El próximo día 20 de febrero se celebrará en España un referéndum para aprobar o no el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa. Un Tratado que pretende reforzar la idea que Europa, "unida en la diversidad” puede "avanzar por la senda de la civilización, el progreso y la prosperidad por el bien de sus habitantes, sin olvidar los más débiles y desfavorecidos” ... "abiertos a la cultura, al saber y al progreso social”, como dice su preámbulo.Una lectura del texto es recomendable antes de ir a votar, pero ahí van algunos comentarios, para quien le interese, en concreto, lo que señala en el ámbito de la educación y la formación.
En primer lugar, la Unión Europea dispondrá de competencia para realizar acciones de apoyo, coordinación y complemento en materia de educación y formación profesional.
Esta competencia ya existía de facto, aunque con el Tratado, quedará reconocida formalmente. En su parte III, capítulo V y sección 5, se desgranan los ámbitos en los que la Unión puede realizar acciones de apoyo y coordinación.
Las ideas clave que defiende el Tratado en esta sección de Educación y Formación son la Calidad, la Cooperación entre Estados y el Respeto a la responsabilidad de éstos en los contenidos, organización del sistema educativo y su diversidad cultural y lingüística.
En concreto esto significa:
- Favorecer la dimensión europea de la enseñanza, especialmente a través de el fomento del aprendizaje de las lenguas
- Favorecer la movilidad de estudiantes y profesores, reconociendo títulos y períodos de estudios
- Promover la cooperación entre centros docentes
- Promover la educación a distancia
Desde mi punto de vista este tratado no deja muy claro si vamos a una integración de los sistemas educativos, o cada país podrá ir por su lado, porque sólo acepta, por escrito, el "incrementar el intercambio de información y experiencias entre los sistemas educativos”, pero no una política común.
En relación específica con la formación profesional, el Tratado refuerza y complementa las acciones de los Estados miembro y buscará:
- Facilitar la adaptación a las transformaciones industriales, fomentando la formación y reconversión profesionales
- Mejorar la formación profesional inicial y permanente, facilitando la inserción al mercado laboral y profesional de los que la realizan.
No hay pues grandes avances en este Tratado en relación con la que ya teníamos. Quizás porque en el marco de la Educación Europa ya había avanzado más que en otros campos, véase por ejemplo la Declaración de Bolonia, o quizás porqué, a la hora de la verdad, los Estados miembro se han blindado y más que hacer una apuesta por una única Europa, han preferido asegurarse su supervivencia en un marco económico superior.
No niego que este Tratado sea un avance, pero la impresión final que me queda es que se ha perdido una gran oportunidad para dar un salto definitivo hacia un concepto real de ciudadanía europea.
Un salto hacia una unión real de todos los europeos, sin la intermediación vigilante de los Estados y con unos órganos de gobierno elegidos directamente por los ciudadanos -el Parlamento- que disponga de verdaderas competencias legislativas y poder político, en relación al Consejo Europeo -formado por los jefes de Estado o de Gobierno-, el Consejo de Ministros -idem- y la Comisión Europea.
Tampoco observo ninguna novedad especial en los grandes retos que se fija para la educación y la formación. El Tratado pasa de puntillas por los grandes retos educativos como los valores, la gestión de la inmigración, la brecha digital, la competitividad de nuestros centros educativos o la investigación.
Vamos avanzando, pues, pero falta mucho.
Enric Renau
Editor
