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La orientación académica y profesional ante la crisis del COVID-19

Artículo de opinión

  • 21/04/2020

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Gemma Latorre, directora del Área de Proyectos Educativos y Orientación de D'EP Institut (Catalunya)
Es evidente que la pandemia del COVID-19 ha impactado en todos los aspectos de nuestra vida, desde cómo nos relacionamos con nuestra familia, hasta cómo y donde trabajamos, nuestra forma de comunicarnos, de aprender, etc. Y en este sentido, la orientación académica y profesional también se ha visto impactada tanto desde la perspectiva de las personas que requieren orientación como de la de los y las profesionales que realizan esta actividad.
 

Pero ¿qué retos debe afrontar la orientación a partir de la pandemia?

 
  • En primer lugar, la incorporación del componente digital al career guidance o proceso de asesoramiento.

En el informe Careers education: International literature review (2016) de la Education Endowment Foundation, se apunta, en base al análisis e investigación de más de 70 experiencias de orientación en diferentes países, la idoneidad – por su impacto y eficacia – a la actividad de asesoramiento, sea individual o grupal, en los programas y acciones de orientación académica y profesional.
 
En los últimos años se ha avanzado y mucho en la incorporación de nuevos recursos y herramientas tecnológicas que facilitan y mejoran los procesos de orientación académica y profesional: desde pruebas que ayudan en procesos de autoconocimiento, hasta la evaluación de competencias transversales o el acceso a una información ordenada y actualizada de la oferta académica.
 
No obstante, y más en el contexto actual, la tarea pendiente sigue siendo cómo dar una respuesta adecuada, eficaz y escalable, incorporando la tecnología, a la función de asesoramiento a las personas. ¿Cómo dotar de proximidad el acompañamiento personal, en un contexto de confinamiento? ¿Cómo salvar la anulación temporal de los puntos de encuentro "naturales" de orientación (centros educativos, puntos de información juvenil, ferias educativas, etc.)?
 
  • En segundo lugar, la incorporación de flexibilidad en los procesos de acceso a la formación reglada.
 
En un contexto de incertidumbre, la resistencia al cambio tiene poco recorrido. Los equipos docentes de los centros educativos se esfuerzan estos días para garantizar los procesos de aprendizaje de su alumnado, pero siguen teniendo encima la espada de Damocles de la evaluación. Esta presión es aún más importante en el caso de los y las docentes de alumnado que afronta una transición educativa. Los requisitos académicos, las pruebas selectivas, los procesos y fechas de preinscripción y matriculación suponen un grave problema y generan ansiedad al alumnado, ante una situación que debería estar infusionada de ilusión y convencimiento.
 
Cuando la cuestión ya no es decidir qué escoger, sino poder escoger, el reto que debe asumir la administración es mayúsculo, pero no por ello, debe ser obviado. Y en este sentido, la colaboración y coordinación entre los diferentes agentes y administraciones implicados es imprescindible. ¿Cómo redefinir los criterios o procesos de evaluación formativa? ¿Cómo facilitar el acceso a la oferta formativa? ¿Cómo garantizar una buena comunicación entre la oferta de formación y la demanda?
 
  • En último lugar, pero seguramente, el reto más importante para la orientación es la incorporación del sentido crítico en la propia práctica profesional.
 
Tal y como iniciábamos este artículo y como recogían Tristram Hooley, Ronald Sultana y Rie Thomsen en un artículo hace apenas unos días, la pandemia "ha dado un golpe de gracia a las concepciones estables" que teníamos del trabajo, de la familia o del ocio. De la misma forma, los consejos, recomendaciones, etc., que podríamos facilitar a una persona que busca trabajo, o que debe escoger unos estudios o una profesión han perdido parte – y en algún caso, toda – lógica.
 
Si el sentido último de la orientación es acompañar a las personas en su proceso de empoderamiento como ciudadanos y ciudadanas con autonomía para vivir en sociedad, ¿No sería poco ético e incluso irresponsable, aislarnos precisamente de lo que pasa en la sociedad? ¿No deberíamos redefinir qué "percepción de la realidad" proyectamos a través de nuestra orientación, de la información que facilitamos sobre itinerarios académicos y sobre las profesiones a las que acceder?

Asimismo, en una situación como la actual, en la que como dicen los autores del artículo, los trabajadores precarios necesitan desesperadamente ayuda y apoyo, ya que muchas de las industrias en las que se encuentran han colapsado, ¿los y las profesionales de la orientación, no deberíamos conjurarnos para fomentar – y reclamar - una transformación sistémica de las políticas de orientación, que garanticen su acceso universal?
 
"Ser o no capaces de reponernos a una situación como la actual (sin que ello suponga, como decíamos, aislarnos de los problemas que existen)  nos capacitará (o nos incapacitará) para poder ejercer como orientadores y orientadoras".
 

¿Qué podemos hacer hoy?

 
Estamos convencidas que deben ponerse en juego 3 conceptos clave:
 
  • Reorientación: Es importante identificar qué aspectos pueden adaptarse rápidamente a la coyuntura actual, qué acciones pueden llevarse a cabo para dar repuesta rápida a las personas que hoy necesitan orientación. Experiencias como las de la Diputació de Barcelona que ha reconvertido las sesiones de orientación presencial en el marco de ferias educativas locales, en orientación personalizada online; o la activa red de profesionales de la orientación que publican recursos y consejos para seguir orientando en tiempos de confinamiento, como el Colectivo Orienta; o en el caso de D'EP Institut, a través de deporienta.com, son algunas muestras de cómo podemos reorientarnos para seguir acompañando a las personas, en un momento como el actual.
 
  • Recuperación: Aún no disponemos de datos, pero el acuerdo es unánime sobre el impacto devastador de esta crisis, tanto a nivel sanitario , como en deterioro de las condiciones socioeconómicas de parte de la población por pérdida de puestos de trabajo. Pero el COVID-19 dejará muchas otras secuelas. No debemos olvidar aquellas de carácter emocional. Desde la práctica profesional de la orientación, deben incorporarse acciones adicionales de identificación y fomento de la mejora del estado emocional de las personas. Sin el refuerzo de este componente en el asesoramiento, el resto perderá sentido.
 
  • Resiliencia: A riesgo de derrochar contundencia, estamos convencidas que esta es la más importante y necesaria entre todas las competencias de los y las profesionales de la orientación. Ser o no capaces de reponernos a una situación como la actual (sin que ello suponga, como decíamos, aislarnos de los problemas que existen)  nos capacitará (o nos incapacitará) para poder ejercer como orientadores y orientadoras.  
 
Los y las jóvenes que deben escoger unos estudios, una profesión, o aquellas personas que deben replantearse su futuro profesional, necesitan profesionales que les aportemos una perspectiva amplia, que supere los condicionantes de la coyuntura actual, que les ayude a levantar la mirada.
 
Para concluir, podemos afirmar, por tanto, que los y las profesionales de la orientación académica y profesional debemos gestionar un escenario complejo, en el que compatibilizar las respuestas (irrenunciables) inmediatas y los retos de futuro. Así, tenemos que poner en juego las "3R" (reorientación, recuperación y resiliencia), necesarias en el corto plazo, y al mismo tiempo no debemos - y no podemos - obviar los retos que la pandemia ha generado en la orientación académica y profesional. 
 
Naturalmente, se trata de retos importantes, que precisan de tiempo y reflexión para ser afrontados con rigurosidad, compromiso - esta vez más que nunca, social - y eficacia. Esta no puede ser una nueva oportunidad perdida.
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