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El reto de orientar en pandemia

Artículo de opinión

  • 21/12/2020

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Ana Cobos. Presidenta de COPOE y orientadora profesional del IES Ben Gabirol (Andalucía)
 
La pandemia sobrevenida en 2019 está obligando a modificaciones en nuestras vidas, cambios que llegan a la vida cotidiana en todos sus ámbitos y en consecuencia también al sistema educativo. Aún no conocemos la consistencia de estos cambios en el tiempo, pero ya podemos intuir que muchas de las incorporaciones que hemos hecho a nuestra vida van a ser definitivas, especialmente las que se refieren al uso de las nuevas tecnologías.
 
Quizás el distanciamiento social sea un recuerdo dentro de un tiempo y recuperemos nuestra comunicación no verbal tan valorada en la cultura española, pero de momento sabemos de la mella que esta distancia está haciendo en nuestras relaciones sociales y en el bienestar emocional.
 
Con todo, el desempeño de la orientación educativa en los centros se está viendo afectada, por lo que es necesario asumir nuevos retos tanto mientras dure la pandemia como tras ella, los que ahora pasamos a concretar.
 

Retos de la orientación educativa en pandemia

 
La actual situación dificulta enormemente el desarrollo de las (ya de por sí) complejas funciones y tareas de la orientación educativa. Trabajar con la posibilidad de un nuevo confinamiento como si de una espada de Damocles se tratara, obliga a que todas las tareas se multipliquen en su burocracia, pues todo debe quedar "bien atado" y por escrito, si acaso fuera necesario.
 
Del mismo modo, todo se hace más complicado al no poder disponer de la presencialidad cotidiana del alumnado, ya que para acceder a a los estudiantes de las enseñanzas postobligatorias es necesario tener en cuenta que están trabajando en modalidad semipresencial, Así, las intervenciones grupales se multiplican al tenerse que repetir en subgrupos presenciales, y las individuales se hacen muy difíciles en la accesibilidad, así como para su seguimiento, pues obliga a encontrar huecos comunes, lo que hace muy farragosa cualquier actividad.
 
Otro reto importante es el trabajo con el alumnado, el que estando confinado desde marzo se ha incorporado al nuevo curso habiendo perdido hábitos de trabajo, por lo que ha de afianzarse la acción tutorial y los programas de técnicas de estudio. También se ha visto afectada la motivación de los alumnos y alumnas por lo académico, pues en cierto modo "han desconectado" del mundo escolar y el curso 2020-21 parece no terminar de arrancar nunca.
 
"La actual situación dificulta enormemente el desarrollo de las (ya de por sí) complejas funciones y tareas de la orientación educativa".


Pero quizás, el reto más preocupante es el de la salud emocional. Tras el confinamiento vemos que muchos estudiantes han perdido habilidades imprescindibles en las relaciones sociales saludables. Por ejemplo, observamos que algunos se han encerrado más en sí mismos, se han vuelto más irascibles e incluso hay muchos más niños y niñas que han cambiado el contacto con sus iguales por el uso y abuso de las máquinas, de las tecnologías en modo de videojuegos. De forma similar se aprecia el aumento de las tecnoadicciones, especialmente en la adicción al móvil, con el que se hace todo, pues se ha convertido en una especie de apéndice de la propia persona, móvil con el que se hacen apuestas, compras, contactos, se visualiza porno…
 
La sensación de incertidumbre, la prolongación de los meses de pandemia, las constantes y terribles noticias de contagios y fallecimientos, así como las tragedias económicas aparejadas están generando un clima de desazón y malestar del que se están contagiando nuestros niños, niñas y jóvenes, que además les está repercutiendo en su salud mental, lo que ya es palpable en los centros educativos. ¿Dejará su huella en el futuro? Probablemente sí, pero ¿podemos hacer algo para que sus secuelas sean lo menos lesivas posibles?
 
A la vez, tenemos el reto de la brecha competencial, aquella por la que hemos de dejar de luchar contra las circunstancias adversas que estamos viviendo y asumir que esta generación de niñas, niños y jóvenes marcados por la pandemia, tendrán unas lagunas en su formación que con el tiempo irán paliando, al igual que hicieran quienes tuvieron que formarse en períodos como los de la guerra civil española o las eternas huelgas de profesorado de los años 70. No podemos seguir sobrecargando a nuestros estudiantes, a sus familias y al profesorado con el reto de querer que todo siga igual en cuanto al aprendizaje de contenidos en plena pandemia, como si las tecnologías pudieran sustituir a la educación presencial basada en el contacto humano, como realmente es y debe ser la educación.
 

Retos y propuestas

 
Identificados los retos es necesario dar un paso al frente y hacer propuestas para abordarlos. Lo más recurrente es comenzar por citar la importancia de los recursos, cierto es que es preciso disponer de cuantos más mejor en educación, pero la clave más que en la cantidad está en la calidad de estos, así como en su gestión.
 
Para abordar la prevención e intervención precoz en salud mental es necesario que se establezcan protocolos de coordinación entre salud mental y educación. Y para para afrontar todos los demás retos expuestos es muy importante que se refuerce la plantilla de profesionales de la orientación y que además esta se organice atendiendo a un nuevo modelo basado en las zonas. Zonas y sectores para que se pueda realmente trabajaren coordinación como comunidad educativa, con la optimización de todos los recursos del entorno, y así beneficiar a todas las personas desde la perspectiva de la orientación a lo largo de toda la vida, y para el aprendizaje de habilidades y herramientas para la gestión de la carrera, en el reto de la orientación profesional y vocacional.
 
Nueva etapa tras la pandemia o nueva era, son muchos los retos por los que hay que replantear varios asuntos en educación, aunque algo en claro hemos extraído de esta experiencia: la educación necesita presencialidad y contacto, cercanía y emoción, sin ellas, será otra cosa, pero no educación.

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