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Educación afectivo-sexual sí, pero con condiciones

Artículo de opinión

  • 27/02/2020

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Sandra Suárez, Orientadora educativa en la Conselleria d'Educació, Recerca i Universitat de las Illes Balears
Aunque la UNESCO señala que la educación sexual en los centros educativos tiene efectos positivos en los y las  jóvenes, al mejorar sus actitudes respecto a su salud sexual y reproductiva, y contribuir a la prevención y reducción de la violencia y la discriminación de género; y que otros organismos como UNICEF, la ONU y diversas ONG abogan por que el alumnado reciba educación afectivo-sexual dentro de los currículos educativos, el llamado pin parental (que consiste en obligar a los centros educativos a pedir autorización escrita a las familias para que el alumnado pueda participar o no en actividades educativas relacionadas con sexualidad) y su implantación en algunas comunidades autónomas ha generado  una gran polémica sobre hasta qué punto las familias pueden y deben controlar la educación que reciben sus hijos e hijas en las aulas.
 
Desde un punto de vista educativo, los centros públicos deben garantizar el derecho de nuestro alumnado a recibir educación y tener conocimientos sobre temas transversales de diversa índole (convivencia, derechos humanos, igualdad, coeducación, etc.), y por supuesto, también sobre sexualidad y educación afectivo-sexual. La razón principal es que la sexualidad en general y las relaciones afectivo-sexuales en particular, forman parte de nuestra vida y de nuestra persona, y además, vivimos en una sociedad que articula nuestra manera de interactuar e interrelacionarnos desde diferentes prismas, entre los que se encuentra el sexual. Y si bien no se nos puede exigir estar de acuerdo con todas las realidades que nuestra sociedad plantea (ni con todo lo que se enseña en las aulas a nivel curricular), sí se debe exigir una educación pública que lo imparta para que el alumnado lo conozca.
 
Es más, el hecho de que se traten temas transversales en las aulas que, de otro modo, una parte del alumnado no recibiría, abre la posibilidad de crear un espacio de debate (tanto dentro del aula como fuera de ella). Y si con algo de lo que se enseña, la familia no está de acuerdo, es un buen momento para contraargumentar en casa con sus hijos e hijas, y darles así la oportunidad de reflexionar sobre diferentes temáticas y poder ser críticos y críticas con toda la información que reciben, a fin de crearse su propia opinión.
 
Hay diferentes instituciones dependientes de las Consejerías de Educación, desde las que se ponen al alcance de los centros educativos diferentes programas y recursos didácticos para trabajar la educación afectivo-sexual en las aulas. Un claro ejemplo lo encontramos en ConvivÈxit (Illes Balears), que presenta tanto recursos propios como recopilaciones de otras comunidades autónomas, para trabajar con alumnado comprendido entre las etapas de Educación infantil y Bachillerato, adaptado, por supuesto, a cada nivel educativo.
Encontramos otros ejemplos en Skolae (Navarra), en la Xarxa Telemàtica Educativa de Catalunya, etc. Todos ellos, proyectos implicados en la coeducación, como base, y la puesta en marcha de programas y actuaciones de educación afectivo-sexual, entre otros. Además, desde las diferentes comunidades autónomas se están poniendo en marcha ayudas y subvenciones para llevar a cabo diferentes programas de esta índole.
 
"Si bien existe una ley a nivel estatal y autonómico, no hay una obligación de llevar a cabo un mínimo de actuaciones de educación afectivo-sexual, y de las que se apliquen, dependerá de cada centro educativo, la implicación de su profesorado, etc., cómo y cuándo hacerlo".

Aun así, eso no significa que los recursos existentes sean suficientes, ni los adecuados en todos los casos, ni que se trabajen en todas las aulas. Si bien existe una ley a nivel estatal y autonómico, no hay una obligación de llevar a cabo un mínimo de actuaciones de educación afectivo-sexual, y de las que se apliquen, dependerá de cada centro educativo, la implicación de su profesorado, etc., cómo y cuándo hacerlo.
 
Además, hay que tener en cuenta que este tipo de formación no está exenta de críticas, también dentro de un sector de la educación. Uno de los motivos por los que estas propuestas están en entredicho por, al menos, una parte de la sociedad, es debido a los conceptos y temas que se tratan, que suponen una novedad importante, sobre todo a nivel legal y social, y además, a que su aplicación todavía se está conociendo y debatiendo. No se puede considerar que estos proyectos sean inamovibles ni definitivos, ya que todavía se requiere mucha formación por parte de los agentes educativos implicados y un trabajo en red entre diferentes instituciones,que harán fluctuar el cariz y la trayectoria que se tomará.
 
Otro aspecto que se critica y provoca reacciones adversas, debido en parte también, a su novedad, es el hecho de que este tipo de educación, al ser transversal (educación afectivo - sexual, igualdad, convivencia, coeducación, etc.), no acaba de tener un lugar independiente dentro del currículum educativo (como sí tienen el resto de materias de las diferentes etapas educativas), puesto que se interrelaciona con diferentes temáticasy acaba en una especie de "cajón de sastre" entre la convivencia, igualdad, diversidad e inclusión, educación no sexista, etc., en el que todos los conceptos y actuaciones acaban mezclados, sin terminar de ofrecer una base sólida sobre la que regirse.
 
Así pues, será necesario que, desde los diferentes agentes implicados en general (política, salud, etc.), y desde la educación en particular (que es el caso que nos ocupa), se establezca una línea de actuación común y definida, para, a partir de ahí, poder ofrecer una educación afectivo-sexual de calidad e integral, que tenga en cuenta diferentes aspectos y ámbitos. Para llegar a ello, será necesario conocer y debatir la realidad, y qué implicaciones tiene (o puede tener) la trayectoria bajo la cual se actúe a nivel legal, político, social, educativo, de la salud, etc.
 
Lo que no puede hacerse es implementar proyectos y actuaciones "a salto de mata" abogando por el progresismo, empezando, en la mayoría de ocasiones, "la casa por el tejado". Una educación afectivo-sexual sí, pero de calidad e integral, también, no quedándose solamente en la superficie del tema a través de diferentes actuaciones que se ofrezcan de manera puntual. Y ello pasará por etapas de estudio, debate, construcción y deconstrucción, estableciendo un lugar independiente dentro de la educación, y por supuesto, ofreciendo formación a los diferentes agentes implicados (no solamente en materia de educación), que tendrán que adquirir las herramientas necesarias, para, posteriormente, poder presentarlo en las aulas de manera sólida y en un proyecto a largo plazo, y ser capaces de orientar y asesorar a nuestro alumnado.
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