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Alvaro Blázquez Marcos. CEO en MadridEasy
Desde nuestros abuelos la oferta formativa en el extranjero ha sido sinónimo de CURSOS+VERANO+JÓVENES. Esto se ha debido a la posibilidad de salir del país en el tiempo libre de verano, sin perder parte del curso académico, a los descuentos y promociones que ofrecen las escuelas durante el verano, y por supuesto, a las ventajas que ofrece esta aventura.

Sin embargo, aunque estos cursos de verano siguen siendo de gran popularidad entre nuestros jóvenes, la famosa crisis ha dado lugar a un cambio de tendencias y perfiles a la hora de tomar la decisión "irse fuera".
  • La oferta formativa se extiende a cualquier época del año, tanto en jóvenes como adultos. Los nuevos planes de estudio a nivel Europeo facilitan el intercambio entre estudiantes durante un trimestre, un semestre o, incluso, un curso académico. De hecho, la Beca Erasmus es la posibilidad más famosa para estudiar en el extranjero y España es el destino más popular entre los estudiantes que optan a ella y también el que más alumnos envía al exterior, según datos difundidos por la Comisión Europea.
  • El prototipo de persona que decide embarcarse en esta aventura ha sufrido una drástica ampliación. A pesar, de seguir predominando el perfil de joven estudiante universitario, cada día más adultos en situación de desempleo, o que no ven cumplidas sus expectativas en su país de origen, emigran en busca de nuevas oportunidades. Aprovechar esta situación  para formarse (o ampliar conocimientos) fuera es, posiblemente, lo más parecido a un año sabático en los tiempos que corren.
  • Además, los estudios en el extranjero ya abarcan más que simples cursos de idiomas. Las posibilidades son infinitas: estudios de grado y postgrado, cursos de todo tipo y prácticas en empresa, esto último supone una ventaja extra al aprendizaje, es decir, la adquisición de experiencia.
En épocas de crisis la mejor opción es formarse, y sin duda, hacerlo en el extranjero supone un añadido extra.Las ventajas de formarse fuera son "todas en 1": aprender un nuevo idioma "en directo", conocer gente nueva y una cultura diferente, adquirir una nueva perspectiva de tu propio país y sin duda, aprender de uno mismo, a cualquier edad.

Estudiar en el extranjero significa invertir en el futuro, tanto profesional como personal. A nivel profesional haber estudiado fuera cotiza muy al alza en el mercado laboral y el dominio de una segunda lengua supone un valor añadido al Curriculum Vitae, lo que significa poder optar a un puesto mejor remunerado. A nivel personal, la persona que se embarca en esta aventura, aprende a hacer frente a muchas situaciones que en definitiva le ayudarán a aumentar su autoconfianza, factor muy valorado por las empresas a la hora de contratar nuevos trabajadores.

Pero, como cualquier decisión importante, existen una serie de riesgos o, mejor dicho, factores a tener en cuenta. Aquellos adultos que deciden emigrar deben saber que tendrán que despedirse de todo lo que ya conocen y están acostumbrados, deberán "desacomodarse", puesto que en este viaje hay que empezar de cero. Para los jóvenes, por lo general, tendrán que olvidarse del respaldo de papá y mamá, aprender a suministrar su dinero y enfrentarse solos a las malas situaciones. También, es importante tener claro la enorme pesadez de los trámites burocráticos. A todo esto añadirle un nuevo lugar y una nueva lengua. Aún así, independientemente de cómo salga se habrá aprendido algo, y era de eso de lo que se trataba desde un primer momento.
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