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Las competencias profesionales de los jóvenes y la crisis del COVID-19

Artículo de opinión

  • 29/07/2020

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Elías Amor e Isabel Couso. Presidente de la Asociación Española para el Fomento de las Políticas Activas de Empleo y las Cualificaciones, y ex secretaria general de Educación y Formación Profesional del Ministerio de Educación y Formación Profesional
El desempleo juvenil en España ha vuelto a aumentar con especial intensidad como consecuencia de la crisis provocada por la pandemia de la COVID-19. Los últimos datos del paro registrado en las oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) en el mes de junio confirman esta situación. Los menores de 25 años en desempleo han experimentado un crecimiento del 53% en el primer semestre de 2020, con respecto al mismo período del año anterior, un porcentaje que supera al del conjunto de los desempleados, que fue de un 28,09%. Se trata de un incremento que se ha ido intensificando en los meses de mayo y junio, ya que en marzo y abril registró una variación similar a la del conjunto del desempleo, lo cual indica que la profundización de la crisis ejerce un efecto negativo sobre el empleo de los jóvenes.
 
El desempleo juvenil en 2020 se ha situado en 343.158 personas, siendo el 52% del total de hombres y el 48% restante de mujeres. Las tasas de crecimiento del paro con respecto al primer semestre de 2019 son semejantes, un 54% los hombres, un 51,3% las mujeres. Similares resultados se obtienen con el análisis de la contratación. En este caso, la variación de los contratos de los jóvenes, un -53,37% es igualmente superior a la registrada por el conjunto de la población, un -42,28%. En particular, los contratos en prácticas y para la formación, que se dirigen de forma mayoritaria a los jóvenes, se han desplomado hasta un -57,63% en el primer semestre de este año comparado con el pasado.
 
Los resultados confirman que se ha producido un notable deterioro del mercado laboral de los jóvenes en España, y, además, en muy poco tiempo, y que la superación de este escenario va a exigir una atención especial por parte de las políticas activas de empleo.
 
La pandemia se ha dejado sentir, de manera especialmente intensa, en el sector servicios de la economía. El desempleo en este sector ha experimentado un crecimiento del 30,92% superior a la media, 28,09% así como el incremento más destacado de todos los sectores. Dentro de los servicios, las actividades de hostelería, comercio, servicios administrativos, educación han sido las que han experimentado un mayor descenso del empleo, según datos de afiliación a la seguridad social. En el período de marzo a junio, que coincide con la paralización provocada por la crisis sanitaria, el empleo en la hostelería ha descendido un -9,47%, -6,52% en la construcción, -7,25% en actividades administrativas y servicios auxiliares, y hasta un -15,68% en educación por la finalización del curso escolar.
 
"El éxito futuro del empleo va a depender de la capacidad de previsión de las necesidades de cualificación en el sistema productivo y de la detección de nuevos nichos de empleo".

La notable variedad del impacto de la crisis sobre las actividades económicas hace muy difícil situar en un conjunto de perfiles profesionales y ocupaciones la mayor incidencia de la destrucción de empleo. Por ello, las políticas activas de empleo tendrán que prestar especial atención a todos los sectores y propiciar los trasvases de empleo siempre que resulte factible.
 
En su reciente Informe sobre la economía española, el Banco de España ha prestado atención al papel fundamental de las políticas activas de empleo para promover la reasignación sectorial de los empleos con la necesaria agilidad y eficiencia. El informe señala que algunos de los sectores más afectados por la crisis presentan una mayor concentración de trabajadores con bajo nivel de formación y menos acostumbrados a tareas relacionadas con las tecnologías de la información, habilidades numéricas y de escritura y lectura. Y esto supone una dificultad para su empleabilidad en otras ramas productivas que gocen de mejores perspectivas de crecimiento.
 
Por ello, las políticas de formación y cualificación deben permitir a las empresas adaptarse con agilidad a las nuevas condiciones tras la pandemia, tanto en lo relativo a la demanda de sus productos y servicio, como en relación con posibles cambios en la estructura de su sector de actividad. En concreto, se trata de apostar por un aprendizaje efectivo que permita adquirir nuevas competencias a los trabajadores, perfeccionarlas y reciclarse profesionalmente ante un entorno cambiante y, previsiblemente, muy exigente en términos de capacidades tecnológicas.
 
