Encuentra tu curso ideal

9%

¿Qué quieres estudiar?

"Un solo día de bombardeos dinamitan 30 años de esfuerzos de educación para la paz"

Entrevista

En el Día Escolar de la No Violencia y la Paz, Cécile Barbeito, investigadora de la Escola de Cultura de Pau, explica que la cultura de paz se puede aprender, pero que en contextos hostiles es difícil que perdure

  • Tiempo de lectura 7 mins

  • Valora

  • Deja tu comentario
Cécile Barbeito. Investigadora de la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).
Con motivo del Día Escolar de la No Violencia y la Paz, que se celebra cada 30 de enero, te ofrecemos esta entrevista con Cécile Barbeito, investigadora de la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), quien se especializa en educación para la paz, evaluación y la influencia de los municipios en la construcción de la paz.
 
Actualmente, está realizando su doctorado enfocado en estrategias para mitigar los efectos de la polarización política en las escuelas. Entre sus publicaciones destacan libros como 122 acciones fáciles (y difíciles) para la paz y Herramientas e iniciativas de las ciudades europeas para construir la paz. Prácticas de diplomacia de ciudades, así como su contribución como coautora en Competències per Transformar el món y Juegos de Paz. Caja de herramientas para educar para una cultura de paz.
 
Barbeito también posee un Máster en investigación en didáctica y evaluación educativa de la Universitat de Barcelona (UB), y ha obtenido diplomas en Salud Mental en Situaciones de Violencia Política y Catástrofes Naturales por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y en Cultura de Paz por la UAB, siendo licenciada en Ciencias Políticas por esta misma universidad.

Según la UNESCO, los sistemas educativos pueden ser una herramienta preventiva, que construya y sostenga la paz. ¿Qué acciones concretas se pueden realizar desde la educación y la formación para contribuir a la construcción de esta cultura de paz?
 
La cultura de paz se puede aprender, pero no por generación espontánea ni por inercia. Aprenderla requiere una práctica sostenida y labrar de forma constante las propias habilidades y actitudes, prácticas. A la vez, la cultura de paz no depende solo de las personas individuales. Para contribuir a ella también hay que implicarse en generar las condiciones adecuadas del contexto.
 
Esto puede implicar, de más cercano a más ambicioso:
 
  • Educar en las competencias más importantes para la paz (escucha, empatía, asertividad, cooperación…).
  • Generar vínculos – educador-educando, pero también con otras personas, desde el afecto.
  • Marcar límites y hacer respetar las normas de forma firme con el problema, pero comprensiva con la persona
  • Crear unas condiciones de grupo favorables a la cohesión y la convivencia (prevención).
  • Utilizar metodologías educativas participativas y socioafectivas (dinámicas de grupo, aprendizaje cooperativo, comunicación no violenta, prácticas restaurativas, etc.)
  •  Abordar contenidos controvertidos relacionados con las diferentes formas de violencia y otras problemáticas sociales, cercanas o mundiales.
  • Pactar normas, alianzas o acuerdos de convivencia con el grupo y revisar regularmente si los acuerdos se están cumpliendo.
  • Consultar y garantizar que existen canales de participación y toma de decisiones real.
  • Participar en iniciativas de la comunidad.
  • Vincularse a campañas de paz… ¡Hay mil maneras!
 
La buena noticia es que existen infinitas técnicas y metodologías que lo llevan trabajando desde hace décadas, así que es cuestión de formarse y de ser perseverante en la aplicación.

¿Qué consejos les daría a los docentes sobre cómo abordar los temas relacionados con la paz y la violencia en los centros educativos, en un momento actual en el que hay varios conflictos bélicos (como la guerra de Ucrania o Israel, entre otros)?
 
Aunque hace años que el número de conflictos armados en el mundo ronda los 30, parece que la crudeza de la violencia en Ucrania y en Palestina, ambas muy mediatizadas, nos ha interpelado desde más cerca. Si en el caso de Rusia y Ucrania la opinión pública se posicionó muy mayoritariamente del bando ucraniano y no fue polémico celebrar actos simbólicos a favor de la paz en centros escolares, incluso en aquellos en los que había alumnado ruso, en el caso de Israel y Palestina hay mucha más reticencia y polémica a la hora de abordarlo.

Mi primera recomendación es que, por poco que se sepa que parte del alumnado está expuesto a este tema (a menudo a partir de los 7-8 años), se aborde. Siempre con sensibilidad, y velando por la pluralidad de puntos de vista, pero abordándolo.
 
Tal como invita a hacerlo la LOMLOE, una de las funciones de la educación, es aportar pistas para comprender realidades sociales impactantes o controvertidas, especialmente si directa o indirectamente, pueden afectar a alumnos del centro.
 
