La sociedad postmoderna pone más énfasis en el desarrollo personal y en la libertad del individuo lo que, a su vez, debería implicar mayor responsabilidad de cada uno en su esfuerzo y en la convivencia, aunque a menudo se cae en el egoísmo y en el hedonismo.
El problema es que la superación positiva del autoritarismo y del paternalismo ha conllevado o, al menos, no ha evitado que determinados límites fueran demasiadas veces superados sin que nada pasase. El imperio del relativismo ideológico ha borrado algunas fronteras en la convivencia o menospreciado la autoridad del director o directora o del profesorado que ahora, hasta los más "progres” quieren corregir.
La fórmula de superación del "todo vale en las aulas”, al menos en Catalunya, es la transferencia de las competencias y la capacidad de liderazgo del director o directora de un centro en la mediación o resolución pacífica de los conflictos del derecho o de la convivencia. Pero la autoridad del director en conflictos de convivencia sólo se aplicará siempre que se cumplan los principios de voluntariedad, de imparcialidad de la persona mediadora, de confidencialidad y de personalización.
Para ello, la Generalitat de Catalunya se ha visto obligada a redactar un nuevo decreto de derechos y deberes que regule la convivencia en las aulas. Y lo ha hecho bien.
Por la vertiente de los deberes, me gustaría resumirlos de la siguiente manera:
Se trata pues, de poner las cosas en su sitio, señalando lo que está bien y lo que no, exigiendo y ofreciendo, negociando, dentro de unos límites claros y otorgando mayor capacidad a los responsables de los centros para mediar y, en su caso, corregir o sancionar las actitudes y comportamientos contrarios a la convivencia y a los valores democráticos.
Ya era hora.
Enric Renau
editor
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