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El sentido de la educación emocional en la educación confinada desde un centro educativo español en el exterior

Artículo de opinión

  • 27/05/2020

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Ricardo Jambrina, Profesor del Centro Cultural y Educativo Español Reyes Católicos, Bogotá (Colombia)
La situación de educación confinada implica un estrés psicológico con necesidades educativas en el ámbito del desarrollo socioafectivo sobre el que los centros educativos deben intervenir. La educación emocional puede paliar futuras secuelas psicológicas a través del reconocimiento y autocontrol emocional. Implementar estrategias que favorezcan la gestión y el control de las emociones, la empatía, la capacidad relacional y la motivación van a incrementar el componente emocional de la inteligencia. El profesorado es modelo en el proceso de enseñanza-aprendizaje y proyecta sus propias competencias emocionales en su intervención educativa, tanto en el aula ordinaria como en el aula virtual.
 
 

Confinamiento

 
La situación de confinamiento, impuesto tras la propagación del coronavirus, ha supuesto para todas las personas un cambio radical en su día a día. Este aislamiento obligatorio ha implicado una ruptura con las rutinas establecidas, tanto en actividad (trabajo, escuela, etc.) como en entornos sociales (amigos, familia, vecinos, etc.). El núcleo familiar ha tenido que adaptar el espacio físico y el espacio de intercambio social a la nueva situación: mayor tiempo juntos, espacios de trabajo compartidos, mayor nivel de actividad y entretenimiento en familia, etc. Aunque esta situación de perdida de libertad se concibe en un principio como temporal, genera un importante estrés psicológico, incrementándose la posibilidad de fricciones intrafamiliares.
 

Consecuencias sociales y afectivas

 
La capacidad de los menores para adaptarse a nuevas situaciones es muy elevada. Sin embargo, su incomprensión de la situación y la permeabilidad emocional ante manifestaciones de preocupación o estrés por parte de las figuras de apego, podría generar sensaciones de angustia por parte de los más pequeños. De esta forma, los menores pueden mostrarse más agitados que de costumbre. No es extraño observar conductas ambivalentes, mayor irritabilidad, momentos de tristeza, comportamientos regresivos (chuparse el dedo, orinarse en la cama, etc.), ansiedad, miedos, dificultades para conciliar el sueño, pesadillas e incluso somatizaciones de este estado emocional (dolores de estómago, de cabeza, etc.). Esta sintomatología tan diversa puede no ser inmediata al confinamiento, sino aparecer algún tiempo después.
 
Cuando los individuos se exponen a situaciones con un componente elevado de estrés, prolongado en el tiempo, se pueden generar secuelas sobre su bienestar psicológico que tengan su proyección en un momento posterior. Por el contrario, estas mismas experiencias canalizadas de la forma correcta pueden generar una mayor capacidad de resiliencia, generando mayor fortaleza para enfrentarse a situaciones similares en un futuro.
 
Según Ceberio, en situaciones de conflicto es esencial que el ambiente familiar sea afectuoso y comunicativo, de manera que se pueda generar un adecuado control emocional (Ceberio, 2006).
 
Para que los menores sean capaces de ejercer un control sobre sus propias emociones es preciso desarrollar la competencia de reconocimiento emocional. Es necesario que conozcan e identifiquen las emociones que sienten, ponerles nombre y conocer la reacción de su propio cuerpo cuando le invade una emoción. No podemos dominar algo que no sabemos cómo se llama ni cómo se manifiesta. Este es el principio de cualquier intervención educativa en el ámbito emocional. Y aquí es donde entra nuestra labor docente en el campo de la educación emocional.
 
"Cuando los individuos se exponen a situaciones con un componente elevado de estrés, prolongado en el tiempo, se pueden generar secuelas sobre su bienestar psicológico que tengan su proyección en un momento posterior. Por el contrario, estas mismas experiencias canalizadas de la forma correcta pueden generar una mayor capacidad de resiliencia".
 
 

Educación emocional contra el coronavirus.

 
Los docentes nos hemos visto obligados a adaptar el proceso de enseñanza-aprendizaje a la nueva situación, optando por soluciones de formación a distancia con el apoyo de plataformas para la tele formación con la finalidad de cubrir las necesidades educativas del alumnado. Dentro de esas necesidades educativas se encuentran las que emergen de la propia situación de confinamiento y que están íntimamente relacionadas con el desarrollo socio-afectivo de la persona.
 
Como hemos comentado anteriormente, partimos de la necesidad de guiar a nuestro alumnado en el reconocimiento de las emociones que le invaden, detectando señales en su propio cuerpo. Hay que poner nombre a esas emociones y esos sentimientos, tomar conciencia de las reacciones de nuestro cuerpo y vincularlo a ciertas reacciones o comportamientos.
 
