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"Los programas de educación afectivo-sexual deberían iniciarse tempranamente, desde Educación Infantil"

Entrevista

  • 27/02/2020

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Rosa Sanchis, Profesora del IES Isabel de Villena en Valencia, y formadora sobre educación afectivo-sexual en Secundaria y Bachillerato
Rosa Sanchis es Licenciada en Filología Hispánica especializada en Filología Catalana. Imparte educación afectivo-sexual al alumnado de Secundaria y Bachillerato, así como cursos de formación sobre este tema para el profesorado. También es profesora en el IES Isabel de Villena en Valencia, y autora de varios libros, así como del blog sobre educación afectivo-sexual Karicies.com.
 
¿Cómo debería ser la educación afectivo-sexual en los centros educativos y a qué edades recomendaría introducirla? ¿Por qué?
 
En sus Orientaciones técnicas internacionales sobre educación en sexualidad (2018), la UNESCO establece que la educación sexual debe proveer el conocimiento, las habilidades, las actitudes y los valores necesarios para definir y disfrutar de la sexualidad, en su vertiente física y emocional, tanto individualmente como en las relaciones con otras personas. Hablamos, pues, de un modelo holístico que va más allá de lo puramente biologicista. Además, debe tener perspectiva de género y de diversidad, y cuestionar, por ejemplo, el modelo sexual hegemónico (penetrativo, genital, adultista, sexista…) y el modelo amoroso romántico.
 
El tipo de educación sexual más común es el llamado biologicista o también modelo de riesgos, pero se deja de lado lo emocional porque se centra en la anticoncepción y en las prácticas sexuales, olvidando que, a menudo, los riesgos no derivan tanto del desconocimiento, sino de los roles de género, del modelo amoroso romántico o del modelo de sexualidad hegemónico que comentábamos. La educación afectivo-sexual no puede ser substituida por clases de anatomía o información sobre anticoncepción.
 
La actitud hacia el sexo y las relaciones afectivas está condicionada por la experiencia positiva o negativa que se haya vivido durante la infancia. Por ello, los programas de educación afectivo-sexual deberían iniciarse tempranamente, desde Educación Infantil, ya que la sexualidad es inherente al ser humano y su adecuado tratamiento desde el principio previene y garantiza unas relaciones posteriores saludables y felices. Esta educación debe ajustarse, sin duda, a la edad de la persona y tener en cuenta su nivel de desarrollo, sensibilidad social, cultural y género. La educación afectivo-sexual se debe basar en un concepto holístico de salud, no solo como ausencia de enfermedad sino como bienestar y felicidad; además de transmitir una correcta información con bases científicas; basarse en los derechos humanos (sexuales y reproductivos); apostar firmemente por la igualdad de género, la libre determinación y la aceptación de la diversidad, y finalmente, contribuir a una sociedad más justa y comprensiva que abogue por el apoderamiento individual y comunitario.
 
¿Qué evidencias conoce que la educación afectivo-sexual en las aulas sea positiva o negativa para el desarrollo del alumnado?
 
Existen diversos modelos de educación sexual; básicamente tres: el modelo moralista; el modelo biologicista, del que ya hemos hablado anteriormente, y el modelo holístico; y cada uno de ellos tiene unas consecuencias deferentes para la salud y el desarrollo humano. Para el modelo moralizador, los y las jóvenes tienen que ser preservados de la sexualidad, ya que solo deben practicarla las personas adultas que estén en condiciones de fundar una familia; así que se promueven programas de abstinencia sexual.
 
El modelo de riesgos se lleva a cabo en países como Holanda o Gran Bretaña, donde tratan la sexualidad adolescente como un fenómeno inevitable que se debe combatir, pero no con dispositivos represores, que no funcionan, sino intentando que las relaciones se posterguen lo máximo posible, y que se reduzcan también las parejas y los encuentros sexuales.
 
El modelo holístico predomina en países como Suecia o Noruega, donde las administraciones no niegan el derecho de la gente joven a la sexualidad, sino que tratan de dotarlos de la información y de los medios adecuados para que controlen los riesgos y puedan así disfrutar de relaciones placenteras y seguras en libertad e igualdad. Si tomamos en cuenta como marcador el número de embarazos adolescentes, en Suecia, por ejemplo, es muy bajo, comparado con Gran Bretaña o con otros países del primer modelo, como los Estados Unidos.
Estos datos bastarían para justificar un modelo holístico de educación afectivo-sexual, pero los riesgos de las relaciones sexuales no son solo los embarazos, fruto de las relaciones heterosexuales. Tampoco consideramos que sea un buen indicador de salud sexual el cuándo se empieza a tener relaciones sexuales o cuántas se tienen. Existen además otros riesgos, por ejemplo, las experiencias dolorosas(desengaños, agresiones sexuales, sexo poco placentero, falta de autoestima, no aceptación de la identidad sexual, culpabilización, etc.) que no suelen considerarse a la hora de valorar la eficacia de los programas de educación sexual, y que se deberían tener en cuenta porque miden en realidad el nivel de satisfacción de las personas con sí mismas y en sus relaciones.
 
