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Orientación y educación emocional en la convivencia familiar durante la pandemia

Artículo de opinión

  • 27/05/2020

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Aliria Vilera Guerrero, Profesora titular jubilada de la Universidad de los Andes (Venezuela)
Todos sabemos lo inesperado e incierto que ha sido el tener que aprender a modificar nuestra vida diaria. Hemos pasado de estar activos con diversas tareas ante las realidades de nuestra vida que eran "normales" y que formaban parte de nuestra cotidianidad, a tener que cumplir de forma obligatoria el "quedarnos en casa" debido a la declaración de la pandemia por el COVID-19 por parte de la OMS.
La pregunta inicial puede ser: ¿estábamos las personas y las sociedades en el mundo entero, preparados para este cambio de vida? Por supuesto que no. Y, al tiempo actual, ¿comprendemos y estamos conscientes en nuestras vidas personales y en nuestras familias de lo que ha significado esta experiencia de cuidados y más cuidados? Seguramente, en parte, porque hemos venido informándonos desde diversas fuentes: redes sociales, noticieros, amistades, entre otros.
¿Es necesario que hablemos y compartamos acerca del tema? Por supuesto que sí. ¿Por qué? Porque los seres humanos somos seres sociales de naturaleza afectiva emocional; necesitamos el contacto, la comunicación y el sentirnos integrados. En este sentido, la orientación educativa aporta herramientas para comprender la importancia de la educación emocional para afrontar positivamente el actual momento de incertidumbre que ha impactado todos los ámbitos de vida de las personas; y, muy especialmente, la convivencia familiar y las relaciones entre padres e hijos.
 

La presencia de la educación emocional en la Educación Infantil

 
Bisquerra (2000), señala que: "la educación emocional es un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo humano, con objeto de capacitarle para la vida y con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social".

La educación emocional forma parte del eje transversal de la Educación Infantil, principalmente en cuanto al desarrollo de las relaciones interpersonales e intrapersonales. Desde temprana edad, es necesario que los niños y niñas se integren en contextos sociales que les garanticen el desarrollo de positivos vínculos con otros seres humanos en un ambiente de armonía, seguridad y confianza.

Precisamente, los profesionales de la orientación podemos gestionar programas de educación emocional dirigidos al nivel de Educacion Infantil, a fin de desarrollar experiencias tempranas en la vivencia de los niños y niñas para identificar, expresar y manejar los sentimientos.

En tal sentido, las acciones orientadoras tienen especial presencia para el nivel infantil dentro de los procesos psicopedagógicos en cuanto a los aspectos siguientes:
 
  • El desarrollo de capacidades respecto su concepción del yo y de los otros
  • Obtener experiencias para aprender a reaccionar ante los sentimientos ajenos
  • Participar en actividades lúdicas orientadas al manejo de la tolerancia y controlar emociones negativas.
  • Experimentar situaciones diversas que le permitan adaptarse a situaciones cambiantes
  • Aprender a convivir compartiendo con otros
  • Diferenciar entre la manera singular de pensar, sentir, portarse y reaccionar; con respecto a la de los demás.
  • Comprender y valorar las acciones humanas desde la sensibilidad, el amor, la compasión, la bondad, la gratitud y la generosidad.  
 
"La realidad actual exige nuevos aprendizajes y la comunicación es clave, de mucha importancia. Pero también es central la vida emocional en familia, la educación emocional". 


La alerta sanitaria, una oportunidad para que la educación emocional cobre mayor importancia en las familias

 
En principio, es necesario saber y comprender que "nada será igual que antes" y, es por eso, que necesitamos estar conscientes de que debemos "reinventarnos", es decir, reconocer que necesitamos nuevas herramientas para usarlas en la nueva forma de vivir socialmente, tanto en la parte del trabajo, la escuela, las rutinas de compras, como en el hecho de la convivencia familiar.

Necesitamos nuevos hábitos que nos permitan adaptarnos a los nuevos estilos de vida que hoy se imponen. Pero ¿cómo? Realmente, ese ¿cómo? no tiene una respuesta única. Pero, quiero centrarme en la familia, en las relaciones entre padres e hijos, en la vida del hogar, en la atención y el cuidado como familia; pero, en especial, en el cuidado, protección y resguardo de los niños y niñas.

Ante todo, es necesario evaluar el antes, el ahora o momento actual y, por lo tanto, lo que puede ser el después. En el antes: en la convivencia familiar, hay que analizar lo que era habitual, las rutinas diarias que formaban parte de cada miembro de la familia y, en particular, en la vida de los niños y las niñas. Precisar, los horarios de levantarse, desayunar, prepararse para ir a la escuela y quizás jugar, cenar e ir a dormir.

