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Claves de la neuroeducación en el aula: las emociones, lo social, la atención y la actividad física

Artículo de opinión

  • 15/11/2023
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Anya Doherty. Doctora en Educación y profesora de la Pontificia Universidad Católica de Valparaiso (Chile) y la Universitat Oberta de Catalunya
La neuroeducación se ha asentado como una nueva disciplina híbrida en las últimas décadas. Nacida del solapamiento o encuentro entre los campos de la educación. neurociencia y psicología, ofrece una mirada más completa del proceso de enseñanza-aprendizaje. Resulta que el creciente conocimiento que tenemos sobre el cerebro tiene el potencial de mejorar nuestro quehacer docente. Para citar a la neurocientífica Lesley Hart (1985): "diseñar una experiencia de aprendizaje sin saber del cerebro es como diseñar un guante sin conocer la mano".
 
La neuroeducación está llegando a las aulas, desde la educación infantil hasta la superior y en muchos sentidos afirma y da la razón a las teorías e intuiciones de los y las grandes de la pedagogía: Montessori, Piaget, Vygotsky y Dewey. Pero, además, plantea cambiar viejas prácticas: nos desafía a repensar y modificar nuestro modus operandi porque la investigación neurocientífica evidencia que no son idóneos para el aprendizaje. A continuación, exploraremos algunos elementos claves que debemos tener presentes para enseñar mejor, con el cerebro en mente.
 

Cuidar la convivencia en el aula y las emociones del alumnado

En primer lugar, las emociones sí que importan. Históricamente, en la educación se ha vivido un desprecio hacia las emociones, mientras que el raciocinio y el pensamiento abstracto han ocupado una posición privilegiada, explica el neurocientífico Jaime Lavados (2012). Efectivamente, la cita clásica de René Descartes: "Pienso, luego existo", la debemos hoy sustituir por "Sentimos, así aprendemos". Así se se titula el artículo de los neurocientíficos Immordino-Yang y Damasio (2007), en el que hacen hincapié en la importancia de las emociones y en lo social en el proceso de aprendizaje.
 
La investigación neurocientífica revela que, en situaciones emocionales negativas, el cerebro emocional puede bloquear el procesamiento de información nueva (estímulos, aprendizajes) porque entra en un estado de "pelea, huida o congelarse" y el cerebro destina sus recursos a resolver una situación de amenaza. En el aula esto se traduce a una sensación de miedo por vergüenza (que no me llamen a la pizarra a resolver la ecuación), por bullying o desprecio de parte de los pares y/o la profesora o el profesor. Un trato vejatorio crea un ambiente de inseguridad emocional y perjudica el aprendizaje. Como docentes, podemos cuidar el ambiente en el aula con prácticas como la educación emocional, círculos de diálogo, modelar interacciones respetuosas y un trato empático, e incluir la práctica de mindfulness, para promover un ambiente de confianza. Agregar humor y juego a las clases también ayuda a promover la liberación de neurotransmisores serotonina y dopamina y construir un ambiente positivo que favorece el aprendizaje.

Promover la interacción entre los estudiantes en clase

Somos seres sociales, y el cerebro es testigo fiel a eso. Desde una perspectiva evolutiva, el ser humano siempre ha aprendido y evolucionado con su grupo social. Las neuronas espejo hacen que nos identifiquemos con las emociones y gestos de la persona que tenemos adelante, que sintamos empatía, que aprendamos por imitación. Por otra parte, el neurotransmisor oxitocina es liberado en situaciones de vínculo afectivo y bienestar social. Entonces, en clase, en vez de insistir en que los estudiantes no se comuniquen entre sí, que trabajen solos y en silencio, debemos promover la interacción, potenciar el trabajo grupal colaborativo, y ayudar a establecer normas de interacción y convivencia respetuosas.
 
Podemos juntos con los alumnos, elaborar un acuerdo de normas de convivencia en el aula. El uso de los gestos para acompañar una explicación verbal potencia la comprensión. Podemos incorporar desafíos o retos de aprendizaje a través de aplicaciones de gamificación que promuevan un ambiente destendido y divertido durante el proceso de aprendizaje. Otra buena herramienta es la aplicación de la metodología de Aprendizaje Basado en Proyectos. Es más, estrategias pedagógicas como estas promueven un rol activo y protagónico del aprendiz – y así aprendemos mejor, siendo activos no pasivos en el proceso de aprendizaje.
 

Tener en cuenta que la atención es limitada

La atención es un recurso limitado. La capacidad de atención sostenida de niños/niñas, o sea su habilidad de enfocarse continuamente en algo, es corta. Si adolescentes y adultos tienen una capacidad de 10 a 20 minutos, alumnos de Primaria tienen menor capacidad de estar concentrados en algo (Ruff y Lawson, 1990). Entonces, en clase no es razonable exigir que los alumnos estén atentos y quietos durante 45 minutos. Debemos insertar cambios de enfoque, actividades variadas, insertar pausas activas, adivinanzas, anécdotas, o simplemente alternar entre presentación de parte del profesorado y trabajo colaborativo o individual; cambiar de modalidad de input u output – de un texto escrito a imágenes, o a audio o video.
 
La atención la debemos cuidar. Esto significa que debemos velar por los sobre estímulos en la clase. De no llenar las paredes de texto e imágenes, de no inundar los alumnos con diversas fuentes de estímulo simultáneamente – video, imágenes, texto, audio. Dejemos que tomen su tiempo para descifrar la información, de comprender. Y cuidemos la sobreexposición a pantallas. Las tecnologías digitales y sobre todo las redes sociales favorecen la atención superficial y fragmentada. No nos quedamos a leer todo un párrafo, buscamos el significado en las primeras 3 palabras. Cambiamos de una pantalla a otra, de una aplicación a otra en segundos. Estamos constantemente pendientes de avisos de aplicaciones. Y tratamos de hacer 2 o 3 cosas que requieren la atención sostenida a la vez: el multitasking.

