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No todos valemos para todo, ni todo vale para todos

Artículo de opinión

  • 28/03/2011

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Felipe Rodrigo Gutiérrez de la Cámara. Responsable del Departamento de Relaciones Institucionales del Instituto Superior de Derecho y Economía (ISDE) (Madrid)
En al actual contexto donde todo el mudo pide pero nadie da, donde todo el mundo reclama pero nadie se compromete, donde todos solicitan pero nadie responde, las empresas y demás colectivos requieren profesionales de acuerdo a determinados conocimientos y habilidades.

No todos valemos para todo, ni todo vale para todos, por ello, las empresas han visto la necesidad de definir y definirse como competentes. El problema, cómo valorar esta competencia, en definitiva, ¿Qué es ser competente?

El que hace mucho, el que piensa mucho, el que estudia mucho, la que conoce mucho,… son respuestas a las que cada colectivo se ha visto obligado a determinar por su propia cuenta, sabedores que lo válido para mí no lo tiene porqué ser para los demás.

Este es el nuevo reto al cual se enfrentan todas las entidades formativas, desde las universidades, las escuelas, los centros de formación de postgrado y demás entes cuya misión y visión es ayudar a que, los profesionales del mañana, hoy entiendan y valoren que el ser competente es necesario. Miremos a la sociedad, a los directores que dirigen, a los gobernantes que gobiernan, a los profesores que enseñan, a los niños que escuchan, a los ancianos que envejecen para saber si el ser Competente, con mayúscula, es algo que buscan o que lo aprenden.

Ya no se requiere una formación únicamente de calidad, sino que sea también integral, que de al sujeto las capacidades con las que enfrentarse a su trabajo de la manera más adecuada, no ya sólo por sus conocimientos, que también, sino por sus habilidades. ¿Está preparado o, lo está intentando, el actual sistema educativo? Nuevas entidades y organismos como el ISDE (Instituto Superior de Derecho y Economía) han entrado en un escenario en el que se han visto obligados a definir los conceptos que hasta ahora eran desconocidos, ofreciendo al profesional de hoy las herramientas necesarias para ser competente.

Como no todos valemos para todo, ni todo vale para todos, es importante que la formación tenga en cuanta esta realidad, determinando en cada profesional sus destrezas, pero también sus carencias, para darle aquello que no está sólo en los libros, sino que obliga al propio ser de la persona, haciéndola competente para determinados trabajos.

Así, al igual que la sociedad evoluciona y las cosas cambian, es importante que los sistemas se adapten, valorando aquello que hay que valorar, dando significado a lo que hay que dar y ofreciendo lo que es necesario recibir.

Por ello, entiendo que el problema no reside en el método o el sistema sino en el objetivo, el fin, porque aunque se fijan leyes para regir y determinar estas habilidades, las palabras como entes finitos, muchas veces no son capaces de definir los conceptos, y en este caso, la competencia.

Dime lo que necesitas y yo te diré lo que tengo y puedo darte, lo que soy y a lo que puedo llegar a ser, pero para llegar a esto, las empresas deben marcar la meta e indicar el camino por el cual ir para alcanzar este objetivo.

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