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¿Cómo formamos a los jóvenes para trabajos que todavía no existen?

Artículo de opinión

  • 20/09/2016

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Patricia Boquete, Técnica en Orientación Profesional del Servei de Pràctiques i Ocupació de la Universitat Abat Oliba CEU (Barcelona)
Cuando nos preguntamos cómo formar a los jóvenes para los empleos que todavía no existen, podemos amanecer en una ciénaga. Los factores que inciden directamente sobre dicha cuestión son muy variados (sociales, políticos, económicos, etc.). Sin embargo, aunque parezca dudoso, jugaremos siempre con un punto a favor: la transformación.
 
Primero, es menester reflexionar acerca de la educación que a día de hoy ofrecemos. La importancia reside en establecer una línea sólida entre la enseñanza y el mundo que nos rodea. Nos presentamos ante variaciones constantes que atañen a diversos sectores de nuestra sociedad y que como individuos, nos afectan diariamente. ¿Cómo afrontamos dicho fenómeno en la educación?
 
Como sostenía Hannah Arendt: "La educación es el lugar en que decidimos si amamos al mundo lo bastante como para asumir su responsabilidad y, por la misma razón, salvarlo de esa ruina que, de no ser por este renovarse, de no ser por la llegada de lo nuevo y lo joven, sería inevitable" (La crisis de la Educación, 1959, p 53.).
 
Son varios los conceptos del texto de Arendt que pueden resonarnos: la responsabilidad social, la renovación, la novedad, la juventud; términos que ya se han trabajado a lo largo de la historia, pero que hoy todavía generan controversia. Para formar a las generaciones venideras, debemos plantearnos seriamente una regeneración.  A continuación, se plantea un método que podría intervenir en el cambio de mecanismo:
 
El diente del engranaje: el alumno
 
Sin olvidarnos de la teoría, que debemos fundamentar en las experiencias pasadas, es imprescindible que el alumnado logre entender el mundo que le rodea, como punto de partida. La forma de conseguir que el estudiante se desarrolle en armonía, es enseñándole a resolver problemas, a adaptarse y ser coherente con él y con los demás. Si dotamos con el conocimiento teórico necesario y este lo asociamos a habilidades o recursos prácticos, el aprendizaje podrá considerarse como una experiencia vivencial. Así, conseguimos que el estudiante disfrute de su aprendizaje y que amplíe su visión.
 
El alumno debe aprender a conocerse, a auto gestionarse, a saber de sus fortalezas, pero también de sus límites. No es tan importante formar líderes como personas que sepan liderarse a sí mismas. Hace falta cuestionarnos y hacer que se cuestionen: ¿Qué sé que sé? ¿Qué se hacer con lo que sé? ¿Para qué lo quiero hacer?
 
 En este contexto, hay que dejar de pensar que la elección de la carrera debe ir asociada al trabajo que tenemos en mente. Primero, porque debemos iniciarnos en aquello que nos apasione, por gusto, por placer, sin dejarnos llevar por la corriente. Y, segundo, porque existe la posibilidad de que el trabajo que tengamos en mente no sea acorde a la realidad.
 
El formador como pieza operativa
 
Si en la actualidad se le requiere al profesorado formación continuada de tintes teórico-prácticos, de ahora en adelante la exigencia será mayor para estar a la altura de las competencias tecnológicas y las demandas del mercado laboral.  El aprendizaje deberá dirigirse al alumno de manera dinámica y novedosa, implicándolo a él como núcleo central del sistema. Se dejarán atrás las clases magistrales para iniciar a los alumnos en proyectos colectivos, de investigación y de autoaprendizaje, con el objetivo de adaptar su búsqueda de conocimiento a sus necesidades.
 
El cometido es entender la educación como una línea continuada a lo largo de la etapa educativa y que debe desarrollarse a lo largo de la vida. Prepararse a partir de lo que uno sabe, hacia lo que quiere hacer o ser. El profesor debe motivar, sin juzgar y respetando la libertad de elección de cada aprendiz.
 
El engranaje
 
Es importante que las comunidades educativas, sobre todo las de formación profesional y universitaria, estrechen los lazos con el mundo laboral y los sectores emergentes. De la misma manera, hay que hacer especial inciso en la investigación y la innovación educativa, para ampliar las opciones que a día de hoy desempeñamos.
 
El papel de la universidad en relación al alumnado, es el de fomentar el desarrollo de habilidades y competencias, no sólo ya enfocadas hacia un trabajo, sino también para el discurrir de la vida.  Dotar de herramientas concretas con el fin de que la toma de decisiones sea exitosa, también es un punto al que prestar especial atención.
 
De todos modos, el cambio también debe ser social. Aparece como orden del día el deseo de saltar de puesto de trabajo, de empresa, de casa o población. Las personas parecen no estar satisfechas y el reajuste es a día de hoy, para muchos, un propósito en busca de sensaciones de mayor confort.
 
La articulación
 
Si esta estructura consigue trabajarse y desarrollarse, el alumnado será capaz de estar preparado para el devenir. Crecer en un mundo en transformación, le ayudará a ir tejiendo sus necesidades, sus decisiones y la búsqueda de sus éxitos tanto personales como profesionales.
 
En ningún caso podemos cambiar la educación en base a los empleos que se puedan llegar a generar. Tenemos que centrarnos en adaptarla a las necesidades que vayan sumándose a la articulación de la que hablamos. Con el auge de las tecnologías, serán muchos los empleos que se sustituyan por procesos informáticos, y muchos otros los que se generen para controlar esos procesos. Parece que vamos hacia el ideal futurista. ¿Será así? ¿O tal vez está en nuestras manos la búsqueda de otro ideal?
 
Venimos hablando de que no es importante tanto la relación de estudios con el puesto, sino de lo que se pueda aportar a la empresa. Nos encontraremos con nómadas del mundo, mentes detrás de los dispositivos científico-tecnológicos y veladores de la salubridad pública y comunitaria. Es el momento en el que las comunidades educativas deben empezar a debatir. A discutir si instruir a través de la educación tradicional o, romper con ella y adaptar lo que sucede en las aulas a los nuevos tiempos. Necesitamos ponernos en movimiento y empezar a actuar para el mañana, por los que crecen y en conjunto, para todos nosotros.
 
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