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La seguridad y su papel en la sociedad

Artículo de opinión


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Manuel García Muñoz, Profesor del Graduado en Investigación Privada (Universidad de Barcelona)
Comenzaré este breve artículo con un aserto que ningún lector me podrá rebatir -ya habrá tiempo más adelante para matizar opiniones-. Esta certeza es la siguiente: Nuestro modelo social poco o nada tiene que ver con el que se encontraron nuestros padres a nuestra edad (tengamos la que tengamos) y mucho menos con el de nuestros abuelos.
Creo que para todos nosotros es obvio que las preocupaciones que primaban en la mente de nuestros queridos antecesores, no ocupan el mismo ranking que las que podemos constatar hoy en día. Aún me atrevería a decir más (y mi estimado lector si quiere puede hacer la prueba), apunte en papel sus preocupaciones por orden de importancia, ponga la fecha en ese escrito y guárdelo un tiempo prudencial. Una vez transcurrido ese tiempo reléalo y comprobará por si mismo que dichas prioridades han variado de manera importante.

Toda esta reflexión viene a cuento si se pretende hacer un somero (y modesto) análisis de las encuestas que todos conocemos y con las que nos bombardean continuamente los medios de comunicación en relación con las materias que preocupan a ese ente que llamamos sociedad (y que no es otro que usted y yo).

En estas encuestas, dependiendo de la zona geográfica o del momento social en que nos encontremos, e incluso dependiendo de la franja de edad de los encuestados, nos encontramos con temas recurrentes, que si miramos la vista atrás hace apenas décadas prácticamente nadie contaba con ellos. Como decíamos los temas que suelen aparecer hoy en día los conocemos (desgraciadamente todos): paro, terrorismo, inmigración, etc., (escríbanse en el orden que se quiera) e invariablemente aparece la gran palabra: SEGURIDAD (que en muchos casos directamente o indirectamente también están dentro del resto de preocupaciones sociales).

Todo esto nos induce a pensar que todo lo relacionado con materia de seguridad (ya sea laboral, ya sea ciudadana) ha empezado a inquietar a la masa social hace relativamente poco tiempo, lo que evidentemente ha afectado tanto al desarrollo de las diferentes actividades relacionadas con la seguridad (antes inadvertidas y en algún caso menospreciadas) y a los profesionales dedicados a las mismas.

En la isla de Delfos cuna del Dios Apolo, los visitantes de la antigua Grecia se encontraban antes de entrar en el templo una inscripción en la estoica (lugar de descanso) que venía a significar: "antes de seguir adelante buscando tu destino comprueba que tus inicios sean correctos” (los más puristas deben perdonar mi traducción libre).

Atendiendo a este sabio consejo en este momento, todos los que de una manera u otra estamos inmersos en ese abanico que llamamos profesionales de la seguridad, debemos ser conscientes de nuestros orígenes profesionales y no perder la perspectiva de hacia donde queremos y nos demanda la sociedad que avancemos.

De todo lo escrito hasta ahora y siempre generalizando, con el riesgo que conlleva (seguro que algún lector discrepará conmigo en mis siguientes líneas) e insisto salvo raras excepciones, me atrevo a postular que lo relacionado con materia de seguridad laboral y de protección de personas y bienes hace años era una materia que, por su poco peso social, era un tema menor.

Al ser un tema menor, las personas (no me atrevo a llamarles profesionales aún) que ejercían estas actividades estaban minusvaloradas y, hasta en algún caso hasta discriminadas. ¿Cuántos hemos conocido al típico vigilante nocturno, (seguramente una bellísima persona) pero que carecía de habilidades para otros trabajos dentro de la empresa?
Si esto era con las personas que ejercían estas labores no hablemos de las empresas que dedicaban algún tipo de presupuesto a la seguridad, o de cuántas disponían de departamentos dedicados a la seguridad laboral, etc.

Con este panorama parece complicado y casi suicida, que nadie (entidad, Estado, Universidad, etc.) se plantease una formación especializada y mucho menos que un niño siendo pequeño dijera a sus padres "… me quiero dedicar al mundo de la seguridad...”, seguramente los padres casi preferían que dijese que quería ser artista.

Bromas aparte, lo que sí era claro que para acceder a este mundo de la seguridad los caminos eran los más dispares y casi siempre, se llegaba por casualidad.

Hoy en día, y en muy poco tiempo, este panorama ha variado notablemente y todo lo relacionado con la palabra seguridad y los profesionales que ha ello se dedican son considerados como bazas fundamentales en cualquier proceso o acto.

En unos casos la promulgación de leyes (como puede ser la ley 23/92 que regula la seguridad privada, toda la legislación en materia de riesgos laborales, etc.) y en otros casos la presión social derivada de diferentes acontecimientos (11-M, 11-S, siniestralidad laboral, deforestación por incendios, etc.) hace que el profesional que se dedica a la seguridad (sea cual sea el ámbito) sea reconocido socialmente (tanto en exigencia como en satisfacción). Por tanto han quedado atrás y obsoletos esos llamados profesionales de seguridad sin formación especifica o experiencia que accedían al mundo de la seguridad como último recurso profesional.

La sociedad demanda cada vez personal más cualificado, formado y especialista en materias cada vez más concretas afectando esta demanda desde el nivel operativo hasta los más altos directivos.

Para satisfacer esta presión social, en el sector de seguridad todos los recursos de formación se han puesto a trabajar inmediatamente para cubrir esta necesidad, por ello tanto en empresas como en el mundo docente aparecen posibilidades para el profesional que quiere acceder a este sector.

La Universidad, como fuente del saber, no podía quedar ajena a todo este movimiento y con su saber hacer en materia de educación plantea cada vez más cursos y postgrados de formación a profesionales que están convirtiendo a los profesionales en seguridad, en una pieza cada vez más apetecible por las empresas.

Como ya he dejado entrever, la realidad en la docencia tiene muy poco historial y como en todo proceso de crecimiento no dudo que se hayan cometido errores o incluso que a la luz de un nuevo mercado docente hayan podido aparecer desalmados en busca de beneficios antepuestos a una formación sólida.

Todo esto va remitiendo con el tiempo y estoy seguro que cada vez convergirá más hacía titulaciones universitarias oficiales y regladas. Por el momento con lo que se cuenta es con el esfuerzo de profesionales tanto docentes como provenientes del mundo de la empresa que vierten sus esfuerzos (y puedo asegurar que en algún caso sin recompensa económica alguna) en pos de un sector cada vez más dignificado.

En lo que a mí personalmente respecta (y por tanto donde mejor puedo opinar) la Universidad de Barcelona ha realizado una clara apuesta por todo lo concerniente a la formación de profesionales de la seguridad, iniciándose desde los cursos homologados por el Ministerio de Interior para la obtención del Título de Director de seguridad, pasando por graduados en investigación privada y cursos de extensión universitaria en materia de Protección Civil.

Actualmente y gracias al empuje de dos pilares fundamentales, que curiosamente no provienen del mundo de seguridad sino del mundo de la docencia - lo que reafirma toda mi exposición anterior-, como son el Doctor Angel de Sola (Director de la Unidad docente de Estudios de la Seguridad de la Facultad de Derecho) y el Doctor Carlos Villagrasa (Director de estudios de postgrado), la Universidad de Barcelona ofrece y ofrecerá cada vez más posibilidades a todos estos profesionales que se quieran formar y estar al día, en un mercado cada vez más activo.
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