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¿Es la inteligencia emocional una moda pasajera?

Artículo de opinión

  • 27/05/2020

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Emilio Delgado, Docente de Secundaria y Bachillerato en el Colegio Sagrados Corazones (Madrid)

La situación que estamos viviendo en España desde mediados de marzo, y que vemos extendida por todo el mundo, por la incidencia del COVID-19 no ha sido más que un catalizador de una reacción que se estaba produciendo tiempo atrás. Como todo catalizador en una reacción química, lo que ha provocado es una aceleración del proceso, pero no lo ha modificado.
 
Desde hace ya casi una década se viene insistiendo, desde un nutrido sector del ámbito educativo, en la necesidad de un cambio de Modelo educativo, con mayúsculas. Las necesidades que han generado el cambio de paradigma en la sociedad al pasar de la era industrial a la era del conocimiento, en la que nos encontramos, demandan un reajuste total en la forma de entender la educación.
 
Las primeras voces sobre este movimiento hablaban de un modelo centrado en el alumno alejándose de los contenidos. Para ello se introdujeron cambios metodológicos; aprendizaje cooperativo, a través de problemas, a través de proyectos, la clase invertida, y en los últimos tiempos ha llegado la gamificación. Todos estos modelos ponen el énfasis en varios conceptos comunes: el aprendizaje es un proceso activo del que el alumno o la alumna debe ser responsable y el acceso al conocimiento debe ser abierto, es decir, no es el o la docente el contenedor de este.
 
Las voces contrarias a este cambio defienden que alejarse del contenido es vaciar la educación y, por tanto, dejar carente de sentido la figura del profesor o profesora. Durante todo este tiempo se han aprovechado de que la implantación de estos modelos no está terminando de dar la respuesta deseada a las necesidades evidenciadas.
 
¿Por qué no se están cubriendo dichas necesidades? Parafraseando a Einstein, para resolver el problema debemos ascender a un nivel superior de conciencia. El nuevo enfoque metodológico, o el clásico de la clase magistral pueden ser válidos, siempre y cuando entendamos que el cambio de registro que se nos pide es de paradigma, no de aplicación en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por tanto, el debate no es si hay que trabajar contenidos, es bajo qué nuevos principios hay que diseñar el proceso.
 
El primer principio del nuevo enfoque, y quizá el único, es que el centro es el Ser. El mundo de 2020 tiene unas peculiaridades que debemos aceptar ya:
 

  • El conocimiento no es una propiedad personal e inaccesible, sino que es compartido y público. Las TIC permiten el intercambio y el incremento del conocimiento a una velocidad exponencial.
  • La inteligencia artificial es capaz de buscar, encontrar y decidir una serie de opciones de una forma infinitamente más rápida que nosotros, y aportando, en muchos casos, soluciones eficaces. Está llegando a controlar situaciones en las que creemos que estamos ejerciendo nuestra libertad. Por ejemplo: existen algoritmos que permiten la creación de rostros personalizados para que nos resulten familiares, agradables y confiables induciéndonos o convenciéndonos de ciertas cosas, gracias al Big Data. Otra iniciativa que nos puede hacer abrir los ojos es la de Watson for President de IBM.
  • Todos los procesos y trabajos mecánicos están siendo robotizados. De hecho, hasta en el mundo de la automoción estamos viviendo el desarrollo de los coches autónomos.
 
El COVID-19 ha acentuado dos realidades: Asumir que la naturaleza no nos necesita, y nosotros sí la necesitamos a ella. Nuestra fortaleza reside en, lo que el virus nos ha mermado, las relaciones sociales. Este virus, o mejor dicho las medidas que han restringido nuestras libertades para frenar el devastador efecto del virus, nos ha permitido reflexionar, esperemos que no efímeramente, sobre uno de nuestros pilares que es el humanismo. La conciencia social que se sustenta en que buscar el bien individual reside en conseguir el bien común.
 
Ante esta realidad debemos de atender a la esencia que nos hace únicos a los humanos. Para explicar esta esencia voy a recurrir a dos teorías sobre la inteligencia muy vigentes actualmente, en apariencia diferentes, pero que nos llevan a la misma conclusión. La primera la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner: de las diferentes inteligencias que plantea, sólo hay dos que hoy en día no se ven ya cubiertas por la tecnología: la interpersonal y la intrapersonal. Es decir, nuestra capacidad de autoconocimiento y de relación con los demás.
 
La segunda es la Teoría de la Inteligencia Dual de José Antonio Marina; usando palabras suyas sobre la creatividad; es la cualidad de la inteligencia ejecutiva que nos hace humanos. Marina define la creatividad como la capacidad de producir intencionadamente novedades eficaces. Aplicado al tema que hablamos aquella capacidad que permita dilucidar la mejor de las soluciones que nos propone la inteligencia artificial atendiendo al humanismo.
 
