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Algo se mueve en la educación

Editorial

Tres ejemplos demuestran que algo está cambiando en la educación: la posible modificación del calendario escolar, el Plan de Bolonia o el incremento de plazas de Formación Profesional respecto al decrecimiento de estudiantes universitarios. Pueden haber errores de comunicación o falta de tacto, pero los responsables políticos están para gobernar, para transformar lo que no funciona y para impulsar lo que vale la pena.


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Enric Renau. Editor
La sucesión de quejas, críticas, manifestaciones y debates, seminarios y conferencias entre el profesorado, los estudiantes universitarios o incluso los empresarios expresa dos cosas.

La primera, que se palpa un malestar en el sector educativo o respecto a él, amplificado desde hace relativamente poco por los medios de comunicación más generalistas.

La segunda, que algo se mueve, es decir que no hay pasividad. Lo tendríamos que valorar positivamente.

En este ámbito de la educación y la formación, en España, no moverse es sinónimo de estancamiento, de aceptación como normal el alto abandono escolar y universitario, los resultados de PISA o la baja tasa de formación continua.

Hay colectivos a los que parece que mantener las cosas como están en la actualidad les parece adecuado. Porqué un cambio les suscita incomodidades. Pero si la sociedad ha cambiado, la educación tiene que adaptarse.

Si un Consejero de Educación como el de Catalunya se atreve a proponer públicamente una modificación en el calendario escolar, después de años de debate entre expertos, administración y sindicatos y asociaciones de madres y padres, se debe valorar su valentía. Avanzar una semana en septiembre el inicio del curso e incorporar algo así como una semana blanca en febrero parece coherente, como hacen otros países, aunque a algunos les afecte a su estilo de vida y obligue anticipar la planificación del curso siguiente. No hay pérdida de condiciones laborales, sólo adaptación a los cambios vacacionales de las familias.

Si el Plan de Bolonia lleva 10 años de implantación en toda Europa y favorece la homologación de los títulos a nivel continental y la movilidad y oportunidades laborales a los universitarios, ¿porqué se insinúa un rechazo importante por parte de colectivos estudiantiles? ¿No será que algunos cuerpos docentes bien instalados estimulan estas reacciones? ¿Quién gana y quién pierde con Bolonia?

El incremento de plazas en formación profesional respecto a los bachilleratos y las 40.000 plazas de titulaciones vacantes del año anterior también expresan una sensación que la estructura del sistema educativo se está equilibrando, aunque ello conlleva una necesidad de adaptación de la oferta universitaria y, por lo tanto, conflictos con un personal que tiene plaza fija pero que pierde "clientela”.

Pueden haber errores de comunicación o falta de tacto, pero los responsables políticos están para gobernar, para transformar lo que no funciona y para impulsar lo que vale la pena.

Ánimos a los que aceptan los retos con valentía.


Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com





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