El cerebro no es capaz de hacer multitasking. Solo puede atender a una cosa a la vez. Cuando le exigimos concentrarse en 2 cosas, lo que pasa es que se dirige la atención al primer elemento unos segundos o milisegundos, después se cambia en enfoque al segundo elemento. La alternancia entre focos de atención gasta recursos atencionales, ya que el cerebro tiene que reestablecer su enfoque cada vez. De la investigación de Uncapher et al. (2016) queda evidente que las personas que tienden a hacer multitasking digital tienen peor capacidad en la memoria del trabajo y también en la memoria a largo plazo.

Fomentar que el alumnado se mueva más en clase

La actividad física ayuda el aprendizaje. Desde una perspectiva evolutiva, el genoma humano evolucionó en las llanuras de África, siendo nosotros recolectores y cazadores. Tiene aún hoy relevancia en nuestra forma de prestar atención y aprender. Cuando entramos en movimiento se activan redes atencionales en respuesta a la posibilidad de encontrarnos con la novedad, que es en sí una oportunidad de aprender, conseguir alimento, y evolucionar. Además, al movernos se activa el circuito dopaminérgico de recompensa, ya que hay expectativa y motivación por este encuentro con el mundo y la novedad. Al movernos, aparte del neurotransmisor dopamina, también se libera acetilcolina, que está implicado en el aprendizaje y la memoria. Con la actividad física se aumenta el ritmo cardiaco, que a la vez fomenta la oxigenación del cerebro, junto a glucosa y otros nutrientes. Simplemente levantarte del asiento incrementamos en 7% el oxígeno que llega al cerebro, mejorando su potencial de trabajo.
 
La investigación neurocientífica indica que la actividad física incrementa la capacidad atencional, la activación neural, y una variedad de capacidades cognitivas (Donnelly et al, 2016). Existe evidencia también que los niños y las niñas con mejor nivel de fitness, tienen mayor volumen de ciertas regiones cerebrales y mejor dominio de las funciones ejecutivas (las más sofisticadas del cerebro, como es la memoria del trabajo, la inhibición del impulso y la flexibilidad cognitiva) (Chaddock-Heyman et al., 2018; Chaddock et al., 2011).
 
Como docentes, podemos incorporar momentos de movimiento en nuestras clases. Hay diversas posibilidades, desde pequeñas pausas activas, agregar gestos o acciones a una lección, diseñar actividades que implican que los estudiantes se levanten de sus lugares y vayan a diferentes puntos del aula. Los quiz se pueden transformar en actividad física de equipos donde el alumnado deba correr a depositar una ficha (su respuesta) en un balde o anotarlo en la pizarra. Levantarnos a estirar o tocar los dedos de los pies entre actividades es otra herramienta sencilla pero útil (ver Doherty y Forés, 2019 para más ideas).
 
En el aula tenemos la posibilidad de fomentar el aprendizaje, prestando atención a estos cuatro pilares que emergen de la neuroeducación como prioritarios. Nos ayudarán a construir un aula más acorde a cómo aprende el cerebro. Ayudará a que la enseñanza y el aprendizaje sean más gratos y gratificantes, tanto para la docente como para los estudiantes. ¡A atreverse a cambiar!
 

Referencias

  • Chaddock L, Pontifex MB, Hillman CH, Kramer AF. (2011) A review of the relation of aerobic fitness and physical activity to brain structure and function in children. J Int Neuropsychol Soc. Nov;17(6):975-85. doi: 10.1017/S1355617711000567. PMID: 22040896.
     
  • Chaddock-Heyman L, Erickson KI, Kienzler C, Drollette ES, Raine LB, Kao SC, Bensken J, Weisshappel R, Castelli DM, Hillman CH, Kramer AF. (2018) Physical Activity Increases White Matter Microstructure in Children. Front Neurosci. Dec 19; 12:950. doi: 10.3389/fnins.2018.00950. PMID: 30618578; PMCID: PMC6305717.
     
  • Doherty, A. y Forés Miravalles, A. (2019) Physical Activity and Cognition: Inseparable in the Classroom. Frontiers in Educationhttps://doi.org/10.3389/feduc.2019.00105
     
  • Donnelly JE, Hillman CH, Castelli D, Etnier JL, Lee S, Tomporowski P, Lambourne K, Szabo-Reed AN. (2016) Physical Activity, Fitness, Cognitive Function, and Academic Achievement in Children: A Systematic Review. Med Sci Sports Exerc. Jun;48(6):1197-222. doi: 10.1249/MSS.0000000000000901. PMID: 27182986; PMCID: PMC4874515.
     
  • Immordino-Yang, M. H., & Damasio, A. (2007). We feel, therefore we learn: The relevance of affective and social neuroscience to education. Mind, Brain, and Education, 1(1), 3–10. https://doi.org/10.1111/j.1751-228X.2007.00004.x
     
  • Lavados, Jaime (2012) El cerebro y la educación: Neurobiología del aprendizaje. Editorial Taurus.
     
  • Ruff, H.A.; Lawson, K.R. (1990). Development of sustained, focused attention in young children during free play. Developmental Psychology 26 (1): 85-93. doi:10.1037/0012-1649.26.1.85.
     
  • Uncapher, M.R., K. Thieu, M. & Wagner, A.D. (2016) Media multitasking and memory: Differences in working memory and long-term memory. Psychon Bull Rev 23, Jan. 483–490. https://doi.org/10.3758/s13423-015-0907-3
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