Por ello comentábamos antes que también tenemos que hacer una educación sexual que cuestione el modelo sexual hegemónico y que tenga en cuenta, no solo a hombres y mujeres heterosexuales normotípicos, cisgénero (no trans) y endosex (no intersex), sino a toda la diversidad humana: personas no binarias, trans, intersexuales, con diversidad funcional, homosexuales, bisexuales, asexuales, etc. Es decir, una educación sexual en todas las etapas de la vida que dé el mismo valor a todas las identidades, a todas las orientaciones y a todas las prácticas de las que es capaz el erotismo humano.
 
 
"Los programas de educación sexual deberían iniciarse tempranamente, desde Educación Infantil, ya que la sexualidad es inherente al ser humano y su adecuado tratamiento desde el principio previene y garantiza unas relaciones posteriores saludables y felices".

Últimamente se ha desatado la polémica de si los padres deben autorizar la educación afectivo-sexual que reciben los niños y las niñas en las escuelas, a través del llamado pin parental. ¿Qué opina al respecto?
 
El pin parental es un retroceso y un atentado a los derechos de los y las menores de edad a recibir educación sexual de calidad. Las familias no pueden decidir si sus hijos o hijas serán o no formados en educación afectivo-sexual, feminismo o activismo LGBTI (otros de los temas vetados por los responsables del pin parental) porque ello supone privarles de la posibilidad de adquirir una conciencia crítica, diversa, igualitaria, respetuosa y libre de estereotipos. Además, el pin parental es una forma de censura que se aprovecha tendenciosamente de la supuesta libertad de elegir de las familias, y digo supuesta porque curiosamente solo se pretende ejercer el veto sobre estos temas, y no sobre el resto del currículum. La educación siempre ha sido un campo de batalla político y los cambios de gobierno suelen ir acompañados de reformas educativas. La extrema derecha está aprovechando la coyuntura para crear alarma y para que, en vez de hablar de una reforma educativa de calado, consensuada y al margen del color político, se hable del pin parental.
 
Actualmente la educación afectivo-sexual no está regulada y depende de cada centro educativo si impartirla o no y cómo hacerlo. ¿Hace falta que se incluya en el currículo de todas las etapas educativas y sea obligatoria?  ¿Por qué lo cree así?

 
Hay diferentes vías de entrada de la educación sexual en la escuela y todas son necesarias: las intervenciones externas (tanto puntuales como en forma de talleres); la transversalidad o como materia curricular. Se ha hablado mucho del peligro de la transversalidad, y no sin razón, pero mi experiencia dando educación sexual de manera transversal en valenciano, lengua y literatura, ha permitido enriquecer las clases de lengua de un modo que nunca habría imaginado, al tiempo que mi alumnado se beneficiaba de la entrada de la sexualidad y los afectos en la clase de lengua.
 
Aun así, la integración de la educación sexual en el currículum obligatorio es una de las mejores vías para ofrecer a niñas, niños y jóvenes –de manera estructurada– una (in)formación rigurosa y apropiada a su edad; además de posibilitar que puedan vivir el placer como algo positivo, y que puedan tomar decisiones sobre su sexualidad de manera autónoma, responsable, respetuosa e igualitaria.
 
Para la escuela actual, la sexualidad no es un objetivo, ni siquiera la igualdad lo es. Si lo fuera, habría una programación y un currículum sistemático que lo desarrollara. ¿Nos imaginamos un sistema educativo que pretendiera el bilingüismo pero que no programara ni la enseñanza ni el aprendizaje de la otra lengua no materna? ¿Cómo pueden ser las relaciones sexuales igualitarias (mutuamente consentidas, saludables, libres y placenteras) si no se educa de forma explícita? ¿Cómo podemos vivir nuestra diversidad si no cuestionamos unos modeles que nos constriñen? ¿Cómo podemos tratarnos bien si no desaprendemos el maltrato? La inclusión en el currículum de la educación sexual supondría situarlo como objetivo prioritario y desarrollarlo sistemáticamente.
 
¿Cuáles son las ventajas e inconvenientes de que la educación afectivo-sexual forme parte del currículo de todas las etapas educativas obligatorias?
 
Como he comentado antes, la educación afectivo-sexual es una herramienta fundamental para el desarrollo de una sociedad igualitaria y diversa y, como explica la OMS, prepara para construir y mantener relaciones satisfactorias que contribuyan a desarrollar de manera positiva la personalidad y la autoestima. El currículum posibilita que abordemos la sexualidad y la afectividad de modo que puedan explorar en sus valores y actitudes y en las de su entorno, y darles así las herramientas adecuadas para que tomen decisiones propias, respetando a las demás personas y al margen de modelos y estereotipos. La ventaja obvia de su inclusión en el currículum es poder trabajar una educación sexual de calidad adaptada a cada edad y desarrollo evolutivo y que se establezcan objetivos en su conjunto, no solo intervenciones puntuales.
 
