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¡Estamos en época de poda!

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Miquel Bonet. Profesor universitario, abogado y autor de ¡Búscate la vida!
Si no existiera la Formación Profesional, ahora mismo, no podría enviar este e-mail, porque en mi casa tengo luz, no paso frio, abro un grifo y corre el agua, no me mojo cuando llueve y alguien pone gasolina a mi coche, me cobra en el súper, compro un periódico impreso con tinta y puedo disfrutar de determinadas comodidades vitales. Todo esto gracias a que unos profesionales hombres y mujeres, montan, instalan, suministran o me arreglan las cosas más básicas para poder moverme por la vida y se ocupan de "podar" los árboles, para que den más y mejores frutos.

Claro que no valoramos estas cosas y ni siquiera el trabajo de quienes las hicieron posible, porque son tan obvias que ya nos hemos acostumbrado a ellas, pero los oficios son claves en nuestra sociedad. Desde que los sumerios "inventaron" la rueda hace 5.000 años, rodamos gracias a estas pequeñas cosas, pero casi las "criminalizamos en nuestra generación y en la siguiente". La razón es que en los 70 bastaba tener carrera universitaria para tener trabajo, hoy ocurre al revés, nuestros jóvenes están "sobrepreparados" para desempeñar funciones claves y nuestra capacidad productiva es incapaz de poder darles la ocupación correspondiente a su titulación, incluso se habla de exportar capital humano universitario al resto del mundo.

En este convulsivo momento en que vivimos, creo que ya toca, razonar y poner las cosas en su sitio. En realidad, deberíamos desprendernos de todo, sin renunciar a nada. Me explicaré, buscando una analogía en la naturaleza, ya que estamos en época de poda, debemos sacar la maleza, podar los frutales, racionalizar el campo y si conviene, arrancar o trasplantar aquellos árboles, que impiden el crecimiento de otras plantas más necesarias, es cuestión de supervivencia.

Mientras en el resto de Europa, la Formación Profesional, se valora tanto como algunos grados universitarios, y en general las diferencias salariales son mínimas o inexistentes, aquí padecemos la enfermedad de la "titulitis" muy contagiosa, porque la gente pretende equipararla a "status" y encima tenemos miles de profesionales, que hicieron una carrera que no les gustaba, que la acabaron por los pelos, gracias a la laxitud de un sistema educativo que defiende la mediocridad y no incentiva la competencia y después, añaden una colofón de "maestria" que se otorga sin haber pasado ni el aprendizaje, ni la oficialía.

En Inglaterra por ejemplo, cualquier ingeniero procedente de la formación profesional, es mucho más valorado que aquél que accedió directamente al grado superior; en Alemania esta popularizada la "alternancia" en casi la mitad de la FP, por tanto no se entiende el estudio teórico sin un trabajo parcial en la empresa, computable y evaluable en las notas finales; en Francia los oficios "metiers" están clasificados y cualificados.

No se trata como dice el ministro de turno de "evitar" que nuestros jóvenes hagan los itinerarios formativos para los que sienten vocación y focalicen exclusivamente las salidas del mundo laboral; esto es aberrante, porque las empresas queremos talento, actitud y competencia, y es obvio que será más competente el que tenga habilidad natural y le gusta lo que haga.

Como conclusión, creo que padres, maestros y alumnos, debemos asumir el compromiso de recuperar valores como el esfuerzo, la autoridad, la perseverancia y trascender el miedo al fracaso, apoyar la educación a partir del descubrimiento, dejar que nuestros alumnos elijan con libertad, exigiendo compromiso aunque para ello tenga que generalizarse una aportación mínima en los costes de la educación que después devolverán con creces a nuestra sociedad, hay que podar racionalmente para que se crezca mejor, pues no necesitamos gente con títulos y que sepa mucho, sino gente competente, que sepa hacer cosas y resolver problemas a los demás y el primero de ellos es enterarse de lo que pasa, porque pasa y que debe hacerse desde el poder para cambiarlo.
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