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Factorías de emprendedores

Artículo de opinión

  • 01/06/2009

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Jaume Armengol. Vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de la Universitat Internacional de Catalunya
Los gestores de lo académico llevamos ya días con los manómetros indicando la vuelta a la normalidad. Qué lástima si perdiésemos la oportunidad de aprender; la gestión del "proyecto Bolonia” -estropicio semántico de "proyecto de convergencia al espacio europeo de educación superior (EEES)”- requiere contemplar la gestión de la integración y la gestión de la comunicación. Pero hemos aprendido.

El desbordamiento informativo ha intoxicado la opinión, algo así como lo que ocurre cuando el río se sale de madre. Se trata ahora de aplicar la teoría de la mejora continua, nuclear en este proceso de convergencia. Al volver las aguas a su cauce tenemos que haber cambiado. "Ha dominado el arte de ejercer el poder sin tener que presentarse como responsable”: la extensión a todos los ámbitos de responsabilidad de esta expresión de Sennett acrisola la mediocridad. La energía que emana de la crisis (la crisis bolognese, sinérgica con la crisis mundial) nos está dando el empujón que necesitamos.

Con base en lo mucho que se ha escrito -y leído- en estas semanas podemos ir directamente a reconocer el dilema que se plantea. No quedemos atrapados en interferencias distorsionadoras (división de los alumnos en grupos pequeños, diversificación de las metodologías docentes, docencia on-line, e-learning… aspectos todos ellos ya presentes en nuestras aulas). No cabe la respuesta frívola al riesgo de quedarnos igual; el tratamiento cosmético es narcotizante y caemos en una dinámica que recoge nuevamente Sennett: "lo inherente a todo riesgo es la regresión a la media”. Volver a la media es seguir igual, no cambiar. Ese es el riesgo que tenemos a la vista.

El dilema, la cuestión que refleja las incertidumbres de mayor densidad, se plantea en forma de elección entre dos alternativas: someterse a un complicado cambio de planes de estudio o aceptar con todas sus consecuencias lo que supone la voluntad de mejora continua con un gobierno que se fundamente en la evidencia. Esta segunda alternativa permite tender a la excelencia incluso envueltos en una atmósfera low cost.

Los agentes involucrados han entendido lo que supone tanto cambio y han entendido que es posible. Un cambio que conlleva dolor; ¿mayor dolor a mayor cambio? ¿Será la convergencia al EEES un fantástico fruto maduro de la crisis? Más aún: ¿nos hubiéramos despertado al cambio sin la llegada de tal crisis?

Sólo un encantador de serpientes se atrevería a decir que la crisis no hubiera venido si llevásemos varias promociones de universitarios formadas con la visión humanística, ética, del EEES. Pero sí es cierto que las personas así formadas actúan como puntales de este edificio que se cimbrea amenazando colapso.

La mejora continua precisa del gobierno basado en la evidencia; la evidencia se obtiene de la observación y la medida… y el entorno a observar va más allá de uno mismo. Cuando la legislación académica habla de idiomas, movilidad, trabajo en equipo, prácticas en empresas… está haciendo referencia al término mágico "red”. La red bien entendida permite resolver la paradoja de ser ágiles (ser pequeños) y tener escala (ser grandes) al mismo tiempo. Aquí no se desvela ninguna novedad; basta con mirar a la naturaleza y observar cómo se organizan las células, los sistemas, los seres vivos, etc.

La configuración en red, la comunidad, atribuye tanta importancia a la conexión como al nodo: ahí está la esencia. En nuestro caso, una vez se ha asegurado la primacía de la persona (nodo individual, indivisible y esencial de la comunidad) se abre un proceso de crecimiento fractal. El patrón {nodo+conexión} se va reproduciendo y las conexiones potencian y estabilizan una estructura que va saltando a ámbitos cada vez más complejos, donde los nodos no son ya personas físicas y no tienen por qué ser homogéneos. La diversidad queda asumida por elevación.