Dejar la educación sexual en manos de la educación informal (familia, amistades, internet, televisión, revistas…) o de intervenciones marginales es totalmente insuficiente. La familia (también las amistades) son muy importantes para el aprendizaje sobre las relaciones humanas y la sexualidad, especialmente en edades tempranas. Sin embargo, en una sociedad tan sexualizada como la nuestra, no solo es insu?ciente, sino, además peligroso. No olvidemos que la edad media de visionado de porno son los 11 años; que 1 de cada 4 menores declara ver porno con frecuencia, y que el 80 % del porno mainstream contiene violencia contra las mujeres. Así, la desinformación, el miedo, los tabúes y las presiones sociales siguen siendo constantes. El espejismo de la igualdad nos hace creer que la igualdad existe y no se ven los sesgos ideológicos, morales, religiosos o patriarcales que se esconden tanto detrás de la educación informal como de la formal. La inclusión en el currículum podría revertir esta situación, o al menos, contribuir a ello.

¿Cree que existen actualmente recursos didácticos suficientes y profesorado bien formado en el tema para trabajar la educación afectivo-sexual en las aulas? ¿Cómo se pueden mejorar?
 
Recursos didácticos existen. Diversas comunidades han publicado materiales a disposición del profesorado. En la Comunidad Valenciana, por ejemplo, Charo Altable y yo misma elaboramos, a instancias de la Consejería de Educación, la guía de educación sexual para Secundaria, Sachillerato y ciclos formativos Els nostres cossos, els nostres drets (Nuestros cuerpos, nuestros derechos). El problema es que el profesorado se siente inseguro.
Falta formación, pero no solo esta sino también un apoyo firme y decidido de las administraciones, ya que la sexualidad es un tema tabú y todavía perviven mitos y miedos que impiden que se lleve a cabo adecuadamente.
 
En primer lugar, está el miedo a las posibles quejas de las familias, al alumnado, a hacer el ridículo en clase, a las preguntas que puedan hacer sobre nuestra propia vida sexual. En segundo lugar, existe la creencia de que la sexualidad es un tema privado y que la escuela solo debe enseñar para la vida pública. Finalmente, todavía perviven algunos mitos: que la educación fomenta la promiscuidad y, si les enseñamos muy pronto, se animarán, pues ¡ya sabemos cómo tienen las hormonas!, o que la naturaleza es sabia y la sexualidad se aprende sola. Estos temores y creencias provocan que no se eduque o que, cuando lo hacemos, sea desde el peligro, pensando en los embarazos no deseados y en las infecciones de transmisión sexual; nunca en positivo y nunca desde el placer.
 
Contra estos miedos, existen dos remedios, a mi entender, bastante eficaces: por un lado, formación con enfoque feminista en educación sexual que revierta la censura que hemos sufrido y pueda suplir las deficiencias educativas; por el otro, debemos entrar en el aula no solo para enseñar sino también para aprender, dejando de lado un "adultismo" que nos hacer ver a las niñas y a los niños como seres asexuados que dejan su sexualidad en casa antes de llegar al colegio; y a las y los adolescentes como desagradecidos de la mucha información y libertad que ahora tienen. No podemos olvidar que la educación es un proceso de acompañamiento para que el alumnado de cualquier edad pueda ser autónomo e independiente para tomar sus propias decisiones desde la ética y la responsabilidad.
 
Describa por favor dos buenas prácticas de programas de educación afectivo-sexual que se realizan en los centros educativos ¿Por qué las considera como tales?

 
El programa Skolae del Gobierno de Navarra es pionero en introducir la educación sexual desde Infantil. Tal como señalan en su presentación, los contenidos de Skolae se han construido partiendo del análisis de las desigualdades, de la violencia contra las mujeres existente en nuestra sociedad actual y de la desigualdad que, desde las edades más tempranas, se transmite de forma inconsciente, a niñas y a niños. Para los y las autores/as del programa, abordar la coeducación afectivo-sexual significa un cambio en la mirada y en la práctica educativa que implica entender la sexualidad como una dimensión fundamental de la vida; incorporar los afectos como eje transversal de la sexualidad y atender a la diversidad sexual, a la diversidad de género y a la diversidad familiar. El programa propone concebir el cuerpo como espacio de libertad, libre de cánones de belleza; vivir la sexualidad de manera positiva, pero con responsabilidad, y construir relaciones y amores desde el respeto y la diversidad.
 
También recomendaría el programa de educación sexual y afectiva Coeduca't, de la Generalitat de Catalunya, dirigido a todos los centros públicos catalanes, desde Primaria hasta el final de la ESO. Tal como explican en el proyecto, a nivel curricular incide en varios aspectos: en la Educación infantil, en las situaciones cotidianas, en los juegos y juguetes, en el lenguaje, en los cuentos, canciones, imágenes, etc. En Primaria, propone desarrollar las habilidades personales y sociales desde el trabajo por proyectos, el lenguaje, el aprendizaje basado en el juego, o el uso de las redes sociales y de la tecnología, además del autoconocimiento, la identidad personal y la autoestima. Por su parte, en la ESO, sugiere impulsar la educación emocional y la reflexión ética, intermediando, por ejemplo, el aprendizaje basado en situaciones-problema, el estudio de casos, la resolución de conflictos, la asertividad o el uso de las redes sociales.

 

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