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El papel de la educación en la promoción del desarrollo individual

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Patricia Cabrera. Orientadora Laboral de Sanromán Consultoría y Formación (Madrid)
En los tiempos que vivimos, tanto los países como las empresas deben lidiar con el cese o ajuste de sus plantillas. Para ser competitivos demandan a sus empleados una mayor preparación y una alta capacidad de adaptación. Por otro lado, la falta de motivación y vinculación de los jóvenes escolares, reflejo de cierta desconexión con el sistema educativo y con el mundo real, hace que padres y educadores se encuentren ante la ardua misión de involucrarlos en el proceso de enseñanza.

El aprendizaje se ha erigido, hoy más que nunca, en una herramienta básica para la capacitación de las personas a todos los niveles y en todas las edades.  La formación continua constituye un instrumento clave para estimular el crecimiento económico, combatir el desempleo y restaurar el posicionamiento de las empresas.  Por su parte, el sistema educativo debe asegurar que los alumnos alcanzan un nivel alto y general de conocimientos que les facilite incorporarse con éxito al mercado laboral.

Es importante que los profesionales de la educación rediseñemos en profundidad el conocimiento y las competencias que queremos transmitir, que las comuniquemos a través del proceso mismo de instrucción, que demos un sentido más global a los aprendizajes y los incorporemos a las demandas reales del mundo laboral. Ésta es una tarea compleja pero muy motivadora.

Ya en 1993 Jacques Delors resaltó el papel de la educación en la promoción del desarrollo individual y comunitario y en la mitigación de problemas sociales como el abandono escolar o la exclusión social y económica. En su informe Growth, competitiveness, employment. The challenges and ways forward into the 21st century, identificó varios ámbitos de actividad ocupacional a los que denominó "yacimientos de empleo" destinados a satisfacer nuevas necesidades sociales.

Analizando el mercado laboral español a través de las ofertas publicadas por el Servicio Público de Empleo Estatal, se puede confirmar la necesidad de ser más competitivo a nivel nacional e internacional. La mayoría de ofertas disponibles requieren dotes comerciales, dominio de idiomas, experiencia en tecnologías de información y comunicación (TIC), así como conocimientos técnicos específicos de distintos ámbitos como el industrial y el sanitario.

El sistema educativo español está reaccionado ante estas demandas incorporando mejoras en los centros escolares. Por ejemplo, para el desarrollo de competencias lingüísticas: dotándoles de laboratorios de idiomas, impartiendo algunas asignaturas del plan de estudios en inglés, incorporando el estudio de un segundo idioma. En el área de las TIC, introduciendo programas y aplicaciones pedagógicas de calidad, facilitando el uso de aulas informáticas y el acceso gratuito a Internet  y, en algunos centros, utilizando pizarras electrónicas y tabletas.

Asimismo, los sistemas públicos de empleo están incorporando programas de formación mixta con prácticas laborales para facilitar la transición de la vida educativa a la laboral, como los talleres de empleo, las escuelas taller o las casas de oficio.

Parece lógico que para estar a la altura de estas demandas los profesionales de la educación, además de poseer un amplio conocimiento técnico, incorporemos las nuevas tecnologías y el dominio de otros idiomas para fomentar el aprendizaje y la colaboración de los alumnos.

Tomando como referencia la Red de Información Ocupacional O*NET1, entre las competencias básicas de los profesionales del ámbito de la educación destacarían las estrategias de aprendizaje, la escucha activa, la capacidad de expresarse de forma oral y escrita, la instrucción, el pensamiento crítico, la coordinación, supervisión y orientación, la toma de decisiones y la perspicacia social.

Además de las competencias específicas de cada sector de actividad, existen una serie de competencias profesionales transversales que son transferibles de una a otra profesión y, por tanto, de gran valor a la hora de flexibilizar el mercado de trabajo. Entre las más importantes destacaría la creatividad o innovación, el trabajo en equipo, la resolución de problemas y gestión del tiempo, el razonamiento deductivo e inductivo, la memoria y autoevaluación, la capacidad de diagnosticar y proponer mejoras a todos los niveles, la autonomía, independencia y análisis. 

Pero de todo lo nombrado anteriormente, el componente que considero más importante en educación es su papel transformador de conductas y actitudes. Sólo con unas dosis adecuadas de motivación y dedicación conseguimos mejoras tangibles en nuestros alumnos.

Notas al pie:

1.- Base de datos del Ministerio de Trabajo y Educación estadounidense (USDOL/ETA)
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