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¿Qué quieres estudiar?

"Ya, música, pero... ¿qué quieres estudiar?" El nacimiento de una vocación y la dificultad del camino profesional

Artículo de opinión


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Nieves María Pelejero Ibáñez. Maestra especialista en Educación Musical. Grado superior de Violonchelo. Directora del CEIP Carles Salvador de Barxeta (Valencia)
"Ya, música, pero… ¿qué quieres estudiar?" El nacimiento de una vocación y la dificultad del camino profesional

En la zona de donde soy, tierra como es de gran afición y de numerosas y buenas bandas, cuando un chaval "se apunta" a música lo hace casi por inercia. Si a la tradición territorial se suma cierta herencia familiar (en casi todas las casas hay o ha habido algún músico), nos encontramos con un ambiente más que propicio para que la música sea desde muy temprano algo cotidiano en la vida de un niño o niña.
  
Esos lugares, académicos al fin y al cabo, que constituyen las escuelas de música, dan paso a un ambiente cuasi lúdico, de aprendizaje pero con un grado de disfrute tal que la mayoría de las veces el alumno o alumna se cree simplemente jugando. La música empieza a formar parte de sus vidas y sus vivencias, de su crecimiento, y se llega a no poder concebir las tardes sin "tener que ir a música".

Los años van pasando, los cursos académicos también, la dificultad en los estudios va en aumento, pero crece en igual medida el gusto por continuar aprendiendo a hacer música. A saber "leer" y transformar esas hormiguitas del papel pautado en sonidos. A ir perfeccionando ese sonido que poco a poco suena más bello.

El gusto, las ganas, el placer por hacer música va creciendo, va "atrapando", pero... ¿cuál es el punto? ¿Cuándo el momento exacto en el que la afición, el hobby, da paso al hecho de no poder entender una vida sin estudiar, sin vivir la música? Uno percibe este gran cambio cuando es consciente de ello: de que no hay nada que le guste más que interpretar con su instrumento.

Y puede ser dura la decisión, o más bien difícil de hacerse entender, cuando a los dieciocho años te preguntan:

- Y tú, ¿qué quieres ser?
- ¿Yo? Yo quiero hacer música.
- Sí, ya, ir a la banda y eso… me refiero a estudiar.
- Es que en música también se estudia.
- Ya lo sé, que son muchas horas dándole al instrumento, que es muy sacrificado… pero me refería a qué carrera vas a elegir.
- ¡Es que la música es una carrera!


La decisión ya está tomada, el camino ya está empezado aun sin saberlo, y la amalgama de sacrificio, aptitudes y ganas ha conseguido que la música sea, irremediablemente,  más que una afición.

Y qué mejor que querer dedicarse a lo que a uno realmente le llena, con lo que se siente realizado y que constituye el motor de su vida… Pero si ese motor es la música, lo primero que se va a encontrar es incomprensión y desorientación.

Las carreras artísticas no han sido nunca bien valoradas en su estado profesional, por su teórica "poca salida" y por un cierto halo de desprestigio de la condición de artista y en particular de músico. Ni que decir tiene que el demérito de la profesión de músico para el género femenino y particularmente para la interpretación de ciertos instrumentos (sobre todo de la familia del viento metal) ha sido aun mayor. Un lastre del que no nos hemos deshecho del todo, pese a los muchos avances en el terreno.

Ahora que el mercado laboral está bastante complicado en todos los sectores, en el ámbito que nos ocupa tampoco es una excepción. Las salidas profesionales son básicamente dos: la interpretación o la docencia. De entre estas dos, la vertiente solística o de tutti orquestal no es salida fácil, por el reducido número de orquestas profesionales en relación a todos estudiantes de Grado Superior que anualmente acaban sus carreras. La docencia está más extendida, hay más demanda en ese aspecto en conservatorios y escuelas de música, pero ¿eso es todo?

Hace falta más y mejor orientación laboral para la música en concreto, y en general para todo el mundo de las enseñanzas artísticas. Actualmente prima más la originalidad del producto que un currículum brillante, así que apelemos a la creatividad de los artistas en todas sus facetas para venderse y hacerse un hueco, para crear algo nuevo que impacte y con lo que puedan garantizar sus pasiones artísticas y la economía de sus bolsillos.

En nuestra sociedad, hoy como siempre pero más que nunca, se necesitan artistas que sepan percibir la realidad con otra mirada, con otros ojos que vean más allá de números y resultados. Que sepan (que deban) expresar y transmitir sentimientos, pensamientos, en definitiva, todo aquello más puro e innegable de nuestra condición humana.
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