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Sólo con el esfuerzo de todos podemos combatir la obesidad

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Francisca Pérez Llamas, Profesora Titular de Fisiología en el Máster en Nutrición y Dietoterapia de la Universidad de Murcia
En los países desarrollados existe una amplia disponibilidad de alimentos, a diferencia de lo que ocurre en los países en vías de desarrollo. Es por ello que, entre ambos grupos de países, los problemas derivados de la nutrición son bien diferentes. Mientras que en el mundo en vías de desarrollo, la carencia de energía, proteínas y de otros nutrientes, da lugar a las enfermedades de la desnutrición y carenciales que, junto con las enfermedades infecciosas, constituyen los principales problemas de salud; en las sociedades desarrolladas, estos problemas los constituyen el exceso de energía, grasas saturadas y azúcares simples en la dieta que, junto con el sedentarismo, han dado lugar a las denominadas enfermedades de la opulencia, tales como obesidad, diabetes, dislipemias, enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, caries dental y cáncer.

Así, las enfermedades cardiovasculares y diversos tipos de cáncer están relacionados con un exceso de energía y grasa en la dieta, especialmente de origen animal, pero también con una baja ingesta de fibra. El sedentarismo, típico de las sociedades desarrolladas, es una importante causa de la mayor prevalencia de osteoporosis. La caries dental se ha asociado con un exceso en el consumo de azúcares simples, y el déficit de hierro, con el desarrollo de anemia ferropénica. La obesidad además de ser, por ella misma, una verdadera enfermedad y no un simple problema de estética, constituye un importante factor de riesgo de otras enfermedades degenerativas, como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión o el síndrome metabólico.

En nuestro país, en el momento actual, el sobrepeso esta constituyendo una auténtica epidemia entre los niños y adolescentes, alcanzando cifras próximas al 50%, del cual cerca del 15% sufre de obesidad. Aunque muy grave es que el niño o adolescente obeso sea motivo de mofa por parte de sus compañeros, tenga dificultad en encontrar ropa que le siente bien, se sienta discriminado y abandonado por las personas que le rodean, el mayor de los problemas es que, en la edad adulta, existe una altísima probabilidad de que siga siendo obeso, y por tanto, tendrá un elevado riesgo de desarrollar otras enfermedades que reducirán su calidad y esperanza de vida.

Las causas por las cuales se está produciendo este fenómeno son fundamentalmente dos, por un lado, una rápida modificación del patrón de consumo de alimentos, que conlleva a ingerir un exceso de energía y grasa en la dieta, y por otro, la progresiva disminución de la actividad física, que está llegando a grados extremos de sedentarismo. Son múltiples los factores que nos han llevado a esta desafortunada situación: el rápido ritmo de vida y el estrés, la reducción de la unidad familiar, el incremento en el tamaño de ración, cambios en el horario de las comidas, la aparición de alimentos nuevos, rápidos y fáciles de elaborar o que no requieren ningún tipo de preparación, la mayor utilización de comedores colectivos, la incorporación de la mujer a la vida laboral, la globalización de los alimentos, el impacto de la publicidad, el culto al cuerpo, la aparición de nuevas culturas culinarias, etc.

Para luchar contra esta auténtica epidemia, la mejor forma es, sin duda, la formación, la educación en unos hábitos de vida saludables en general y alimentarios en particular. Creer que la educación es una cuestión que afecta sólo a la escuela, simplemente es una simplificación incorrecta; tampoco se trata únicamente de un problema sanitario o exclusivamente familiar. Modificar los hábitos alimentarios de nuestros niños y adolescentes, es un proceso largo y complejo, pero no imposible, que debe contemplarse desde distintos niveles para que las estrategias dirigidas hacia esta modificación tengan posibilidades de éxito. Sólo con el esfuerzo de todos, podremos luchar contra la obesidad.

Entre las estrategias que pueden fomentar hábitos alimentarios y de vida saludables, y así poder luchar contra la obesidad, se encuentran distintos tipos de actuaciones:

1) Actuaciones sobre el individuo, con la participación de los padres, educadores, pediatras y personal sanitario, supervisando los hábitos alimentarios y de actividad física del niño o adolescente, y dirigiéndolos hacia comportamientos más saludables.

2) Actuaciones sobre el colectivo, con la participación de los centros de educación, que informen, pero que al mismo tiempo motiven y estimulen a la población joven, mediante la utilización de medios didácticos adecuados y la colaboración de expertos en nutrición.

3) Actuaciones sobre la población, con la participación de las autoridades sanitarias, mediante la coordinación de campañas educativas y de intervención, y aportando la infraestructura y los medios necesarios para el desarrollo de las mismas.