De estas dos propuestas se extrae que la forma de adaptarnos al nuevo paradigma es a través de:
 
  1. El autoconocimiento profundo del propio individuo
  2. La resiliencia, como la capacidad de construirnos como seres altamente flexibles, capaces de reinventarse y adaptarse a situaciones muy cambiantes y a gran velocidad
  3. La convivencia con la incertidumbre. En un mundo cambiante no solo hay que saber adaptarse, hay que gestionarse para evitar que el no conocer los parámetros que regirán el futuro próximo nos bloqueen en el presente.
  4. El humanismo como pilar fundamental en la toma de decisiones.
 
"La inteligencia emocional debe ser algo que todos los y las docentes tengan incorporado en su estructura de valores; que pongan de práctica de forma instintiva y rutinaria en su gestión de aula. mostrando así el camino a seguir con hechos". 


Estos cuatro elementos son los que hacen indispensable la inteligencia emocional en el presente y en el futuro. Y, por tanto, es esencial la formación en inteligencia emocional de nuestro alumnado, pero tiene que ser una formación más allá de la teoría, práctica y activa que lleve a que el aprendiz la integre en su vida. De forma que la utilice de forma inconsciente y consciente para enfrentarse de forma eficaz a situaciones tan desconcertantes  e inabarcables como a las que nos invita la realidad actual del COVID-19. O más cotidianas, como ser capaz de automotivarse, generarse metas de forma adecuada, gestionar adecuadamente sus emociones en diferentes situaciones, tener la capacidad de alcanzar la concentración plena de forma voluntaria, e ir construyendo la autonomía personal a partir del ejercicio de la responsabilidad personal.

En este punto la respuesta a la pregunta del título se hace evidente. Pero surgen otras: ¿es trabajo de los docentes? Y si lo es ¿necesitan formarse?
 
Si tiramos de principios del periodismo debemos dar respuesta a las 5W: What?   (¿Qué?), Who? (¿Quién?), When? (¿Cuándo?), Where? (¿Dónde?) Why? (¿Por qué?) para aportar una información completa. Hasta el momento hemos contestado justo la última, así que vamos a ir contestando a las otras:
 

  • What?  La inteligencia emocional no es una asignatura más, de la que tengamos que impartir contenidos teóricos, es una disciplina aplicada y puramente práctica.
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  • Who? - Es un elemento transversal del currículo, por tanto, no tiene que existir un especialista en inteligencia emocional al igual que lo hay de Química o Lengua, sino que es algo que todos los docentes deben impartir.
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  • When? - Es algo que se desarrolla en el individuo con el paso del tiempo y por tanto no solo es horizontal en un ciclo, sino que es algo vertical de todas las etapas desde Infantil hasta Bachillerato o Formación Profesional como mínimo, ya que el ser humano se va construyendo y desarrollando, y el proceso de construcción esencial, en el mejor de los casos, no termina hasta la veintena (Si queremos poner un límite buscando tal final en el culmen del desarrollo del neocórtex)
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  • Where? - El que se haga en la escuela es porque actualmente en las familias no existe la capacidad de enseñarla, por falta de formación, y, sobre todo, porque donde los niños, las niñas y los y las jóvenes aprenden a desarrollar su inteligencia interpersonal es principalmente en el entorno escolar. También es el entorno que les va a presentar los retos y les va a mostrar las herramientas para enfrentarse a ellos, siendo las capacidades que dota la inteligencia emocional unas de las herramientas claves dentro del aprendizaje.

 
Llegados a este punto nos faltaría contestar al How? (¿Cómo?) Es sabido por todos que lo que de verdad se aprende es lo que se "predica" con hechos y actitudes, no lo que se "predica" con la palabra (como defiende Robert Dilts, el principal y más eficaz sistema de aprendizaje del ser humano es el modelado o modelaje) Desde pequeños los bebés aprenden modelando, imitando a sus padres, a sus madres, o a personas de su entorno: expresiones, gestos, mecanismos de defensa o sistemas de afrontamiento… El resto de nuestras vidas ocurre lo mismo, aprendemos por imitación de las personas que tomamos como modelos, en la escuela nuestras profesoras y profesores.
 
Por tanto, la inteligencia emocional debe ser algo que todos los y las docentes tengan incorporado en su estructura de valores; que pongan de práctica de forma instintiva y rutinaria en su gestión de aula. mostrando así el camino a seguir con hechos. Esto implica que los y las docentes cambiemos o modifiquemos alguna de nuestras creencias y valores. Este cambio en la estructura de nuestras creencias y valores es lo que nos permitirá el cambio de paradigma haciendo eficaces todos los cambios que anteriormente hemos realizado y aun no han dado el fruto deseado.

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