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Contradicciones en la transmisión de los hábitos alimentarios

Editorial

El esfuerzo educativo debe ser de todos, pero son las familias las que deben asumir su rol central. La calidad y la variedad nutritiva en un centro es responsabilidad primera de sus gestores. El cumplimiento de las normas en los centros debe recaer entre los profesores y maestros. A los padres les corresponde ser consecuentes con los valores y hábitos alimentarios que se han transmitido en el centro.


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Enric Renau, Editor de Educaweb.com
Los cambios en los estilos de vida se perciben en las modificaciones de los hábitos de consumo y particularmente en consumo alimentario.

En términos económicos, por ejemplo, podemos decir que la partida de alimentación ha reducido muchísimo su importancia en la estructura del consumo privado en España. En 1970, según Fernando Carrasco, la partida de alimentación, bebidas y tabaco representaba el 35% del gasto de los hogares españoles. En 1997, la cifra había disminuido al 19,7%.

Disponer de una buena alimentación era lo más importante en la escala de valores y el acto de comer se situaba en el centro de la vida cotidiana de las familias. Pensemos, por un momento, en la situación de penuria alimentaria de la posguerra. La actividad profesional vinculada al esfuerzo agrícola o industrial, aún poco mecanizado, exigía un gran consumo alimentario.

En la situación actual, y no sólo económicamente, la alimentación ha quedado en un segundo término. La actividad del sector terciario, la automatización de los procesos de producción y la sociedad de la información reducen el gasto de calorías. La inserción de la mujer en el mercado laboral y la educación obligatoria de los 3 a los 16 años han modificado los hábitos alimentarios de los adultos y de los jóvenes y niños y niñas. Los estereotipos que se reproducen en los medios de comunicación y la publicidad intervienen en las actitudes de consumo de la sociedad.

Esto conlleva, a mi modo de ver, que la educación para obtener unos hábitos alimentarios saludables no sea sólo una cuestión de ingredientes y dieta, aunque también.

La clave del tema pasa por el ejemplo. El ejemplo en las escuelas al cumplir unos horarios alimentarios, al exigir unas buenas maneras al usar los cubiertos o lavarse los dientes después de comer, contrasta, en muchas ocasiones, con el descontrol en el reloj durante las vacaciones o el fin de semana, la comida reiterada de bocata o pizza en cualquier establecimiento de la calle.

Otra contradicción se produce al comparar las conclusiones teóricas de una clase de sociales en la que se ha hablado del hambre en el tercer mundo y el comportamiento real del alumnado que se observa en los muchos restos de merienda visibles dentro o fuera de la papelera más cercana del centro educativo donde se impartía la lección.

El último ejemplo de la contradicción en la educación alimentaria pasa por preocuparse por la anorexia y la bulimia, pero asumir acríticamente los dictados de las modas.

El esfuerzo educativo debe ser de todos, pero son las familias las que deben asumir su rol central. La calidad y la variedad nutritiva en un centro es responsabilidad primera de sus gestores. El cumplimiento de las normas en los centros debe recaer entre los profesores y maestros. A los padres les corresponde ser consecuentes con los valores y hábitos alimentarios que se han transmitido en el centro.

Enric Renau
editor

Editor@educaweb.com

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