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Emilio Silva Otero. Profesor y jefe del departamento de formación y orientación laboral. IES Marqués de Suanzes (Ferrol)
Buena pregunta. Al menos parece muy buena a la hora de poder tomar una decisión, más o menos acertada, en cuanto a la formación que debería seguir la persona interrogada en un proceso formativo-profesionalizador para dar respuesta a ella.

Un asunto muy importante que se debe plantear, a la hora de elegir un itinerario de vida-formación-trabajo para un individuo, debe ser contar con una información suficiente y una orientación adecuada, en función siempre de los intereses de la persona, de sus cualidades, de sus metas, de sus expectativas, etc., de cara a lograr el éxito al final del recorrido. Aquí cabría poner de manifiesto dos realidades bastante distintas: por un lado aquellas personas que no poseen ninguna formación profesional, ya sea por haber fracasado en ella o por no haber tenido oportunidad en su momento, y aquellas otras que tienen formación -más o menos amplia- y necesitan reconducir o complementar su carrera profesional.

En el primer de los supuestos, en mi trabajo diario, cada curso me topo con un buen número de personas que no han contado con esa información u orientación adecuada a la hora de formarse para un correcto desempeño profesional, bien sea porque no han prestado la suficiente atención -por falta de madurez, formación para ello, etc.- o porque el sistema no ha conseguido llegar a ellas en la forma o manera que se está llevando a cabo. Si un alumno llega a la formación reglada y a los pocos días o semanas de haber iniciado un ciclo formativo está perdido, puede ser que el sistema no funcione, pues, ese alumno va a ser una víctima más de fracaso escolar en la que falte por analizar las causas de tal situación. Muchos alumnos llegan a mis clases sin ninguna idea de lo que se van a encontrar en cada ciclo, no tienen conocimiento de lo que deberán afrontar en los próximos cinco trimestres y, por encima de todo en muchas ocasiones, eligieron su formación en función de criterios poco o nada madurados: "es el que más me gusta de los que hay", "no sabía muy bien que elegir y acabé aquí", "mis padres me obligan a estudiar", "me gustaría otra cosa pero no sé dónde estudiarlo", etc., suelen responder a una evaluación inicial de los porqués que los llevan a sentarse en el pupitre.

Estas respuestas pueden dar alguna pista de los fracasos escolares en la formación reglada que, a mi juicio, también dan una pista importante en cuanto a como enfocar la formación para el empleo. Si a un alumno que termina su etapa educativa en la ESO se le dan buenas opciones -en cuanto a un itinerario formativo que le abra alguna puerta laboral, formación adecuada a sus expectativas y a sus posibilidades, facilidad para elegir con información accesible para el, etc.- el alumno en cuestión debería poder tomar decisiones válidas para su salida a una vida laboral activa o al menos, si su madurez e interés se lo permiten, para poder tener opciones reales para ello.

La formación para el empleo -nombre que aglutina a las antiguas formación ocupacional y continua- puede ser una opción muy válida para estas personas que no encuentran acomodo en la formación reglada. Con una formación más práctica, tal vez distinta a aquella que les provocó en muchas ocasiones un cierto rechazo del sistema, con compañeros más variados que en el grupo clase, etc. estos cursos pueden suponer una muy buena experiencia para muchas tipologías de alumnos de este primer grupo, aunque también necesitan de una buena motivación, interés del formado, etc. Si la oferta formativa de los distintos agentes implicados cumple con una buena prospección de las necesidades del mercado y, como resultado de la formación, los alumnos que los terminen tienen una opción real de trabajo, el éxito debería estar asegurado. Sin embargo no ocurre así en muchas ocasiones, porque algo puede fallar en este sistema, a veces la propia formación, a veces la entidad que organiza, a veces los servicios públicos de empleo, a veces nosotros -los profesores, orientadores, etc. de los centros de formación reglada por no saber informar a los alumnos de esta vía- y supongo que en algunas ocasiones también los alumnos -otra vez por su madurez, motivación, expectativas, etc.- que lo hace también bastante falible.