Desde el reconocimiento al control de la emoción hay un camino que construir en el que vamos a dejar de actuar bajo los mandatos imperativos de nuestra propia amígdala, que bloquea el pensamiento racional impulsándonos a conductas inadaptadas o inapropiadas. Por lo tanto, en el marco de la educación emocional, trabajar el autocontrol es un aspecto básico. Asociar la emoción con nuestra respuesta, reconocer esas conductas en los demás y generar comportamientos alternativos, son estrategias que nos pueden funcionar. Estos aprendizajes se generalizarán si resultan exitosos, pudiendo transferirse a otros contextos.
 
Trabajar el autocontrol implica focalizar la atención. Existen variedad de estímulos ambientales que pueden desatar malestar, preocupación o agitación. Los pensamientos circulares no permiten rescatar al razonamiento más allá del escenario de ansiedad en el que se mueven. Esta es la razón por la que debemos promover la reubicación del pensamiento al momento presente, fijando la atención y atendiendo al bienestar físico y emocional del aquí y ahora. Ejercicios que obliguen a la focalización de la atención con un componente lúdico son indicados en este sentido.
 
Por otro lado, el mantenimiento y fortalecimiento de las relaciones interpersonales es esencial en la situación de aislamiento social. Es preciso compensar la cantidad de interacciones o el menor tiempo en las mismas, con una mayor calidad de momentos compartidos. Las emociones positivas y deseadas impulsan nuestro bienestar psíquico y sentimiento de pertenencia en base al amor y el afecto. Siguiendo a Daniel Goleman, podríamos definir la inteligencia emocional como la capacidad de reconocer los sentimientos propios y de los otros, saber relacionarse y estar motivados (Goleman,1999).
 
"La situación de educación confinada ha añadido nuevas necesidades educativas en el ámbito del desarrollo socioafectivo, que surgen de la propia situación de aislamiento social".


Pautas para la educación emocional en el marco de la educación confinada

 
El profesorado es un referente con enorme influencia sobre sus educandos. Un modelo, cuya conducta y reacciones son observadas, reproducidas y consolidadas. En este sentido, la forma "de estar" y "de hacer" es vital importancia. Es preciso disponer de un repertorio de competencias emocionales que puedan ser integradas por el alumnado a través de la imitación. Al ser modelo de conducta, referente para nuestros estudiantes, la actuación en el aula o ante la cámara implica tener presente este rol en todo momento.
 
Lo primero que podemos hacer es crear un ambiente de seguridad emocional, alegría y disponibilidad. Ello se hace mostrando siempre nuestra mejor sonrisa, atendiendo las peticiones de nuestro alumnado, con un tono de voz armonioso pero entusiasta, acompañando las palabras positivas con gestos y permitiendo que se expresen. Jamás deben realizarse comparaciones o minusvaloraciones que puedan infringir lesiones emocionales en el alumnado. El estado emocional se transmite y la alegría se contagia.
 
En referencia a las emociones que los niños y niñas sienten, debemos facilitar que se expresen, independientemente del estado emocional en el que se encuentren. Reír y llorar tienen el mismo valor. No podemos censurar las emociones negativas, es preciso sentirlas, vivirlas y expresarlas. Al tratar las emociones la clave es la naturalidad. De este modo, el docente también debe expresar sentimientos de todo tipo ya que eso da la posibilidad de que el alumnado pueda sentirse libre en su expresión emocional.
 
Otro aspecto clave es el respeto a las emociones ajenas. Para ello nada mejor que la empatía, reconociendo cómo puede sentirse la otra persona y compartiendo esos sentimientos. Ser capaz de empatizar con nuestro alumnado, favorecerá la capacidad para ponerse en el lugar del otro, tanto con iguales como con los adultos de referencia. En este ámbito la visualización de videos específicos donde se muestren situaciones de clara proyección emocional, con el trabajo posterior sobre las emociones y sentimientos implicados, puede resultar de gran ayuda.
 
Si queremos una expresión emocional sincera por parte de los menores es imprescindible que sientan que somos incondicionales. Deben asimilar que nuestro cariño, afecto y amor es independiente de lo que sienten, en especial sobre las emociones negativas. Esto es especialmente importante puesto que en la infancia se suele vincular el enfado a una falta de cariño, de manera que si nos enfadamos con un alumno o alumna, puede pensar o sentir que ya no le queremos. Expresar oralmente nuestro afecto incondicional, al tiempo que lo hacemos independiente de un enfado puntual por una conducta concreta, hará más libre al alumnado a la hora de expresar lo que siente.
 

Conclusiones

 

La situación de educación confinada ha añadido nuevas necesidades educativas en el ámbito del desarrollo socioafectivo, que surgen de la propia situación de aislamiento social. En este contexto, la educación emocional cobra mayor importancia, siendo clave implementar estrategias para la autogestión y autocontrol emocional en nuestro alumnado. El profesorado, como modelo en el proceso enseñanza-aprendizaje, está llamado a revisar no solo los contenidos a impartir sino también sus propias competencias emocionales y su actuación ante el alumnado.

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