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Tendencias del mercado laboral

Editorial

Si importamos mano de obra inmigrante barata y dispuesta a realizar tareas de poco valor añadido y expulsamos, aunque con privilegios, al colectivo de pensadores y científicos, ¿nos estamos acercando a la sociedad del conocimiento? Me temo que no.

  • 27/11/2006

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Dos noticias aparentemente inconexas han sido seleccionadas por nuestro equipo editorial para este boletín de actualidad educativa. En cambio ambas me sirven para comentar algunos fenómenos que se producen en el mercado de trabajo.

La primera cuestión tiene que ver con la inmigración. Hay 2,5 millones de personas ocupadas en España que tienen un origen extranjero, lo que representa un 13,1% del total de empleados que cotizan en la seguridad social. Uno de cada tres empleos nuevos ha sido ocupado por un trabajador nacido fuera del Estado Español. La construcción y la hostelería-restauración son los sectores que más concentran a los trabajadores inmigrantes, y crece la contratación de inmigrantes que realizan tares comerciales y ventas.

El problema es que cada año que pasa la población inmigrada contratada que llega a España tiene, en términos estadísticos, menos estudios superiores y de formación profesional técnica y realiza trabajos necesarios, pero con menor valor añadido, que requieren menos formación y que, en muchas ocasiones, no quiere ser realizado por los autóctonos.

Por otro lado, las universidades están diseñando planes de prejubilación de catedráticos y profesores de más de 30 años de experiencia para fomentar la incorporación de nuevos investigadores y docentes más jóvenes en las aulas que ven difícil su progresión interuniversitaria. El panorama no es halagüeño si éstos tuviesen que esperar la creación de una nueva plaza de profesor, teniendo en cuenta la reducción demográfica de nuevos estudiantes y los años que aún podrían tener que esperar hasta la jubilación obligatoria de un docente a los 65-70 años. Cabe decir que la medida, impulsada desde el Ministerio para renovar el personal investigador y estimular la innovación en las universidades es altamente ventajoso para los prejubilados, que pueden seguir transmitiendo su conocimiento a los estudiantes de doctorado e investigando mediante una articulación que así se lo permitirá.

El problema en la Universidad es que, si partimos de la premisa de que los catedráticos con más experiencia son los que acumulan más conocimiento y tienen mejores competencias docentes o como investigadores, ¿por qué los animamos a que abandonen el mercado de trabajo con tan buenos planes de prejubilación?

O no son tan válidos estos profesores, o lo que pretende esta medida es solucionar, por decreto, el problema de la falta de oportunidades para realizar una carrera profesional en un sistema universitario excesivamente rígido y funcionarial.

Si importamos mano de obra barata y dispuesta a realizar tareas de poco valor añadido y expulsamos, aunque con privilegios, al colectivo de pensadores y científicos, ¿nos estamos acercando a la sociedad del conocimiento? Me temo que no.

Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com
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