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FP: Futuro Prometedor

Editorial

El bajo porcentaje de estudiantes de formación profesional se está corrigiendo en los últimos años, por la mejor promoción social de este mercado laboral y por la aproximación de los centros educativos a las necesidades empresariales. La FP puede contribuir al relanzamiento de la economía y su cambio de modelo productivo.


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Enric Renau. Editor
Una acertada campaña publicitaria del Ayuntamiento de Barcelona, asimila las siglas de la formación profesional - FP - a la idea optimista de que este tipo de estudios permiten a los jóvenes desarrollarse laboralmente.

Me parece adecuado vincular la formación profesional al éxito laboral pues en España sólo un 23,1% de la población tiene este tipo de estudios, mientras que en la Unión Europea la cifra es 20 puntos superior. Tenemos una pirámide educativa desajustada, con más proporción de personas que abandonan sus estudios precipitadamente y, ¡oh paradoja!, más titulados universitarios que la media continental.

Estos y otros datos están recogidos en un estudio de la Fundación La Caixa realizado por Oriol Homs, buen amigo y profesional.

Del estudio me interesa, en particular, resaltar sus recomendaciones, en la medida que él vincula la recuperación de la economía y el cambio del modelo económico al relanzamiento de la FP. La FP puede incorporar al sistema educativo a muchas personas que lo abandonaron por la presión del mercado de trabajo que los empujaba a ceder ante un salario a corto plazo de un empleo de poco valor añadido.

La primera recomendación, tópica, pero no resuelta, pasa por profundizar en la preparación práctica en los centros educativos y en las empresas ante el exceso de teoría. Ello implica otra idea importante, los docentes y las instituciones de formación deben actualizar permanentemente su oferta, teniendo en cuenta las necesidades y los usos reales de las empresas, lo que implica un esfuerzo permanente de puesta al día por parte del profesorado.

Los centros deberían ser más flexibles, adaptados al entorno socioeconómico próximo y más polivalentes, adaptados a las distintas necesidades y situaciones del alumnado potencial.

El autor recomienda impulsar mucho más los contratos-programa que permitan compatibilizar los estudios y el empleo, dadas las posibles necesidades económicas de los alumnos o sus familias y al interés de hacer de la relación entre la empresa y el centro educativo una oportunidad para la mejora del alumnos y un activo de la institución académica y no un problema.

Por los datos que dispongo, parece que algo está cambiando. La proporción de alumnos de Bachillerato y FP se está igualando.

Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com


 


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