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Vivir y estudiar en Second life

Editorial

Second life representa un mundo que nos llega volando. Un mundo donde uno podrá ser archiconocido por millones de residentes virtuales y, a la vez, un perfecto anónimo trabajador en la vida real. Quien pretenda incorporar como oferente la dimensión formativa en la vida de los habitantes de esta segunda vida tendrá que saber captar la atención de sus habitantes y demostrarles que ir a la escuela o a la universidad vale la pena en esta nueva realidad.


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Enric Renau. Editor
Second Life es una realidad virtual en tres dimensiones creada completamente por sus habitantes que, a su vez son sus propietarios y gestores.

Second Life nació en el año 2003 y ya tiene 7,740,523 habitantes de todo el mundo, que tienen sus derechos y necesidades vitales, que pueden comprar y vender -en dólares linden- divertirse, comer, enamorase y, aparte de muchas otras cosas, estudiar.

Al estilo de los famosos SIMS, el éxito de Second Life reza en que, precisamente, se trata de una realidad virtual en la que cada uno de nosotros puede imaginarse de una forma distinta a la actual.

Como señalan ellos mismos, en Second Life jugadores, amas de casa, artistas, músicos, informáticos, abogados, bomberos, activistas políticos, estudiantes, empresarios, militares, arquitectos o doctores pueden reinventarse o transvestirse de mil y una maneras.

Como ocurre en la vida misma, al final, hay unas reglas del juego. En realidad, la Second life no es tan distinta de la First life. Second life, por ejemplo, no es el paraíso, sino la selva del libre mercado, donde para empezar te regalan 512 hectáreas para construir tu primera vivienda -incluso en una isla- pero no podrás aislarte del mundo indefinidamente y podrás morir de hambre.

Lo que si es cierto es que Second life representa un mundo que nos llega volando. Un mundo globalizado donde las fronteras ya no se miden por kilómetros sino por idiomas y un mundo donde uno podrá ser archiconocido por millones de residentes y triunfar virtualmente y, a la vez, un perfecto anónimo trabajador en la vida real.

Quien pretenda incorporar como oferente la dimensión formativa en la vida de los habitantes de esta segunda vida tendrá que saber captar la atención de sus habitantes -como la vida misma- y demostrarle que ir a la escuela o a la universidad vale la pena en esta nueva realidad.

Será interesante ver que rol juegan las instituciones educativas en este mundo de aspiraciones no satisfechas por la dura realidad. ¿De que servirán los títulos? ¿Quién los acreditará? ¿Quién podrá dar clases? ¿Quién asistirá a las aulas? ¿Existirán estas aulas? ¿Qué perfil tendrán los alumnos? Y otras preguntas nos adelantan preguntas que también sirven para la escuela y la universidad de la actualidad no virtual.

Enric Renau
Editor

editor@educaweb.com
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