Indudablemente, el periodo de recesión económica que atravesamos está pasando factura a la cuenta de resultados de la mayoría de centros de enseñanza, al igual que al resto de sectores; no hay que olvidar que los centros educativos constituyen en definitiva marcas comerciales cuyos resultados obtenidos a lo largo de su trayectoria educacional a generaciones de alumnos es, sin duda, su mejor carta de presentación.Hasta hace no demasiado, la educación y la empresa pertenecían a mundos diferentes sin puntos de conexión, pese a disponer de una serie de elementos comunes como son los clientes (alumnado), directivos y profesionales de la empresa (director del centro y educadores), mercado (padres y alumnos), y competidores (resto de centros de enseñanza). En definitiva, toda escuela funciona como cualquier empresa, y por ello precisa de la puesta en marcha de estrategias y técnicas propias del sector empresarial.
Al igual que una empresa, una institución educativa posee su máximo exponente en su reconocimiento concentrado en su logo, y dispone además de la ventaja añadida de haber podido sobrevivir a lo largo de los más de cinco años que dura la crisis debido, en gran parte, a que las familias equiparan las partidas dedicadas a la educación a otras necesidades básicas como la alimentación o los servicios, y por lo tanto son las últimas que dejan de pagar.
Pese a todo, no es menos cierto que los centros educativos han perdido alumnos, y no es de extrañar que emerja la figura del comercial de centro educativo. Teniendo en cuenta la difícil coyuntura económica en la que todavía estamos inmersos y el frenazo de la natalidad que se viene produciendo en este país durante los últimos cuatro años, lo cual ha repercutido también en la disminución de la demanda. Es por ello que, llegado este punto, se hace necesaria la figura de un profesional que trabaje en la captación de nuevos alumnos, sin dejar de lado la fidelización de los "clientes" que ya incorpora el centro.
En este contexto, los productos y servicios educativos precisan de soluciones diferentes para darse a conocer, aumentar su alumnado y abordar nuevos segmentos de oferta educativa con el objetivo de afianzarse en la posición de prestigio que el centro ocupa.
En definitiva, volviendo a la equiparación colegio-empresa, cuando una escuela ofrece un servicio educativo de calidad el resultado va a repercutir directamente en clientes-alumnos mejor preparados, con todos los beneficios que ello conlleva a nivel de mayores índices de satisfacción familiar y social, lo cual conllevará al incremento del alumnado gracias al reconocimiento de la marca. Gracias a ello, la escuela podrá invertir en mejorar sus instalaciones, servicios, y recursos diferenciándose del resto de centros educativos, logrando un mejor servicio e incrementando su cartera de clientes. Veamos si la perdurabilidad del profesional de marketing educativo en los centros de enseñanza es definitiva o coyuntural con los tiempos que corren; el tiempo lo dirá.