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Profesionales de la educación y profesionalidad

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Ana Cobos Cedillo. Orientadora de Secundaria (Málaga)
Trabajar como enseñante es una decisión que no debería de tomarse al finalizar la formación universitaria, sino justamente lo contrario, al comenzar los estudios. La docencia, en secundaria especialmente, no debería suponer una opción laboral más al concluir unos estudios universitarios, pues de esta forma nuestro sistema educativo cometería el sinsentido de "fichar” a personas formadas como matemáticos o biólogas para trabajar como "docentes”, que es otro trabajo y como tal, requiere de otra cualificación para el desarrollo de sus competencias.

La formación como docente ha de ir vinculada a una trayectoria vital de la persona, que comienza en la experiencia escolar que adquirió cuando fue alumno o alumna. La elección de los estudios universitarios supone un gran paso en la toma de decisiones profesionales, que determina la formación específica, especialmente en contenidos, en lo que respecta al profesorado de secundaria, luego, ¿dónde queda la formación didáctica y psicopedagógica?

La formación específica como profesional de la educación se irá configurando a lo largo de toda la carrera docente, se trata de un "saber práctico”, de un "saber de la experiencia”.

Hasta la llegada al ejercicio de la docencia, el profesorado ya tiene todo un bagaje de la experiencia educativa, (Alliaud, 2007), la primera etapa es aquella que adquirieron a lo largo de las vivencias acumuladas en las aulas, cuando ellos y ellas fueron alumnado. De ahí, que, en muchos casos, el profesorado de secundaria trabaje con la metodología que su "mejor profesor o profesora” aplicó en su aula cuando estaba al otro lado de la mesa más grande.

Es necesario sacar a flote las prácticas educativas, sistematizar estos saberes prácticos (SCHÖN. D.A., 1992) mediante la reflexión y el trabajo en equipo del profesorado, es decir, ver en qué punto estamos y adonde queremos llegar.

En principio, es necesario comenzar porque la carrera docente tenga su kilómetro cero en la orientación profesional, personas que realmente estén interesadas en la educación y que mantengan esa opción abierta a lo largo de toda la formación universitaria. Estamos hablando de vocación, de compromiso.

Profesionales que trabajen con placer, con confianza, con un sentido crítico del sistema socioeducativo al que su ejercicio docente contribuye a ¿reproducir o transformar?

Profesionales inquietos en su mundo, con los ojos abiertos, superando estrecheces y prejuicios, con humildad para seguir aprendiendo y generosidad para enseñar, dentro de equipos, de comunidades educativas. En palabras de Christopher Day:

"Los docentes apasionados son conscientes del desafío de los contextos sociales más generales en los que enseñan, tienen un sentido claro de identidad y creen que pueden favorecer el aprendizaje y el rendimiento de todos sus alumnos. Se preocupan profundamente por ellos. Les gustan. También se preocupan por cómo y qué enseñan y quieren aprender más acerca de ambas cosas con el fin de ser y seguir siendo algo más que docentes competentes” (DAY, 2006, p.16)

Por ello, para el desarrollo de la carrera docente, la administración educativa debe facilitar espacios de encuentro, de intercambio y de reflexión de los profesionales. Debe dar voz a los protagonistas y promover la difusión de experiencias y pensamientos, es decir, reconocer y valorar al profesorado, abiertamente, de forma pública.

Proponer incentivos, nuevas metas, que hagan posible que quienes hayan generado buenas prácticas, participen en la formación y tutorización del profesorado novel, con el correspondiente reconocimiento económico y como mérito, sin que le suponga un extra, es decir, dentro de su jornada, empleando ésta para la docencia al alumnado y la formación de los noveles, sin detrimento de ninguna de ellas, ni por supuesto, del profesional.

Y es que estas nuevas funciones no han de suponer otra tarea más para la sobrecargada cartera del profesor-a, sino todo lo contrario, un nuevo rol como formador, que, así le reconoce en su valía y capacidad para aportar su saber educativo a las nuevas generaciones.

Nuevas generaciones que aprovecharán estos conocimientos, siempre infravalorados y desperdiciados en nuestro sistema educativo, y que adquirirán una nueva perspectiva en su progresivo acercamiento a la realidad educativa.

Una realidad educativa tremendamente cambiante, muy dinámica, que demanda cada día una formación más amplia, variada y sobre todo, flexible para adaptarse con facilidad a los nuevos contextos educativos que todos contribuimos a conformar. Esta formación requiere de una actualización constante, que no puede darse si no es incluyendo la investigación y la innovación educativa en la cotidianeidad del ejercicio docente, proponiendo también incentivos y reconocimientos para el profesorado-investigador, dentro de su jornada laboral y no como se ha hecho tradicionalmente, desde la generosidad y el voluntarismo de los más inquietos e inquietas.

La inquietud formativa y de actualización de los profesionales ha de tomarse como inherente a la profesionalidad misma, una cualidad per se, como el valor a los militares o toreros, que nuestra sociedad ha de acostumbrarse a exigir y a reclamar en su defecto.

Otra cosa es el compromiso socio-político del profesorado con un sistema social y escolar, al servicio de intereses muy variados y a menudo, contradictorios, (¿reproducir o transformar?), pero para "ver” es necesario "mirar” y eso no es exigible.

En resumen, las acciones que pueden llevarse a cabo para orientar a los docentes en el desarrollo de su trayectoria profesional, pasan, sin duda por la formación y actualización permanente, por el reconocimiento del valor de la experiencia para la formación teórico-práctica de los noveles, por la incorporación del profesorado en planes y proyectos de investigación que resuelvan problemas de la práctica y los reconcilien con la teoría educativa para seguir reflexionando, aprendiendo de y con los demás, cooperando dentro de un sistema educativo que no se queda al margen del sistema sociopolítico, sino que participa con voz propia a través de sus profesionales.

BIBLIOGRAFÍA

- ALLIAUD, A. (2007) La experiencia escolar de maestros inexpertos. Biografías, trayectorias y práctica profesional. En: Revista Iberoamericana de Educación, 34: 3-14, 2004. Disponible en la página web de la RIEOEI
(Fecha de acceso: 2007-09-24).

- COBOS CEDILLO, A. (En prensa). Los ojos de la investigación, una experiencia de formación en la práctica de la orientación educativa. Revista: Kikiriki

- DAY, Christopher (2006) Pasión por enseñar. La identidad personal y profesional del docente y sus valores. Madrid: Narcea.

- GIROUX, H. (1990). Los profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje. Madrid: Paidós MEC.

- SCHÖN. D.A. (1992) El profesional reflexivo. Cómo piensan los profesionales cuando actúan. Barcelona: Paidós
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