En la historiografía tradicional se abordaban las guerras para explicar los cambios de frontera, de reinos, de imperios, o en los casos más recientes en los intereses económicos. Hoy no podría concebir abordar un conflicto armado sin poner en el centro a las víctimas y exponer las violaciones de derechos humanos, de derecho internacional humanitario. Por ello, un mensaje esencial es que independientemente de que se sienta mayor solidaridad, afinidad o simpatía por alguno de los bandos, hay que reconocer el dolor de todas las víctimas.
 
Denunciar toda la violencia que padece la población civil independientemente del color de su bandera y a la vez de forma proporcional al daño padecido, porque en los conflictos armados y en otras formas de violencia extrema suele haber bandos más o menos poderosos, estrategias que respetan poco o menos aún los derechos humanos y bandos que ponen más o menos muertos. Es posible citar todas las formas de victimización, sin que eso implique equiparar el dolor de los bandos.  

En tercer lugar, y desde una perspectiva de educación para la paz, es también relevante denunciar quién se beneficia de la guerra. Qué beneficio quieren sacar los estados, qué empresas – militares, pero también civiles - se lucran de la guerra, qué accionistas se enriquecen cada vez que empieza una guerra, y qué bancos contribuyen a la financiación de estas empresas. Las guerras son una fatalidad, pero no una fortuidad. No suceden porque sí, sino por una suma de intereses muy dañinos que hay que denunciar.
 
Así que en resumen recomendaría:
 
  • Abordar el tema (en función de la edad)
  • Evitar la exposición a imágenes demasiado explícitas en edades tempranas
  • Aportar una diversidad de voces y de puntos de vista
  • Tratar los intereses geopolíticos y a la vez poniendo a las víctimas y los derechos humanos en el centro
  •  Denunciar a los actores que se benefician de las guerras.
 
¿Qué evidencias conoce que demuestren que una educación para la paz contribuye a una mejor convivencia, a la reducción del odio y de los conflictos?
 
Por desgracia no puedo dar una respuesta definitiva a esta pregunta.
 
En contextos hostiles, en los que reina una violencia tan grave como un conflicto armado abierto, diferentes estudios coinciden en que la educación para la paz no consigue tener un efecto ni suficiente, ni sostenido en el tiempo. En esos contextos, los mensajes del entorno que usan y legitiman el uso de la violencia son tan fuertes que lo que pueda llegar a conseguir la educación para la paz no es suficiente para contrarrestar. Un solo día de bombardeos como los de Gaza o de ataque a Israel dinamitan 30 años de esfuerzos de educación para la paz, ya no digamos cuando se han superado los 100 días. En conflictos armados, el terror y el odio se consiguen inmediatamente, la convivencia requiere procesos de décadas. Por ahora la mayoría de las víctimas no querrá saber nada de la otra parte, como es comprensible. Esta constatación, sin embargo, no debe servir para abandonar en estos contextos, porque en ese caso la situación sería todavía peor, pero si hay que ser conscientes que la educación para la paz no puede resolver todo por sí misma, y no todo sirve ni en cualquier contexto ni en cualquier momento.
 
En contextos más pacíficos, es más fácil recoger evidencias de cambios reales hacia situaciones de mejor convivencia, reducción del odio y mejores capacidades de abordar los conflictos. Desde nuestra experiencia en l'Escola de Cultura de Pau y de actores con los que hemos trabajado, por citar casos cercanos, algunos resultados de la educación para la paz son:
 
  • Conseguir que las personas verbalicen más sus emociones y lo que necesitan.
  • Conseguir, en clases en las que había alumnos marginados, que nadie juegue solo en el momento del patio o se sienta sola.
  • Conseguir romper estereotipos fuertes e imagen del enemigo en procesos a medio plazo en contextos polarizados (Cataluña en el 2018, Nicaragua) y que personas que nunca se hubieran dirigido la palabra se sientan escuchadas por el resto, a base de promover el conocimiento y la confianza.
  • Reducir el absentismo escolar centros de alta complejidad porque el alumnado se siente más acogido en el centro.
  • Que después de una formación, el profesorado sea capaz por sí mismo de revisar sus normas de convivencia y las consecuencias a saltarse normas con medidas restaurativas.
También hay evidencias o resultados a nivel social, como que, los centros escolares tienen una cultura menos autoritaria y más democrática; que a raíz de demostrar que los castigos corporales y la violencia psicológica afectan el desarrollo neurológico de niños y niñas, se hayan prohibido y se haya reducido drásticamente su práctica, que se haya extendido la educación emocional.

En general, la educación para la paz aporta múltiples pautas para relacionarnos mejor con las demás personas, y esto, tanto alumnado o educandos, como docentes o educadores, lo agradecen mucho, porque todos lo necesitamos. No todo el mundo acaba aplicándolo por igual, y por eso es recomendable hacer algún tipo de seguimiento a medio plazo y ver cómo se están aplicando los aprendizajes, pero funcionar, ¡funciona!
Deja tu comentario