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Artículo de opinión

  • 27/01/2022
  • Tiempo de lectura 5 mins

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Adam Abadías Selma. Docente y consultor (Catalunya)
Los que nos dedicamos desde hace años al mundo empresarial y además tenemos el placer de combinar nuestro trabajo con la docencia, sabemos de la importancia de la Formación Profesional como eje vertebrador de la economía de un país. Sin embargo, en España, y desde hace décadas, se ha disociado la Formación Profesional de la realidad social y productiva del país a pesar de los intentos de algunas administraciones en mostrar lo contrario.
 
Me explico: siempre escuchamos los trillados argumentos tipo "en Alemania los estudiantes de FP salen con trabajo…", o el típico, "en otros países la FP está muy valorada y los estudiantes salen con buenos trabajos y un buen sueldo". De acuerdo, hay algo de cierto en esas afirmaciones. De hecho, todas las estadísticas apuntan a que en países como Alemania cursar estudios de FP acerca a los jóvenes a lograr sus objetivos laborales en gran medida debido a su política, por ejemplo, de educación que fomenta la FP Dual -aquella que combina el aprendizaje en el aula con el centro de trabajo-.
 
Pero no nos engañemos, España no es ni será nunca Alemania. El país teutón tiene poco más de un 3% de tasa de desempleo mientras que España se acerca al 14%. La cifra aumenta si nos fijamos en los parados jóvenes que en nuestro país representan casi un 30%, cuando la media de la zona euro es de un 16,5%. Este artículo no pretende ahondar en todas las causas que provocan estos desajustes, pero supongo que estaremos de acuerdo en que la cultura y el tejido empresarial español respecto a otros países de la UE es radicalmente distinto. Esto provoca que exista un paro estructural en nuestro país que impida dar salidas laborales a los jóvenes y no tan jóvenes.
 
De hecho, si tratamos de replicar modelos educativos procedentes de otros países sin tener el mismo músculo empresarial, corremos el riesgo de precarizar aún más algunos trabajos. Estos deberían servir para iniciarse en un camino laboral sin que esto fuera sinónimo de "mano de obra barata".
 
Es evidente que existe una fehaciente desconexión, imagino que por desconocimiento u omisión por parte de algunos de los órganos decisores de este país, que conlleva que empresa, política y educación a menudo no aprovechen sinergias.
 
Las administraciones deberían apostar por una FP de calidad en lugar de cantidad (aunque me temo que la fiebre de la FP nos lleva a lo segundo). ¿De qué servirá tener más titulados en FP si luego los titulados no encuentran salidas laborales? El ansia por parte de la política por "fabricar" más y más titulados sin un rumbo fijo y sin una estrategia a largo plazo que implique cambios sociales, empresariales y económicos, nos ha llevado a ser uno de los países con más titulados en educación superior universitaria y a la vez, y ahí va la paradoja, con más talento desaprovechado. Incluso he llegado a escuchar aquella frase de "es que en este país todo el mundo tiene estudios superiores…", como si fuera algo malo… Y es que de malo no tiene nada, al contrario, tener expertos en cualquier materia mejora la sociedad en su conjunto, pero esto no se consigue sin una estrategia común en la que todos los actores implicados vayan a una.
 
"Las administraciones deberían apostar por una FP de calidad en lugar de cantidad. ¿De qué servirá tener más titulados en FP si luego los titulados no encuentran salidas laborales?".


Sin lugar a dudas no nos queda otra que aportar mucho rigor a los estudios de FP en forma de calidad y una exigencia excelsa que debe venir marcada necesariamente desde los centros educativos, por los decretos y currículos marcados por la administración y, obviamente, por los que día a día afrontan el bonito reto de enseñar: los docentes. Los estudios enfocados a la Formación Profesional deberían tener al menos la misma exigencia que un bachiller, con un enfoque distinto, pero de igual o mayor exigencia académica. Supongo que muchos docentes sabrán de lo que hablo…
 
Con todo, las administraciones tienen el reto de invertir en ayudas a pymes, que a su vez constituyen el grueso del tejido empresarial español, para que se sientan atraídas por captar talento profesional generando una relación win-win beneficiosa para ambas partes: estudiante/empresa. Esta intervención administrativa, siguiendo ligeramente las teorías Keynesianas, debería fomentar el interés por parte de las empresas y así, en una segunda etapa, poder realizar una fuerte apuesta por la FP Dual que derive en más conocimiento y lógicamente más productividad.
 
Estas acciones, si de verdad se quiere apostar por un tipo de FP que genere empleo y no lo precarice aún más, deben ir apoyadas por campañas comunicativas eficientes y honestas que capten el interés mutuo empresa/estudiantes.
 
Por último, y aunque lleve ya muchos años como docente y profesional, no deja de sorprenderme la dificultad para acceder a la docencia en FP que tienen los profesionales. Empezando por un máster habilitante, el del profesorado, que más que servir de garantía metodológica, a menudo solo sirve para acreditar que un profesional supuestamente es apto para enseñar aunque no sea así necesariamente. Esto no significa que cualquiera deba o pueda acceder a la docencia de educación reglada, sino que valdría la pena explorar vías más flexibles que permitan a expertos con vocación por enseñar y que siguen aplicando su conocimiento en la empresa, adentrarse en las aulas de los institutos. Es factible que eso se convierta en un generador de vocaciones y a su vez provoque un impulso definitivo para la FP que la coloque donde se merece. En definitiva, la FP actual necesita una revisión que se aleje de los formalismos, que apueste por la calidad, por el rigor y flexibilice el acceso del experto a las clases de nuestros alumnos.

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