La familia es el primer elemento implicado en la educación nutricional del niño, por lo que hay que dirigir sobre ella el primer esfuerzo formativo. En el hogar es donde se realiza la mayor parte de las comidas y donde se planifica la estrategia de la cesta de la compra. En este sentido, es prácticamente el ama de casa la responsable mayoritaria de estos menesteres. Además, los hábitos alimentarios se implantan en edades muy tempranas de nuestra vida, hacia los dos o tres años. Por ello, es fundamental que los padres fomenten en sus hijos, desde muy niños, hábitos saludables, el desarrollo moderado pero regular de actividad física y la ingestión de una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y pescados, y moderada en alimentos densos en energía, grasas saturadas, sal y azúcares simples.

Es por tanto necesario recurrir a la recuperación de los hábitos de vida tradicionales: recuperar el primer plato de cuchara, las legumbres, con los guisos, potajes, cocidos, etc. En segundo lugar, la inclusión en el menú diario de las ensaladas y las verduras, para producir sensación de saciedad y suministrar las necesidades de fibra y los requerimientos de micronutrientes. Completar la comida con frutas frescas, por su importancia en suministrar minerales, vitaminas y fibra, y eliminar los postres lácteos y, sobre todo, tartas y bollería industrial. También, es importante ir reduciendo, de forma progresiva, todos los productos considerados como "comida basura”, no sólo de la dieta habitual de los niños sino de toda la familia (patatas fritas de bolsa, snacks, barritas de chocolate, chucherías, hamburguesas y pizzas comerciales, productos prefritos, refrescos carbonatados, etc.).

Para este primer peldaño son necesarias campañas informativas y de educación nutricional para la familia y, especialmente para las amas de casa, llevadas a cabo por especialistas en nutrición y promovidas por las autoridades sanitarias.

El segundo elemento estaría relacionado con el colegio, en general con los centros educativos, donde se deberá impartir una adecuada información nutricional, incluyendo explicaciones sobre las bondades y cualidades saludables de los grupos de alimentos, todo ello acompañado de una buena planificación de los menús si en el centro se ofrece algún tipo de comida. Por supuesto, evitando la presencia de maquinas de bollería, de golosinas y de refrescos en el interior del centro (medidas que acaban de ser aprobadas, por cierto, por el Gobierno de Gran Bretaña).

Estos aspectos de educación nutricional se deben complementar de manera imprescindible con la incorporación y el establecimiento de otros hábitos de vida saludables, luchar contra el sedentarismo, el tabaco, y en su caso, contra el alcohol y cualquier otra sustancia nociva.

El tercer elemento a considerar en el proceso educacional es el de los medios de comunicación social (televisión, radio, prensa escrita, etc.), con su enorme capacidad de impactar directamente sobre la población en general y los colectivos jóvenes en particular. Sin duda, una correcta información nutricional difundida a través de los medios de comunicación, especialmente la televisión, adquiere una gran importancia en el apoyo externo a los programas nutricionales y de promoción de la salud.

Sin embargo, en el momento actual, los alimentos anunciados en televisión se alejan notablemente de los considerados como más saludables, mayoritariamente en el caso de aquellos dirigidos a niños y adolescentes. De hecho, sabemos que este medio de comunicación aporta una mayor desinformación nutricional, que educación nutricional consiguen los esfuerzos de los padres y de las instituciones docentes y sanitarias. Se ha demostrado que los niños que ven la televisión durante más tiempo, son los que presentan mayores errores en sus conocimientos en lo referente a una alimentación saludable. Éste es un tema que nos preocupa profundamente a los profesionales de la salud, sobre todo, en el impacto que tiene sobre los grupos de población más vulnerables, como son precisamente los niños y adolescentes.

Desde este artículo quiero hacer una llamada de atención a todos aquellos padres que, por olvido o descuido, no controlan el tiempo que sus hijos están frente a la televisión, pues no son conscientes de que, además de lo ya comentado, están permitiendo que sus niños adquieran otro hábito de vida tan indeseable y perjudicial como es el sedentarismo.

En último lugar, debemos considerar la intervención de las instituciones políticas, cuya función fundamental, y por otro lado obligatoria, es la de facilitar los medios para que todo lo anteriormente comentado se produzca. Además de promover la coordinación de campañas educativas y de intervención, y aportar la infraestructura y los medios necesarios para el desarrollo de las mismas, deberán dirigir sus esfuerzos para modificar todos aquellos factores sociales, económicos y de marketing que puedan conducir a problemas nutricionales. Así, por ejemplo, deberán controlar los menús de los comedores colectivos de guarderías, colegios, institutos, universidades; fomentar en las industrias alimentarias el desarrollo de alimentos más saludables; regular que la información nutricional en el etiquetado de los alimentos sea verídica y clara para el consumidor, así como la cantidad de alimento por ración; vigilar que los anuncios publicitarios de alimentos eduquen y no desinformen o engañen a la población, etc.

¡¡¡Familiares, educadores, profesionales de la salud, políticos, medios de comunicación, industrias alimentarias, todos contra la obesidad!!!
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