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La educación emocional, clave para mantener el bienestar personal en época de coronavirus

Artículo de opinión

  • 27/05/2020

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Sandra Escobar Ferré, Pedagoga (Catalunya)
El coronavirus ha generado una situación que ha empujado a la sociedad a plantearse todas las estructuras sociales hasta el momento establecidas y ha puesto el acento precisamente en las debilidades de estas. Con la alerta sanitaria se ha parado el engranaje económico y, en cuestión de dos meses, ha cambiado todo el tejido de las relaciones sociales con las restricciones de movilidad y el contacto entre personas. Como consecuencia de estos cambios sin precedentes, se están poniendo en tela de juicio el funcionamiento de las instituciones públicas, entre ellas, el sistema educativo.
 
En este contexto, la incertidumbre es la constante y eso demanda de las personas un nivel de flexibilidad y gestión de las emociones para irse adaptando a los cambios de escenarios y responder a estos de la mejor manera posible, para mantener el bienestar personal. En esta situación se ha visibilizado la carencia de gestión emocional de la población en general y eso es un reflejo de la inexistencia de una buena educación emocional en las escuelas. Por lo tanto, ahora más que nunca, la educación emocional debe cobrar mayor importancia, tanto en el presente como en el futuro, como instrumento que empodera a las personas de habilidades y competencias de autogestión, consciencia y regulación emocional.
 
La educación, hasta el momento, ha enfocado su cometido a la transmisión de contenidos académicos, en estos se trabajaban la mayoría de las competencias técnicas y habilidades para ocupar un futuro puesto de trabajo. Recientemente, sí que se empezaba a tener en cuenta a la educación emocional en esta ecuación, pero no estaba cobrando el peso que merecía en el sistema educativo porque simplemente se consideraba un extra, más que una materia curricular en sí. Además, se consideraba que la adquisición de habilidades de gestión emocional era responsabilidad del núcleo familiar. Entonces, el objetivo de la escuela era proporcionar un tipo de conocimiento basado en la búsqueda de seguridad y permanencia, la importancia de mantener todos los aspectos de la vida bajo control, mediante la posesión de competencias que permitieran ocupar un buen lugar de trabajo y que este te proporcionara unos ingresos que te aseguraran un bienestar general.
 
La idea de control en el sistema educativo se materializa en la estructura y funcionamiento de las escuelas y en su sistema de evaluación. ¿Qué exige este sistema educativo de los alumnos y las alumnas? Exige de estos que tengan un control de sus notas, control se su comportamiento, control de su conocimiento… En este contexto, la educación emocional había adquirido el mismo estilo adoptando la misma rigidez.
 
"Es imprescindible que los profesionales que se dedican a la educación emocional posean las herramientas personales y profesionales para impartirla a la altura de las circunstancias". 


La educación emocional debe recuperar su esencia de flexibilidad y adaptabilidad y deshacerse del concepto de control. ¿Que nos enseña la crisis del coronavirus? El ser humano no puede controlar absolutamente todo lo que ocurre en su vida y tampoco es inmortal. La vida cambia a cada instante. No se puede controlar lo que pasa, pero sí cómo se responde ante ello, ese es el cometido de la educación emocional. Con esta idea, es imprescindible que los profesionales que se dedican a la educación emocional posean las herramientas personales y profesionales para impartirla a la altura de las circunstancias. Por esa razón, una gran responsabilidad requiere un gran poder, y ese es: una formación específica, además de una buena actitud.
 
La educación emocional es un conocimiento relacionado con la adaptación a los cambios de la vida. Para que el profesorado sea capaz de impartir educación emocional, no solamente requiere formación específica, sino que además debe poseer una actitud totalmente abierta a vivir la educación emocional en su propia experiencia. La habilidad de gestionar las emociones debe ser un hábito que se trabaja a diario y en todos los ámbitos de la vida. Por esta característica, no puedes educar o formar en lo que no eres. Es imprescindible para el profesional docente el haber adquirido una formación sobre autoconocimiento y gestión emocional. El profesorado que haya logrado con éxito esta formación tendrá los conocimientos que se obtienen cuando se realiza este viaje. Sobre todo, la compasión y la honestidad.
 
La compasión es la habilidad personal que no solo integra la empatía, el ponerse en el lugar del otro, sino que permite el acercamiento al otro, mediante la comprensión y la tolerancia de sus virtudes y defectos. La honestidad se relaciona directamente con la confianza. El alumnado receptor de la educación emocional debe sentir que es capaz de dejar aflorar sus sentimientos libremente y ser acogido y aceptado por sus maestros y maestras, independientemente de la emoción que experimente. Esto permite al profesional acompañar al alumno o alumna en su proceso de transformación y desarrollo, evitando así la imposición que podría dañar el proceso.
 
Aprender la regulación emocional y la autogestión no es una finalidad en sí, son habilidades que se deben trabajar a diario. Es importante entender que la gestión emocional es tomar consciencia de la armonía que debe existir entre todos los sentimientos que un ser humano es capaz de experimentar. El objetivo de que el profesorado requiera formación específica para trabajar la educación emocional es proporcionar mecanismos a la población que permitan acompañarlos en situaciones de incertidumbre, cambio y situaciones de conflicto que contribuyan a su progreso y bienestar personal.
 

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