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Miquel Bonet. Director del Programa de competencias de la Universitat de Barcelona iL3
Hay reflexiones que uno no puede olvidar, ni obviar fácilmente: se refieren a descubrir lo que pasaría, si en un aula universitaria, pongamos de humanidades, apareciera de golpe Aristóteles, para dar su clase magistral, lo más probable es que aparte del aditivo freaky, podría proseguir con cualquier tema adaptado a nuestra realidad. No obstante si esta "aparición" fuera de Galeno, en un quirófano, seguro que acabaría el mismo en la camilla, a causa de la conmoción tecnológica.

Se aceptan conclusiones, pero en cualquier caso, lo que deducimos de estas metáforas, es lo poco que han cambiado algunos curriculums de carrera en los últimos dos mil años, y con ello, no pretendo ser nadie para enjuiciar o valorar la utilidad de las materias que se imparten, teniendo en cuenta por descontado la alta cualificación profesional de nuestros docentes, enseñar a pensar mostrar caminos de aprendizaje personal o simplemente ejercitar la mente hacia el pensamiento individual, ya contribuye a cumplir la mayoría de las expectativas de las materias troncales.

Tengo el privilegio de pertenecer a la Universidad de Barcelona y además aportar mi modesta colaboración al Programa de competencias dentro del área corporativa de iL3, por tanto el tema de las competencias profesionales, que he podido disfrutar en los últimos 25, desde el mundo empresarial y especialmente desde los Recursos Humanos, me ha permitido, observar, conocer y coadyuvar en muchos casos al desarrollo de estas competencias a nivel individual, como medio para desarrollar un plan de carrera.

No obstante el único problema consiste en confundir precisamente "competencia" con conocimientos, habilidades o incluso talento, ya que saber música no te convierte en músico , como tener una cátedra, no te hace maestro, éste es el secreto, más allá de la best-seller Rhonda Byrne, lo bueno y lo malo de las competencias, es que además de la puesta en práctica de determinadas destrezas, que no es poco, deben tener cierta "utilidad" para los demás, por eso triunfan guitarristas o cantantes que ni siquiera saben leer música.

Hay un límite que separa el conocimiento útil, del puro conocimiento, pero el juez ineludible de todo eso, no es otro que el mercado, a su vez dirigido por determinadas estrategia y medios, que sirven al sólo propósito denominado resultados, riqueza, beneficios, rentas o sea "dinero", en la mayoría de casos.

Claro está que como diría mi paisano Serrat, no hay que confundir valor y precio, pero lo malo es que el mercado sabe poco de valores y mucho de precios, porque las cosas valen lo que alguien está dispuesto a pagar por ellas y esto es lo que hay, en el debate socio-económico.

Con lo difícil que supone aprender, alguien puede pensar que mejor sería que dirigiéramos a nuestros alumnos hacia el conocimiento útil, aunque no se trate de rendir toda la formación, especialmente superior, al servicio del mejor postor del mercado.

Pero existe n algunas pequeñas fisuras, que son las que deberíamos aprovechar, para complementar la formación reglada con estas competencias deseables, que convierten a alguien que simplemente "sabe cosas" y que cuenta con determinadas habilidades y talentos, en un profesional realmente "competente" y poseedor por tanto de lo que denominaríamos el conocimiento crítico, que necesita todo empresa, entendido como aquel que aporta un valor añadido y unas diferencias con respecto a tus competidores, y que acaban valorando y pagando tus clientes.

En los últimos años, hemos asistido a un serio fracaso escolar, se han removido los cimientos de los planes educativos, con opiniones para todas y todos, se ha pagado el coste de la ambigüedad política, como ha ocurrido en otros ámbitos como el financiero, el laboral o incluso el legal, pero el mercado que piensa y funciona por su cuenta, se ha ocupado de ir aclarando el terreno.

Hoy tenemos más estudiantes de informática y de nuevas tecnologías de la comunicación en la India que en USA, y es un trabajo que se paga bien, no digamos en otros mercados emergentes como China, Corea incluso Brasil, gente que ha apostado por la formación en un mundo dominado por la velocidad y el cambio, mientras España, se renunciaba a la FP, el resto de Europa, especialmente Alemania, Francia ó el Reino Unido, seguían potenciándola, hasta el punto que en una reciente encuesta realizada en Inglaterra, más de la mitad de empresarios prefería ingenieros técnicos y superiores procedentes de la FP ¿porqué? Pues porque la práctica se valora, está claro.

El gran problema del Plan Bolonia, ha sido explicarlo mal, los estudiantes lo ha percibido como una limitación de derechos y oportunidades, cuando en realidad el camino es todo lo contrario, pues potencia el trabajo en grupo, suma talento colectivo, admite la discusión y las prácticas, promueve cambios de rol y de liderazgo y va más allá de la lección magistral. Lo malo siempre es llegar mal y comunicar poco, las universidades públicas, se posicionaron tarde ante los retos de una formación congruente con las necesidades de las empresas, la mayoría no entendieron, que las necesidades del siglo XXI, eran distintas en un mercado global y veloz, por fortuna algunas, como la UB ,hace ya 20 años, que desarrollaron programas de post-grados, master y formación continua, para los recién graduados, a fin de acompañarlos en sus planes de carrera y ayudarlos a competir en el futuro, promoviendo blended-learning, plataformas y contenidos a medida ,sin renunciar al presencial , como una oportunidad de acercarnos a la vida del alumno desde su ámbito personal.

Se ha evidenciado que las inteligencias consideradas tradicionales, como la lingüística –verbal ,la aptitud lógico matemática ó la memoria, no son suficientes, porque hay que desarrollar también otras inteligencias como la corporal, porque es precisamente el movimiento lo que fija el conocimiento, también la intuición, la relación interpersonal, la espacial, incluso la musical, todo ello es necesario para trabajar en el futuro, aportando valores que "sumen" en el mercado.

Estamos llegando a un momento en que los títulos llevarán fecha de caducidad, porque las empresas y sobre todo el mercado, están comprometidas en la competitividad global, y en esta guerra, lo que se valora de verdad es el "conocimiento crítico" y se paga más, al que lo posee, por eso se reclaman respuestas dentro del mundo formativo, que contribuyan a que nuestras generaciones sepan utilizar mejor los medios de que disponen y eso es ir mucho más lejos, que los simples grados, ya que alguien más sabio "laboralmente hablando" no equivale, a más competente ó más rentable para la empresa, que está dispuesta a pagar en relación a la mejora de sus resultados. Me satisface muchísimo que muchas empresas apuesten por incorporar doctores en sus platillas, ello significa que el conocimiento como valor añadido, al servicio de la competitividad global, se valora y se paga.

Por último, pienso que todo eso, sirve de poco si al lado de estas aptitudes, conocimientos, habilidades o incluso competencias, no colocamos ciertos valores, que permiten su desarrollo y me refiero a la cultura del esfuerzo, cierta jerarquía, liderazgo y especialmente la actitud necesaria, que permita implicarse lo suficiente para que nuestro trabajo, nos guste, se integre en nuestro proyecto y de paso nos haga un poquito más felices.

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