Y, ahora, ¿qué ha cambiado en cuanto a esos horarios y esas rutinas diarias a partir del COVID-19? Responder la interrogante anterior, es "darse cuenta" de los cambios que hoy exigen de un nuevo estilo de vida en la convivencia familiar. Entonces, desde allí preguntar en familia ¿cómo ha ido esa vida diaria?, pero, sobre todo ¿cómo nos sentimos? Y, los niños y niñas, ¿cómo se sienten? Si presentan cambios en el comportamiento, se habla con ellos y ellas, o si se han observado sus conductas, sus reacciones, lo que dicen, si obedecen o no.
Por eso, la realidad actual exige nuevos aprendizajes y la comunicación es clave, de mucha importancia. Pero también es central la vida emocional en familia, la educación emocional.

En la convivencia familiar, las familias tienen que colaborar mutuamente para precisar la forma en que hablan, el tono de voz que se utiliza, las reacciones que se tienen, los comportamientos que se muestran. Porque no es posible decirles a los niños y las niñas que sean obedientes, tranquilos y que colaboren, si los padres y madres muestran conductas intranquilas y de desesperación.

Es por eso, que se necesita aprender a educar las emociones. En principio, es necesario darse cuenta del modo en que se ha estado pensando y viendo las cosas, y con ello tener la voluntad para sobreponernos a las circunstancias e intentar evaluar las opciones que se tienen. Un ir haciendo en el día a día sin deseos de rendirse, pero sí con conciencia de ocupar la mente y analizar con quién se cuenta, qué recursos se tienen y darse apoyo mutuo. Pensar como familia en beneficio de la salud emocional, mental y física de los hijos e hijas.
Algo sencillo y que no tiene costo alguno, es ser amable, usar palabras amables, ser cálido y afectivo con nuestros niños y niñas. La comunicación afectiva es ya un paso adelante que ofrece un mensaje emocional importante que activa en los infantes una fuente de luz y de energía en sus vidas; significa seguir adelante. Esas acciones les permitirán a los niños y las niñas desarrollar confianza y tener seguridad como seres humanos.

Entonces, tómese el tiempo para recordar las metas que implican la crianza; tanto la cortas e inmediatas en el día a día como las largas en función del desarrollo sano y saludable de los hijos e hijas hacia la vida adulta. Hay que respetar las necesidades de los niños y las niñas.
Es necesario destacar que es muy importante reconocer que cada niño o niña es un ser humano único e irrepetible, un ser humano en desarrollo diario. Los padres y madres lo saben, porque también fueron niños. Entonces, hay que comprender que cada menor viene al mundo de la vida con virtudes propias, con una misión especial, con un espíritu, alma y cuerpo único. En cada niño o niña hay bondad, generosidad, inocencia, virtudes.
Por lo que se debe:
 
  • Comprender que la felicidad y el amor en el hogar se encuentra en el centro de los cambios que es necesario hacer: amar a los hijos, es amar la familia. Si los padres y madres reconocen esa verdad, entonces, se van a ocupar día a día de generar estímulos positivos para regar las semillas del hogar: los hijos. Se trata mantener la estima personal saludable y en positivo.
  • Ofrecer relaciones de apoyo positivas en la vida cotidiana dentro del hogar enseñando a los menores autodisciplina, responsabilidad y habilidades de afrontamiento para resolver problemas; por ende, garantizarles protección y amor.  En el caso de los niños muy pequeños, los padres y madres les dirán cuáles son sus tareas y los ayudarán a realizarlas reforzándolos con frases positivas: "lo haces muy bien, eso es muy lindo, te puedo colaborar en lo que quieres hacer".
  • Ir construyendo cada día un horario de actividades o tareas que constituya el aporte que cada miembro del hogar puede dar para compartir como familia. Dejando horas de ocio, de juegos de actividades libres. Eso favorece el hecho de crear equilibrio emocional, cooperación y respeto mutuo. Son hábitos saludables en las relaciones padres e hijos.
  • Involucrar a los niños en el menú diario. La comida y el hecho de poder compartirla en familia, es un hábito saludable, una positiva e importante actividad que crea conductas positivas en la vida del ser humano. Ese es un tema que día a día puede ser esa tarea que permitirá implementar cambios para obtener una vida familiar saludable. Eso va de la mano con la salud emocional de los niños.
 

Referencia

 
Bisquerra, R. (2000). Educación emocional y bienestar. Barcelona: Praxis.

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