzar con una breve aproximación a este concepto para, desde este punto de partida, ir adentrándonos en cómo determinan diferentes aspectos de la cotidianeidad, especialmente la toma de decisiones educacional y la profesional, y cómo pueden ser gestionadas.
 
La emoción se define como la "reacción subjetiva experimentada hacia el ambiente, la cual se encuentra acompañada de cambios orgánicos de origen innato, pero condicionados por la experiencia del sujeto, lo que conlleva una respuesta conductual inmediata a la exposición al estímulo". Nos encontramos, pues, ante una reacción por parte de la persona a un estímulo del entorno que provoca cambios orgánicos de forma involuntaria, tales como temblores, sudoración, dilatación pupilar, entre otros posibles, que surge ante situaciones de relevancia, las cuales implican amenaza, pérdida, éxito, novedad, etc., permitiendo la preparación del sujeto para proporcionar una respuesta adaptativa a dicha situación.
 
Las emociones acontecen de manera inconsciente para la persona, siendo esto lo que marca la diferencia con los sentimientos, entendidos como la interpretación que se realiza de las emociones experimentadas, regulándose los mismos mediante el pensamiento. De esta manera, hay que destacar que las emociones son una vivencia temporalmente transitoria, mientras que los sentimientos duran lo que la persona mantenga el pensamiento en las emociones vividas. A su vez, las emociones también se caracterizan, diferenciándose por ello de los sentimientos, en que se presentan con mayor intensidad.
 
Hay que destacar que, desde las ciencias humanas, las emociones se enmarcan en procesos más amplios, tales como las llamadas habilidades sociales afectivas. Esto es, el cuerpo de habilidades relacionadas con la capacidad para identificar y gestionar, tanto los sentimientos y emociones de la propia persona, como los de otros sujetos, algo que nos lleva a las competencias transversales, tanto en el ámbito educativo como profesional, siendo este el contexto en el que se centrará el presente artículo.
 
Cuando nos referimos a las competencias transversales, nos centramos en las habilidades y aptitudes que permiten que un individuo desarrolle su actividad, profesional o educativa, de forma más eficiente. Su principal característica es que son adquiridas en cualquier entorno social, aunque con un valor determinante que presenta el aprendizaje de estas, acontecido durante el proceso de socialización primaria, durante los primeros años de vida, así como su desarrollo durante el proceso de socialización secundaria, acaecido en instituciones como la escuela o la iglesia, también durante la infancia de la persona. Como principales competencias transversales reconocidas en la actualidad, especialmente desde el contexto profesional y académico, se reconocen las siguientes:
 
  • Liderazgo: Capacidad para influir sobre otros sujetos, individual o grupalmente, para que se orienten hacia el logro de los objetivos grupales.
  • Capacidad de comunicación: Habilidad para la transmisión de ideas, opiniones y emociones, de manera clara y comprensible.
  • Trabajo en equipo: Predisposición y capacidad para realizar tareas con otros individuos, alcanzando los objetivos comunes.
  • Compromiso: Voluntad para implicarse en las necesidades, prioridades y objetivos de una organización y/o grupo.
  • Resistencia a la presión: Capacidad para evitar reacciones negativas ante provocaciones, oposición u hostilidad por parte de otros individuos o cuando se llevan a cabo trabajos en condiciones de estrés.
  • Capacidad de planificación y organización: Habilidad para priorizar y gestionar tareas y recursos, así como para anticipar posibles problemas y sus soluciones.
  • Iniciativa: Capacidades que permiten actuar con autonomía ante situaciones inesperadas y/o problemáticas, así como prever su surgimiento.
  • Innovación y creatividad: Habilidad para generar enfoques de actuación y productos novedosos, concretando dichas innovaciones.
 
"Las emociones van a determinar, bien positiva, bien negativamente, a cuestiones como la percepción de las opciones entre las que se considera que se debe elegir, la reflexión sobre las mismas y, evidentemente, a la capacidad para tomar una decisión".
 
Adentrándonos en la influencia que tienen las emociones en los procesos decisionales, es necesario reforzar la idea de que los seres humanos basamos nuestras decisiones en la información que tenemos, pero también y en muy buena medida en dimensiones mucho menos lógicas, como son los valores que tenemos, los cuales determinan el significado que le proporcionamos a las situaciones y contextos en los que deben tomarse las decisiones y las emociones.
 
Las emociones tienen un papel determinante en dichos procesos decisionales, pues las situaciones en las que se desarrollan estos, tal y como se mencionó antes, van a provocar en el sujeto una serie de reacciones emocionales, las cuales orientarán la balanza de la opción a seleccionar por una de las diferentes alternativas, al influir sobre los procesos cognitivos dentro de los que se ubicará la toma de decisiones. Esto es especialmente así cuando hablamos de elegir nuestro futuro académico o profesional, en donde las implicaciones para el futuro de la persona son muy altas.
 
