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El alumno superdotado, un reto para el sistema educativo

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Yolanda Segura Ramos. Orientadora del Colegio Mirasur de Pinto (Madrid)
Los niños superdotados o aquellos que manifiestan altas aptitudes intelectuales, son capaces de realizar tareas a edades más tempranas de las esperadas, las realizan mejor, más rápidamente y quizás de distinta manera al resto de los niños, demostrando un alto grado de creatividad y madurez emocional.

Ahora bien, la población de superdotados es heterogénea en sus características, y por tanto, resulta difícil prestar una adecuada atención a cada una de las tipologías existentes.

En este sentido, es necesario llevar a cabo una identificación y diagnóstico temprano de los niños superdotados para evitar posibles problemas de frustración académica, inadaptación o fracaso escolar. Pero lo cierto es que no existen recursos suficientes para tal identificación.

Nuestra experiencia diaria así lo demuestra. Y buen ejemplo de ello es que este año el equipo de orientación de la zona ha identificado siete alumnos con posible sobredotación. A algunos podrá parecer extraño que en un mismo centro se den tantos casos, pero ¿no será más bien que los centros educativos no están habituados a detectarlos porque no existen medios suficientes para ello?

La respuesta quizás se encuentre en que el actual sistema educativo está más orientado a la identificación de dificultades y problemas de aprendizaje que a la detección de casos de altas capacidades, que parecen provocar una menor preocupación dentro de la comunidad educativa.

Sin embargo, la falta de atención a estos niños también puede tener consecuencias negativas. Y es que la escasa información facilitada a los padres desde las diferencias instancias públicas sobre lo que significa educar a un hijo con alta capacidad provoca, en ocasiones, que los padres crean que sus hijos son sobredotados no siéndolo, mientras otros prefieren que sus hijos no sean diagnosticados por miedo a posibles cambios de grupos, cursos o cualquier otra alteración de su vida cotidiana. En resumen, los padres no desean hijos "diferentes”.

Por otro lado, la sobredotación se suele vivir en los centros educativos más como un problema que como una ventaja para el aprendizaje. Una visión basada en falsos mitos sobre estos niños, como que son antisociales, con manías extrañas, excéntricos, mal adaptados al ambiente escolar o, simplemente, que no hace falta explicarles porque son muy inteligentes.

Esto es debido en gran medida a la escasa formación del profesorado sobre las características de estos niños y sobre la mejor manera de abordar su proceso de enseñanza y aprendizaje. Este hecho provoca ciertos miedos en los docentes, que no cuentan con todos los recursos y estrategias necesarias para abordar la tarea de la enseñanza en el día a día.

A este respecto, las leyes educativas que tratan de optimizar el potencial y favorecer una adaptación social correcta de los alumnos con sobredotación sugieren básicamente cinco alternativas para solucionar la atención de los alumnos tanto dentro como fuera del aula:

1. Adaptaciones curriculares de ampliación, que consisten en enriquecer los contenidos con temas motivadores y novedosos que requieran una mayor reflexión.

2. Aceleración parcial, que supone la integración parcial en grupos superiores en algunas áreas. Se trata de agrupamientos flexibles, generalmente realizados con un solo alumno.

3. Flexibilización curricular, consistente en adelantar al niño a un curso escolar superior que no corresponde a su edad, de forma que se encuentre en un nivel curricular más adecuado para el desarrollo de sus capacidades. La aceleración permite a los niños una mayor motivación y relacionarse con iguales más afines a su madurez emocional.

4. Programas de contexto enriquecido, es decir, la oferta de materias más especializadas con mayor nivel curricular e implicación del alumnado.

5. Enriquecimiento extraescolar en centros públicos o privados, por el que se llevan a cabo talleres y actividades educativas específicas para niños superdotados.

Si bien todas estas alternativas son adecuadas y posibles en la teoría, considero que, debido a la organización de los centros, al escaso número de alumnos con estas características y atendiendo a los recursos de que se dispone, las medidas que tienen mayores posibilidades reales de ejecución son la ampliación y la flexibilización curricular.

La primera suele ir acompañada, siempre que lo padres estén de acuerdo, de la derivación a un programa extraescolar de enriquecimiento, aunque este recurso dispone de muy pocas plazas. La segunda constituye una buena opción para alumnos muy concretos, que deben disponer de una capacidad superior en todos los aspectos de su persona, no solo intelectual sino también emocional, social y motivacional.

En cuanto a la aceleración parcial, podría ser una alternativa muy apropiada, pero no se desarrolla por problemas de organización de los horarios lectivos y porque las familias son reacias a que sus hijos acudan solos a una clase diferente a la suya de referencia.

En este contexto, cabe plantearse de qué otra forma podría contribuir la escuela a una mejor integración social del alumnado con altas capacidades. La respuesta se encuentra en la actuación en varias direcciones. De un lado, es imprescindible la formación del profesorado en este ámbito, lo que sin duda contribuirá a otro de los puntos clave para tratar estos casos: la adecuada información a los padres, que les servirá como referencia, apoyo y orientación en la educación de sus hijos.

Ambas actuaciones deberán además estar acompañadas de una serie de recursos que permitan poner en práctica las capacidades educativas de los profesores y la voluntad de comprensión y ayuda de los padres a sus hijos. En concreto, será necesario dotar de recursos a los centros para una precoz y adecuada identificación y diagnóstico, así como para la atención de los niños con estas características, con aulas específicas y grupos de investigación, entre otros.

En definitiva, la sobredotación ha dejado de ser desde hace mucho una cuestión extraña o alejada de nuestro entorno para ser simplemente un aspecto más de nuestra heterogeneidad social. Un aspecto al que, desde la escuela y el sistema educativo, debemos prestar mayor atención y que, lejos de plantearse como un problema de difícil solución, debemos asumir como un auténtico reto educativo.
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