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Buscadores de Senderos

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Victoria Silvia Fernández-Getino, Técnico de Empleo de la Fundación Universidad-Empresa de Valencia
"Cuenta Baden Powell que, entre los indios Piel Roja, al hombre que podía orientarse se le denominaba "buscador de senderos", y era un gran honor recibir tal título. El Scout recibe formación suficiente para no perderse. Cuando marcha por lugares desconocidos, anota direcciones, utiliza mapas, hace uso de jalones y, por supuesto, conoce el manejo de la brújula, aunque también sabe encontrar el Norte sin ella.” (Diccionario scouts).

No creo encontrar una mejor definición para expresar de forma tan clara y a la vez tan sencilla la tarea y el ánimo de los profesionales de la orientación académica y profesional. La desorientación en la que nos vemos inmersos actualmente debido en gran parte a los cambios sociales constantes, la evolución vertiginosa de los medios técnicos y, sobre todo, a las nuevas demandas del mercado laboral -las cuales han marcado el desarrollo de nuevos métodos, véase la gestión por competencias que prolifera en los procesos de selección en detrimento de la concepción clásica de selección- hacen del trabajo del orientador una búsqueda constante de senderos.

Como buscadores de senderos formativos nos vemos abocados no sólo a motivar en la idea de la importancia de la formación continua, que es clave, sino que también debemos y tenemos el deber de estar en constante aprendizaje, buscando nuevos y mejores modelos a seguir adaptados a los diferentes cambios, haciendo uso, claro está, de las señales sociales. No podemos obviar el contexto social, el grupo. En ese sentido, la orientación no debe ir dirigida únicamente a la formación individual para suplir carencias concretas sino que debe tratarlo como tal y también como parte integrante y significativa de un grupo. Por lo tanto, en esta década nos encontramos con grandes retos que afrontar; no sólo debemos dedicar nuestros esfuerzos a la formación en sí, sino que debemos facilitar y potenciar la integración del individuo, hacerlo formar parte significativa y necesaria de la sociedad.

Resulta primordial también dotar a las nuevas generaciones de la idea de la necesidad del aprendizaje continuo. El modelo de formación clásico plantea la formación como un etapa previa y anterior a la época laboral. En la actualidad este planteamiento ya no es operativo. Lo que hace unos años era imprescindible, hoy está obsoleto. Tal y como indica el Consejo de la Unión Europea, en su resolución 18/05/2004, se hace imprescindible una formación permanente por parte de los profesionales, ajustando sus servicios a las nuevas necesidades que surgen en las diferentes etapas vitales de las personas, tanto dirigido a las habilidades laborales ligadas a un conocimiento en concreto como a la potenciación de las competencias personales.

Así pues, el modelo ideal a seguir resultaría el que englobe los esfuerzos coordinados de todos los agentes afectados: la Administración, las universidades y las empresas. Esta colaboración debería ser el motor de la formación permanente proponiendo, desde los diferentes agentes, servicios diferenciados y complementarios.
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