Las emociones van a determinar, bien positiva, bien negativamente, a cuestiones como la percepción de las opciones entre las que se considera que se debe elegir, la reflexión sobre las mismas y, evidentemente, a la capacidad para tomar una decisión. En función de que tipo de emociones se experimenten, así se orientará el proceso decisional, pudiendo destacarse los siguientes aspectos, en base a las emociones experimentadas…
 
Emociones que favorecerán la toma de decisiones:
  • Sentirse seguro/a.
  • La expectación.
  • Sentir que se va a conseguir lo que se desea.
  • La curiosidad.
Emociones que dificultarán la toma de decisiones:
  • El miedo.
  • La incertidumbre.
  • El querer alcanzar lo que se considera que otros/as van a lograr.
 
Como se puede inferir, en base a las emociones experimentadas por la persona, la toma de decisiones sobre su futuro será más fluida o menos y permitirá una optimización de las competencias, de las habilidades y potencialidades, del sujeto.
 

El apoyo institucional

 
Pero ¿qué se puede hacer desde los centros educativos para ayudar a los jóvenes a conocer sus emociones y tomar decisiones académicas y profesionales bien fundamentadas? Esta es una pregunta de difícil respuesta, pues no se puede trabajar de forma generalista, esto es, cada individuo va a requerir de un apoyo personalizado, de una orientación centrada en él/ella, en su personalidad, sus intereses, sus motivaciones…
 
Sin embargo, sí se puede desarrollar una serie de estrategias basadas en el desarrollo de la inteligencia emocional y de las habilidades sociales afectivas de la persona. Este trabajo de potenciación de dichas habilidades requiere un trabajo que sea transversal a todas las etapas educativas, iniciándose desde la Educación Infantil y continuando hasta el abandono, por parte de la persona, del sistema educativo, aunque esto solo conlleva la transición de este trabajo a otros agentes, actores más directamente implicados en los procesos ocupacionales en los que se enmarca la persona, a lo largo de su vida.
 
El desarrollo del potencial y de las habilidades emocionales del sujeto debe formar parte de la actividad académica y de los contenidos formativos de las diferentes asignaturas, con carácter transversal, a la vez que, desde los primeros años de vida académica, las instituciones educativas, comenzando por el propio Ministerio de Educación y Formación Profesional como agente marco. Se debe desarrollar este trabajo en colaboración directa con las familias, pues las emociones de una persona se aprenden en la interacción con los miembros de su familia, especialmente a través de la relación con sus figuras de referencia, prioritariamente los progenitores. Se trata de un trabajo conjunto y coordinado, que implica a las instituciones de la familia y la escuela (posteriormente también instituto y universidad), con el fin de proporcionar un desarrollo emocional adecuado al niño o a la niña, lo que le permitirá el desarrollo de procesos de toma decisional formativos y profesionales más ajustados a sus características e intereses.
 
La implementación de este proceso no debe llevarse a cabo de forma aislada, como un elemento más del programa curricular, sino que debe imbricar a todas y cada una de las materias con las que se trabajan para así provocar su interiorización en el desarrollo cognitivo de la persona. A su vez, se debe trabajar, mediante estrategias formativas y cognitivas, la aceptación/refuerzo del proceso socializador de los progenitores en el crecimiento emocional de sus hijos. Esto no debe circunscribirse a charlas periódicas sobre la inteligencia emocional para las familias o el desarrollo cognitivo-emocional de los hijos, sino que debe llevarse a cabo un acompañamiento de los padres y madres, de manera diferencial, teniendo en cuenta la personalidad de estos, así como el contexto sociocultural en el que desarrollan su cotidianeidad y en que se han socializado.
 
El trabajo en el desarrollo emocional del alumnado en los centros educativos es algo que debe ser llevado a cabo por parte de los propios docentes, pues, aunque la figura de un agente externo, un profesional, que diese formación en habilidades socioemocionales, pueda ser algo a considerar, nos hallamos con una mayor efectividad si dicho trabajo es desarrollado por las personas que están en el día a día con el alumnado y que son una figura referencial en el centro y aun, fuera del mismo. Este planteamiento conlleva la capacitación de los profesionales de la enseñanza en dichas competencias, de manera que refuercen las que ya incorporan en su acervo cognitivo-emocional y, de esta manera, puedan transmitirlas con una mayor efectividad. Este trabajo, debe no verse limitado, ya no como mencionaba anteriormente, a un periodo formativo determinado, sino que debe acompañar a la persona, durante toda su trayectoria educativa, como un elemento transversal en las materias en las que se forma, pues de esta manera el sujeto interiorizará mejor la emocionalidad inherente a todo proceso de toma de decisiones y, con ello, su gestión en dichos procesos vitales.
 
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