Dicen los expertos que Europa sólo sobrevivirá como economía competitiva si es capaz de convertirse en una sociedad del conocimiento donde la innovación sepa transformar nuevos descubrimientos científicos en productos y servicios que el mercado mundial adquiera. Desde esta perspectiva, lo tenemos crudo, ya que nuestras universidades y empresas no se están caracterizando, precisamente, por su competitividad científica.
Sin embargo, parece que desde la vertiente del diseño si que tenemos algunas oportunidades, en el ámbito industrial, en los servicios y en la capacidad de diferenciación de los productos.
El diseño, visto des del punto de vista artístico, técnico y tecnológico, puede ser un factor de innovación.
Desde el punto de vista de las profesiones, ello implica que algunas actividades económicas realizadas por sectores tradicionales, se convertirán en nuevas ocupaciones, como la arquitectura, el diseño industrial o la publicidad, por poner tres ejemplos.
Por otro lado, la emergencia de nuevas necesidades sociales creará nuevos yacimientos de trabajo, también en el campo del diseño, como por ejemplo, en Internet, en el apoyo a las personas con dependencia o en temas de movilidad.
Finalmente, las grandes apuestas científicas de las universidades, las empresas y las administraciones ya son conscientes que sus resultados tienen que acabar bien empaquetados, bien presentados en sociedad para que tengan éxito real.
Los estudios de diseño, de formación profesional y de grado y postgrado universitarios tienen, pues, un importante futuro, porqué lo tiene la profesión del diseño en todas sus variedades.
Sin embargo, la profesión debe tener muy en cuenta todos los cambios sociales, laborales y económicos que se producen y los estudios deben ser rigurosos y exigentes como todas las otras enseñanzas lo son, o deberían serlo y responder, también a estos cambios como nadie.
Enric Renau
Editor
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