De este modo, una comunidad de investigadores puede estar compuesta por personas de la universidad y de la empresa, por miembros del sector público o privado, por estudiantes y profesores. Esta comunidad tiene una estructura análoga a la de una familia, con lo que conlleva de nacimiento, crecimiento, educación, defunción… afectividad incluida. Y el mismo patrón conecta al estudiante en prácticas con una empresa, y a estudiantes de diferentes países, y a personal de administración o servicios de universidades diferentes. De este modo se va consolidando un ser capaz de crecer; sin necesidad de regularlo, se saca partido de cualquier recurso disponible: Internet, el conocimiento disponible en cualquier formato, las redes de transporte, los pisos vacíos, etc.

Se destinan muchos recursos a favorecer la filosofía aquí descrita: traducción automática, desplazamientos, asistencia financiada a congresos, incorporación de doctores a empresas, semestres en otras universidades, financiación de grupos de investigación… Podríamos decir que, en la academia, el espionaje ha sido despenalizado. Las mesas de reparto de mercado, ilegalmente presentes en la industria, son incluso financiadas por los gobiernos en el mundo académico. El agente doble es aplaudido. Podríamos identificar la alineación en este sentido de un sinfín de gestos: favorecimiento de másters interuniversitarios, créditos impartidos por una facultad de humanidades reconocidos en una facultad de derecho, reconocimiento en una universidad de créditos impartidos por otra.

Tenemos que ser capaces de comunicar que este es el sentido auténtico de la copiosa regulación emanada de los diferentes gobiernos europeos.

Ahora bien, para todo esto, se hace necesario que la persona -nodo básico- sea importante. Que trabajemos con una dimensión humana. ¡Que la universidad sea pequeña!: si no lo es por su tamaño, que lo sea porque la red de conexiones es de alta velocidad.

¿Puede fallar todo este planteamiento? Sí. La redacción de planes de estudios y su aplicación superficial nos mantendría incrustados en el ambiente low cost. El riesgo, enorme, se resuelve de nuevo dando primacía a la persona humana, facilitando la interacción y dando sentido a la mejora continua. ¡Es una cuestión de confianza! Por eso, sucumbir a la voracidad reguladora es la gran amenaza de nuestros gobiernos: si no confían y no están en red, el ejercicio de su poder nos neutralizará.

Funcionará. Funcionará y el graduado saldrá al mercado habiendo tenido ya, en el invernadero, su primer trabajo: se habrá estrellado en un ambiente controlado… y los daños son reparables. El alumno será europeo, móvil, dialogante, versátil; sabrá disfrutar de las cosas pequeñas y respetar la naturaleza. Se sentirá importante como persona. Valorará la red desde su misma identidad personal y enlazará, análogamente a como lo hace con su abuelo, con el empresario, con el colega, con el político…

Sin embargo, todavía no hemos visto al emprendedor por ningún lado. Y es que, parafraseando a Llano, el dilema auténtico contrapone eficacia y fecundidad. Podemos llegar a ser tan sensatos, tan maduros, tan neuronales, tan capaces de aprender continuadamente… que sólo estemos confeccionando una carcasa perfecta, capaz de alojar cualquier cosa, pero vacía.

Para tener emprendedores -esos sí nos sacan de la crisis- hace falta aplicar la estimulación precoz en la academia. Entrenar al alumno para ser excelente extrayendo de sí y de su entorno los recursos que necesite. Este es el auténtico sentido de la atención personalizada. No se trata únicamente de ayudar al débil a sobrevivir, sino de potenciar al fuerte y hacerle el más humano. La correcta atención personalizada ayuda a estudiar al perezoso pero excita vertiginosamente al más fuerte; queremos una factoría de emprendedores, nodos excelentes enlazados en red que tiren para arriba de toda la comunidad. Necesitamos que, entre el profesorado, haya muchos profesionales del tejido industrial, social, político... La capacidad de emprender se transmite por impregnación. Tengo que reconocer la capacidad docente de los profesionales ajenos al mundo académico, no basta con que mis académicos trabajen hacia afuera; tengo que cautivar a emprendedores probados para que se integren en la academia. Es la red sublimada.

Bien por los artículos en revistas indexadas, proyectos competitivos y libros de enología; pero mejor todavía las patentes, spin-off y sesiones de cata de vinos.
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