En este punto, la orientación profesional jugará un papel fundamental para canalizar las aspiraciones no sólo de los jóvenes, sino de todas las personas que aspiran a encontrar un empleo en un mercado laboral especialmente convulso. La fórmula es conocida. Para ello, junto al refuerzo de la orientación académica, se deben habilitar mecanismos para realizar un seguimiento y una orientación individualizada de los desempleados por medio de técnicas de perfilado estadístico de los trabajadores desempleados y de las vacantes existentes a escala local.
 
Este es el momento oportuno para avanzar en la integración de la orientación, la educativa y la laboral, con las empresas colaborando en todo el proceso, de acuerdo con el espíritu de la Ley 5/2002 de las Cualificaciones. Es igualmente un momento propicio para redefinir contenidos y metodologías de programas que tuvieron un éxito notable en la promoción de empleo de los jóvenes, como Escuelas taller, en el ámbito de las políticas activas de empleo. Y para todo ello, existe un Catálogo Nacional de Cualificaciones profesionales en permanente actualización que debe servir para enfocar el aprendizaje a lo largo de la vida sin obstáculos o frenos para continuar ese proceso de adquisición de conocimientos y capacidades que no se debe detener jamás, con especial atención a las soft skills, muy presentes hoy día en los procesos de selección para puestos de trabajo.
 
En el sistema educativo, hay que seguir apostando por reforzar la FP en todo el itinerario académico, desde la base, hoy representada por la FP Básica, pero también desde los Grados Medios y las titulaciones de Grado Superior. Y por supuesto reforzar y ampliar la FP dual en las empresas, mejorando los sistemas de información a las propias organizaciones sobre todas las modalidades formativas de estas enseñanzas. Todavía es lamentablemente frecuente encontrar empresas que desconocen todas las posibilidades que la FP ofrece, incluso en su versión más adaptada al entorno empresarial, esto es, a los empleadores.
 
La cualificación desde el sistema educativo a través de la FP, aunque mejorable siempre, ha venido experimentando una mayor implicación con el sistema productivo, lo que ha conseguido que estas enseñanzas sean crecientemente más valoradas por la sociedad, disponiendo todavía de largo recorrido de mejora en su implantación, actualización y difusión en entornos empresariales, si se evita la tentación de considerarlas un apéndice académico del resto de enseñanzas del sistema educativo. Lo mismo podría decirse de la orientación, para la que hay que encontrar mayor espacio de vinculación con los entornos reales de trabajo. En este sentido, la amplia disponibilidad de herramientas digitales tanto de empresas especializadas como de instituciones académicas y profesionales facilita la libre elección para encontrar la más adecuada a las circunstancias personales del demandante de empleo.
 
El éxito futuro del empleo va a depender de la capacidad de previsión de las necesidades de cualificación en el sistema productivo y de la detección de nuevos nichos de empleo, especialmente para las profesiones y puestos de trabajo vinculados a entornos digitales. Es indudable que la mejora de los sistemas de orientación académica y profesional, en el sentido de aprender a contemplar los entornos reales de trabajo, será una ayuda imprescindible para evitar la inadecuación entre formación y necesidad/requisitos de cualificación en el puesto de trabajo, cuestión en la que España ocupa uno de los primeros puestos de la OCDE, y que no es exclusiva de las enseñanzas escolares, sino que afecta también a las enseñanzas universitarias.
 
Ante una crisis económica que dejará sus huellas durante tiempo, y que agudiza males endémicos de España, como el envejecimiento de la población, el desempleo juvenil creciente junto a la desaparición de empresas creadas por jóvenes desde 2008, como alternativa realista al empleo juvenil asalariado, mostrará el peor rostro de la crisis. En ese sentido, la esperanza de la población joven está en la formación y la cualificación, de manera inmediata, en actividades cuya vulnerabilidad por escasez de mano de obra o baja calidad de la formación, ha sido puesta de manifiesto por la gran crisis sanitaria pandémica sufrida, y de la que todavía no hemos salido totalmente. 
 
El escenario está descrito, los instrumentos y metodología son conocidos y ya están entre nosotros. Lo que hace falta es implementarlos.
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