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Educación en el consumo

Editorial

Las fiestas navideñas se anticipan cada vez más. Aún no ha llegado el mes de diciembre y en mi ciudad las calles ya están iluminadas con distintos adornos públicos y de comercios y establecimientos. En pocas semanas, estas señales lumínicas y a veces acústicas en forma de abeto, trineo, guirnaldas o paquetes de regalo, y sus replicas humanas disfrazadas de Gaspar, Melchor, Baltasar, Papa Noel, Santa Claus, nos recuerdan que tenemos que comprar y consumir.


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Enric Renau, Editor de Educaweb.com
Cuando llegamos a casa, las interrupciones publicitarias de la televisión y radio nos vuelven a avisar cada 15 minutos que ¡Ha llegado Navidad! Y que si nos hemos portado bien, vendrán los Reyes Magos cargados de regalos.

Los niños y los jóvenes son el colectivo al que más mensajes le llegan, pero a juzgar por los datos de ventas y de ahorro de los hogares en España, los adultos caen de cuatro patas en la dinámica consumidora que se incita por todas partes en "la campaña de Navidad”.

Si extrapolamos los datos de Catalunya obtenidos a través de una encuesta encargada por el Departament de Comerç, Turisme i Consum a DEP, el gasto durante estas fechas es de 689 euros por persona, lo que supera ampliamente el ingreso medio mensual.

Ello significa que los ciudadanos gastan más de lo que tienen, a no ser que hayan ahorrado o crean que van a ahorrar en el próximo futuro. Datos del Banco de España nos indican que, en realidad, lo que ocurre es que año tras año, los consumidores nos vamos endeudando; en concreto, las deudas se han triplicado desde 1996.

No es mi objetivo vital asesorar a los consumidores sobre cuanto y que tienen que gastar. Hasta pienso que no son las administraciones responsables de ello. Los ciudadanos ya son mayorcitos.

Pero también pienso que hay una importante falta de educación para el consumo combinada con una actitud poco activa para modificar esta dinámica consumista que nos acecha.

Según el estudio antes citado, los ciudadanos no se consideran presionados, no tienen que sobreendeudarse y declaran una actitud de consumo responsable. Pero por otro lado, cuando hablas con algún empleado del sector bancario, te das cuenta que eso no es cierto en muchos casos.

El fomento del consumo responsable es quizás la respuesta a esta paradoja. Por ejemplo, la elaboración de un presupuesto previo adecuado a la capacidad de gasto disponible. La realización de una lista de artículos necesarios y opcionales ya limita, en algunos casos, los excesos de la compra por impulso o de la mala organización. También es recomendable la demanda de información sobre precios y características de los productos en varios establecimientos y, una vez tomada la decisión, adquirir los productos con una cierta antelación, controlando el gasto que se hace en efectivo y, por su puesto, el de la tarjeta de crédito. En relación con los menores, es bueno implicarlos en la planificación y control del presupuesto familiar. Son futuros consumidores y deben aprender a asociar ahorro con la obtención de los productos que puedan desear.

De todas maneras, y para finalizar, mi recomendación es que cada uno valore más lo que tiene y lo sepa disfrutar, sea un bien de consumo o no. Quien sólo disfruta comprando quizás no tiene tiempo de disfrutar viviendo.
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