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Lo que NO ES Bolonia

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Joan Biscarri Gassió. Catedrático de Escuela Universitaria del Area de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universitat de Lleida
Entraban en la universidad y todo el mundo les miraba como si fueran dos extraterrestres. Perfectamente encorbatados, anericanados, repeinados, engominados y masajeados con baron dandy, jóvenes e impecables, parecían una pareja de predicadores mormones. Sacaban su maletín de ejecutivo y nos proyectaban su powerpoint publicitario: teníamos que ser mas competitivos, mas eficientes, teníamos que captar mas clientes y fidelizar a los que teníamos, teníamos que hacer estudios de mercado y, finalmente, teníamos que hacer los famosos planes estratégicos para reconducir la universidad.

Porqué no, no eran vendedores de aspiradoras extraviados en el mundo universitario. Eran asesores, contratados por la administración, para "ayudarnos” con los planes estratégicos. Y no, no estoy hablando de la preparación del Plan de Bolonia, sino de hace 10 o 12 años, cuando todavía ni se hablaba de Bolonia.

O sea que, como tantas otras cosas que ahora se relacionan con Bolonia pero que vienen de lejos, esta andanada de mercadotecnia de ir por casa, este discurso boloniano que parece mas propio de un técnico en recursos humanos de una multinacional recién salido de Esade, no nos ha llegado por la vía del Nuevo Espacio Europeo de Educación Superior, sino que ya estaba entre nosotros. O, al menos, se pretendía que estuviera.

Y como esto, tantas otras cosas de las que una parte del estudiantado ha estado protestando, no sin razón, como si fueran propias de Bolonia. Por ejemplo, la dedicación exclusiva al estudio, que ya estaba presente en las carreras actuales, al menos de forma implícita, en la medida en que todos los planes de estudios estaban diseñados pensando en un estudiantado a tiempo completo y con asistencia obligatoria. Después, algunos profesores por nuestra cuenta diseñamos aplicaciones no presenciales o semi-presenciales para resolver los casos de misteriosa desaparición de algunos estudiantes durante el curso. Pero los ejecutivos del maletín continuaban evaluando el número de estudiantes que no acababan en el tiempo previsto como fracasos, sin entender nunca la opción de la dedicación parcial, ni diferenciar el estudiantado que trabaja, que es como decir el trabajador que estudia.

Podríamos continuar con otras cosas que, aunque se le hayan asociado, en realidad tampoco son Bolonia. Por ejemplo, es obvio que ni los precios de las matrículas, ni la escasez de las becas no vienen definidos por el Plan de Bolonia, sino por la política educativa de los estados.

Pero quizás, lo que sin ser tampoco propio de Bolonia, constituye un factor común, fijo e inmutable a lo largo de los años en todas las reformas de planes de estudio universitarios, y en general de todas las reformas educativas en este país, es algo que los mencionados asesores denominaban en su momento hacer las reformas con coste cero, y que los nuevos administradores, mucho mas progres, denominan hacerlas con criterios de sostenibilidad. Lo que traducido a nuestro idioma desde el argot ideológico significa hacerlo todo y mas, pero eso si, sin que cueste ni un euro mas.

Y así nos han ido las reformas educativas en este país. Esta es una buena manera de malgastar las mejores intenciones sin que nadie se oponga a ello oficialmente. Y también es un buen modo de generar anticuerpos contra las reformas (y no hablaré aquí de la LOGSE, con la que vaticino que le unirán numerosas similitudes), y que al final todo siga igual.

¿Alguien recuerda a estas alturas que el Espacio Europeo de Educación Superior solo pretendía avanzar en la construcción europea equiparando las titulaciones en los distintos estados?
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