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La formación permanente

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Juan Luis Sánchez Fernández. Profesor de Secundaria y Jefe del departamento de Matemáticas en el I.E.S. Fuentebuena (Arroyo del Ojanco - Jaén)

La formación permanente de toda la ciudadanía y concretamente del profesorado es una de las cuestiones más positivas de la educación actual. Con ello se consigue el reciclaje continuo de los conocimientos que tendrá una incidencia directa en el aula y favorecerá al alumnado que contará con una percepción distinta de lo que se aprende.

Ahora bien, si tan importante es esta formación y más en el ámbito educativo, es necesario que se creen las condiciones idóneas para que la misma sea posible. Actualmente, el perfeccionamiento del profesorado se gestiona desde los CEPs y, es más, la única formación reconocida por la administración educativa es la recibida a través de los centros de profesorado, lo cual no quiere decir que a nivel de un concurso de traslados, por ejemplo, no se tenga en cuenta cualquier otro tipo de formación paralela, ya se refiera a carreras universitarias, escuela de idiomas, másters, cursos de postgrado, etc. Esta formación se realiza siempre fuera del horario lectivo, con el esfuerzo que supone asistir no solamente a nivel presencial a los cursos, sino luego realizar las actividades que se requieran y sacar tiempo para preparar las clases en los propios centros, corregir las actividades que se preparen para el alumnado, etc. y no hablemos de si se tiene una familia... Digamos que las condiciones que se dan actualmente no son las más idóneas para que se facilite la formación del profesorado.

No hablemos de la importancia que tienen las becas para la formación de los docentes en otros países, la cual supone ante todo una experiencia de vida y toda una experiencia formativa, que nos permite, aparte de la ampliación de conocimientos, la comparación de los sistemas educativos, la práctica de idiomas, el aprendizaje de nuevas metodologías, la aplicación de las TIC a la enseñanza, el aprendizaje de una cultura diferente, etc. Sin embargo, ésta no es una actividad atractiva para la mayoría del profesorado, siendo un porcentaje muy bajo el que decide emprender una aventura de este calibre. Por un lado, cada persona tiene sus circunstancias personales que pueden favorecer o no la incursión en este tipo de proyectos. Por otro lado, la movilidad del profesorado para este tipo de cuestiones debe no sólo promocionarse, sino incentivarse económicamente  y reconocerse a nivel de méritos. Al menos se debería facilitar (no obligar) la movilidad del profesorado para su formación, una vez a lo largo de su carrera profesional. Además, la cuantía de plazas que se ofertan para este tipo de formación es muy reducida, con lo que resulta que finalmente optan a ellas profesorado con unas circunstancias personales muy determinadas.

En el caso particular de los niveles de Enseñanza Primaria y Secundaria en donde tanto hincapié se está poniendo en el bilingüismo, la Administración debería subvencionar cursos o  cursillos, por un período de tiempo más corto, si se quiere, con el fin de perfeccionar el idioma extranjero, de tal manera que esta formación se pudiera realizar de manera voluntaria por el profesorado que lo solicitase, en período lectivo, llevando a cabo la correspondiente sustitución del profesor.

La movilidad del profesorado debe ser el mecanismo para evitar la pasividad, la apatía, las rutinas y el sedentarismo del profesorado que, conforme va cumpliendo años, va reduciendo su ámbito formativo y sus expectativas de afrontar nuevos retos. Si queremos motivar al alumnado a estudiar, primero habrá que facilitar el que los docentes puedan formarse en ésta y otras muchas cuestiones educativas.

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