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La lucha contra las estadísticas

Editorial

Los gobiernos están más preocupados para combatir las estadísticas que en solventar los problemas que puedan poner en evidencia unos malos resultados. Los esfuerzos de comunicación de los gobiernos, más cuantitativos que cualitativos, deben complementarse con acciones más explicativas de lo que sucede y lo que se ha aprendido. Cada vez somos más los que sabemos leer y comprender las estadísticas y más los que pedimos una argumentación más profunda de las decisiones.


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Enric Renau. Editor
La estadística es un instrumento de los Estados, como indica su nombre. Nació hace miles de años como método de empadronamiento para fines fiscales y militares y no ha dejado de crecer su peso y utilidad.

Yo no tengo ningún reproche a la inversión en estadística y en las ciencias que la utilizan porqué, al final, ésta se transforma en información y conocimiento y, por lo tanto, en reducción del riesgo de equivocarse.

En el ámbito educativo nos sirve para hacer proyecciones demográficas, detectar la evolución de las nuevas cohortes y el peso de la inmigración. Nos permite medir el abandono escolar y el abandono universitario. Nos permite cuantificar si existe movilidad educativa y laboral. Nos permite evaluar la calidad docente, la calidad de los servicios y la investigación. Nos sirve para comparar anualmente los presupuestos dedicados a educación, y dentro de ella al personal, a las inversiones en infraestructuras y equipamientos, a los programas, a la innovación, etc.

Las estadísticas permiten comparar una institución o un territorio en el tiempo y respecto a su entorno y ello acaba visualizando donde se está.

Desde este punto de vista, en algunas ocasiones, parece que los gobiernos están más preocupados en combatir las estadísticas que en solventar los problemas que puedan poner en evidencia unos malos resultados.

Un buen ejemplo es la noticia que publicamos esta semana, según la cual el abandono escolar prematuro escolar empieza a reducirse, pasando del 31,7% al 29,9% de los estudiantes de 18 a 24 años que no han terminado la ESO, entre 2004 y 2006.

La razón, según la ministra Cabrera, es el Plan PROA que incluye un Programa de acompañamiento escolar para primaria y secundaria centrado en el apoyo directo e individualizado al alumnado y un Programa de apoyo y refuerzo en secundaria para facilitar un cambio global en los centros.

Pero, una vez ganada la estadística, ¿qué es lo que se ha hecho para mejorar las tasas de abandono escolar? ¿Cuáles son las buenas prácticas que pueden ampliarse en el futuro inmediato? ¿Se ha mejorado de la misma manera en todas partes? ¿Porqué sí o porqué no? En otros países ¿se ha mejorado más, igual, o se ha empeorado? ¿Sabemos ya las causas de unas cifras tan elevadas?

Los tutores y monitores del programa están satisfechos y el informe de evaluación también es positivo. Pero, ¿cuáles son las lecciones aprendidas?

Los esfuerzos de comunicación de los gobiernos, más cuantitativos que cualitativos, deben complementarse con acciones más explicativas de lo que sucede y lo que se ha aprendido.

Cada vez somos más los que sabemos leer y comprender las estadísticas y más los que pedimos una argumentación más profunda de las decisiones.

Enric Renau
Editor

editor@educaweb.com
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