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La crisis es eso

Editorial

En estos momentos somos concientes de que la crisis es dura. No sólo por las estadísticas, sino sobre todo porque sus efectos llegan a todos los hogares, de una forma u otra. Y lo somos por que no se vislumbra la luz del final del túnel. Ni tan siquiera sabemos quien tiene la linterna que, al menos nos ilumina el paso hasta el final del camino.


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Enric Renau. Editor
A mediados del año 2007 se empezaron a vislumbrar los nubarrones de un cambio de dinámica en la evolución de la economía española y europea.

Como iban a celebrarse elecciones a corto plazo, algunos disimularon el alcance del problema pero, tres años más tarde, ya nadie duda de la profundidad de la crisis y del cambio de ciclo que se está produciendo. Especialmente en España, porque su modelo de crecimiento basado en actividad de poco valor añadido y, por lo tanto de poca productividad, es el que ha estallado.

4.612.000 personas sin empleo, un 20% de la población activa, no es ninguna broma. Y el endeudamiento de las empresas y de las administraciones públicas, tampoco, por que es dinero prestado que se tendrá que devolver pronto y a un precio caro.

Además, no en todas partes sucede lo mismo.

Las economías que aceptaron su situación desde el primer momento y actuaron de forma clara y contundente hace dos años, ya empiezan a resurgir.

Las economías que apostaron por la innovación en las empresas y la formación de sus trabajadores desde hace años, no despiden con tanta facilidad a sus empleados y, al aportar productos y servicios diferenciales, pueden exportar con mayor facilidad al resto del mundo.

Las economías que tienen un sector público eficiente, gastan el dinero de todos en la prestación del servicio de forma que repercuta en el bienestar de los ciudadanos y no en el mantenimiento o extensión de los trabajadores y directivos de la función pública.

Las economías que confiaban y confían en su sector productivo, encuentran la manera de financiar los nuevos proyectos de emprenduría, ayudar a las empresas consolidadas y arriesgar en nuevos retos. Las economías ficticias utilizan el dinero de todos para cubrir los errores de la banca y de las especulaciones inmobiliarias.

En estos momentos somos concientes de que la crisis es dura. No sólo por las estadísticas, sino sobre todo por que sus efectos llegan a todos los hogares, de una forma u otra.

Y lo somos por que no se vislumbra la luz del final del túnel. Ni tan siquiera sabemos quien tiene la linterna que, al menos nos ilumina el paso hasta el final del camino.

La seriedad, el rigor, la perseverancia y la transparencia son los valores que debemos exigir a nuestros representantes políticos y, añadiría, líderes sindicales, empresariales, periodistas, jueces, etc.

La demagogia, el tacticismo, el cambio de rumbo constante y la trampa, deben ser arrasados de nuestras vidas. Si hasta ahora han podido pervivir es porque la sociedad lo ha permitido. Cambiemos las cosas que no nos gusten.

Enric Renau
Editor

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