Distintos indicadores sociológicos y estadísticos señalan que, a nivel global, la población española usa poco las tecnologías de información y comunicación (TIC), en relación con otros Estados.Lo que sucede en realidad es que hay una brecha importante en España por razones de edad. Mientras que los jóvenes tienen un uso de Internet, de la informática y del teléfono móvil equiparable -e incluso superior- a cualquier país desarrollado, la población de más de 60 años presenta unos porcentajes muy bajos. Tampoco las personas de más de 50 años demuestran un alto uso y una buena actitud ante las TIC.
Ello que significa que una parte importante de la tercera edad es analfabeta digital, como si las TIC no tuvieran nada que ver con ella.
Con la velocidad del cambio tecnológico y la ampliación de la esperanza de vida ya es un límite tangible no poder usar, con naturalidad, un ordenador o un aparato digital.
Recordemos que entre el año 2008 y el 2010 se va a producir el completo apagón digital en nuestros televisores. La televisión digital ya no es algo de ciencia ficción, aunque la mayoría no hayamos comprado la TDT.
Los encargos en línea de la compra para personas con poca movilidad o las operaciones bancarias sin necesidad de salir de casa tienen todo su sentido para la gente mayor. Como es y será práctica la teleasistencia prevista en los servicios sociales o médicos y la formación on-line para los adultos.
Hay muchos otros ejemplos que demuestran que apostar por aumentar el uso de las TIC entre la población adulta tiene todo su sentido. Ya no es un problema de infraestructuras. En relación con los equipos, se puede facilitar la compra de ordenadores y otros aparatos entre aquellos que tengan un poder adquisitivo que no les permita sufragar el gasto. Se puede y se debe realizar la formación que sea necesaria.
El problema está en la actitud. En el interés. En la predisposición, el rechazo o la indiferencia a incorporar la tecnología de la información y la comunicación en la propia vida.
Enric Renau
Editor
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