Dentro de este primer grupo también podemos localizar a aquellas personas que son expulsadas del sistema productivo y que necesitan mejorar su empleabilidad con nuevos aportes de formación. En esta situación se podría suponer que el papel de los orientadores de los sistemas públicos de empleo deberían jugar una importante labor a la hora de buscar la formación más adecuada a cada individuo y también -si la situación funcionase correctamente- al propio mercado laboral, ofreciendo la formación a aquellas personas que la pudiesen aprovechar y a las que les sirviese de mejora real para su futuro reenganche a la vida laboral. En mi experiencia laboral en la formación ocupacional -hace ya bastantes años- esta situación fallaba con cierta frecuencia, aunque en la actualidad la situación ha variado con más y mejores servicios de orientación profesional, lo que debería notarse en los resultados de esta formación.

Dentro del segundo grupo de personas nos encontramos ante muchos individuos que han terminado su formación universitaria o profesional reglada y no cuentan con oportunidades en el mercado laboral, bien por la falta de ofertas que respondan a sus perfiles o por la no adecuación a la demanda real del mercado -necesidades de especialización, conocimientos complementarios, etc-. En esta situación la formación para el empleo también puede ser muy válida. Si el punto de partida es el adecuado, y las entidades que van a participar en el proceso hacen bien su trabajo, cada alumno que se adentre en la formación para el empleo podría encontrar en esta un camino importante para llegar a su meta laboral.

Los empresarios buscan competencias profesionales, saber hacer, que los trabajadores sean capaces de llevar a la práctica muchos de sus conocimientos teóricos y aquí la formación para el empleo puede aportar mucho. El hecho de que esta formación sea más ágil, más facilidad para montar un curso que todo un ciclo formativo o una determinada formación universitaria; más específica si cabe, una realización más concreta dentro del catálogo; y una formación más rápida en el tiempo y con posibilidades de ser más cercana a la realidad inmediata del mercado laboral en un ámbito concreto, supone una serie de ventajas que no van a pretender substituir otras formaciones, pero sí complementarlas de una forma muy interesante, tanto para las personas que se acercan a este sistema como para las empresas que se van a beneficiar de la formación adquirida por éstas.

También dentro de este segundo grupo nos podemos encontrar a muchas personas que se hallan trabajando y necesitan de una actualización o especialización en algunos campos. En esta situación la formación para el empleo puede aportar -a través de actividades formativas prácticamente a la carta, diseñadas por las empresas a su medida, con flexibilidad de horarios, número de sesiones, etc.- a coste cero para empresas y trabajadores -bien es cierto que aportan en sus cotizaciones a la Seguridad Social por este concepto- una extraordinaria oportunidad para mantenerse actualizados y en primera línea para abordar con éxito las exigencias constantes del mercado de trabajo.

A modo de conclusión, ya sea para aquellas personas que se encuentren en el primero o en el segundo grupo, una buena labor de orientación e información sobre posibilidades formativas, recursos, salidas profesionales, etc. van a ser indispensables para el éxito de cada individuo. La orientación puede venir desde muchas fuentes:
  • En los centros educativos, en su momento, a lo largo de las distintas etapas educativas, podría priorizarse en el segundo ciclo de la ESO -en el primer ciclo en algunas situaciones de fracaso escolar reiterado y analizando alternativas a la inclusión en los Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) en los que los alumnos vuelven a fracasar en un gran número por su estructura reglada- y en los cursos de Bachillerato e, incluso, en los ciclos formativos, tanto de grado medio como de grado superior, bien sea llevada a cabo por el departamento de Orientación específico, o por los distintos profesores de los departamentos técnicos o desde el Departamento de Formación y Orientación Laboral, en cuyos módulos se debería abordar esta posibilidad.
  • En las estructuras de empleo de las respectivas administraciones, central, servicios autonómicos o locales, la orientación debería ser pieza clave para un correcto funcionamiento del mercado laboral, de la intermediación entre oferta y demanda y de la cobertura de todas las necesidades, tanto de empresas como de trabajadores.
  • En las familias, por su responsabilidad a la hora de poder aportar una orientacion adecuada a las necesidades de los orientados, aunque no desde un punto de vista profesional, si vocacional o de intereses, que facilitarían mucho los procesos del resto de profesionales.
Si todas las partes implicadas actúan será fácil contestar la pregunta ...
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