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La orientación laboral y el deseo del mundo que podría y debería ser

Artículo de opinión

¿Pueden los profesionales de la orientación académica y profesional ejercer su labor sin tener en cuenta la situación laboral? Ronald G. Sultana, especialista en Sociología y Educación Comparada, piensa que no


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Ronald G. Sultana, Profesor de Sociología y Educación Comparada en la Universidad de Malta, y fundador y director del Centro Euromediterráneo de Investigación Educativa
Junto con compañeros del Norte y el Sur del planeta he sostenido recientemente que, como profesionales e investigadores de la orientación profesional, no podemos continuar haciendo lo que hemos llevado a cabo durante los últimos cien años, como si los cambios trascendentales que tienen lugar al nuestro alrededor no existieran (1). No podemos hacer "negocios como siempre", en los que nuestras máximas preocupaciones recaen en asuntos, retos y problemas individuales. Estos elementos, evidentemente, son enormemente importantes, como también lo son nuestros esfuerzos para responder a las necesidades y para apoyar a la gente que busca una vida con sentido, productiva, gratificante y digna. Sin embargo, tal como nos recuerda Dietrich Bonhoeffer, el pastor protestante que se levantó contra la tiranía, "no estamos aquí para vendar las heridas de las víctimas bajo las ruedas de la injusticia; estamos aquí para poner palos a estas ruedas" (2).
 
En otras palabras, como orientadores educativos y ocupacionales, ahora, más que nunca, tenemos que enfrentarnos al hecho de que el sistema al cual servimos, y del cual formamos parte, está fallando cada vez a más gente. Las críticas al capitalismo económico y sus efectos contradictorios a la hora de crear riqueza en abundancia, por un lado, mientras genera simultáneamente abismos entre el "tener" y "no tener", por otro (por no hablar del caos generado al medio ambiente), no son nuevas. De hecho, lo han perseguido desde un buen principio, a medida que los críticos sociales y los activistas denunciaban la visión reduccionista de la historia que glorificaba la búsqueda del beneficio a expensas de la humanidad. Los altibajos, que son inevitables en cuanto que son sistemáticos, generaron movimientos muy poderosos en contra, que intentaban dominar los excesos del capital, y recuperaron derechos políticos, económicos y sociales importantes que, en algunos lugares, a veces, ayudaron que la mayoría ganara en dignidad, seguridad y libertad de aspirar y de ser.
 
Con el apogeo del estado del bienestar se consiguió un equilibrio poco convincente como respuesta a la necesidad dual de libertad y seguridad. Con todos los problemas que esto comporta, parece que se ha llegado a un compromiso histórico según el cual se podía dar curso a los impulsos históricos con tal de que una proporción significativa de la riqueza generada pudiera ser socializada, y que todos los ciudadanos pudieran ver los frutos y pudieran tener acceso a un sistema sanitario de calidad, a una educación y a unas condiciones de vida y de trabajo dignas. En este contexto, la orientación profesional desarrolló una visión y comprensión de su objetivo, a menudo articulado dentro del marco de un humanismo que se comprometía a expandir los horizontes de las posibilidades de todos aquellos a los cuales servía, y en el que la gente no sería tratada como un medio para un fin, sino como un fin en sí misma (3).
 
Sin embargo, el equilibrio estaba profundamente desestabilizado entre finales de los años setenta y principios de los ochenta, debido a la adopción y el atrincheramiento de las políticas neoliberales, puesto que un gobierno tras otro sacrificaban la seguridad de los pueblos en nombre de la llamada libertad. Esta libertad fue definida estrictamente en términos de liberalización de mercados, de entrega de una carta blanca a las fuerzas del mercado y de la "reducción" de las instituciones estatales, junto con el control y la supervisión subsiguientes. Nación y estado, individuo y comunidad, autonomía y responsabilidad, fueron reconfigurados con el frenesí consecuente que acompañó la globalización del comercio y la financiación de los mercados, la privatización de los activos públicos y los recortes de los servicios públicos; unos recortes que tuvieron repercusiones graves y perjudiciales en varios grupos de personas, incluyendo las mujeres. En muchos casos, estos "ahorros" para el monedero público fueron acompañados de reducciones generosas en impuestos sobre sociedades, y se usaron los ahorros de los ciudadanos para rescatar a las élites y los bancos cuando se encallaron. Un estado que abandonó su papel a la hora de garantizar el bienestar, aunque cueste de creer, adoptó una mezcla de políticas que promovían la transferencia de riqueza del ciudadano común al rico, y actuaba de manera efectiva como un estado del bienestar para los ricos mientras prescribía la austeridad para el resto.
 
Todo esto mientras se aseguraba no tener suficientes recursos para continuar aportando bienestar a los pobres (4). No sólo la mayor parte del crecimiento económico generado por el sistema se ha ido al 0,5% más rico de la población (5), sino que los papeles de Panamá han mostrado que la élite global tiene entre 21 y 32 billones de dólares americanos de activos no declarados, unos fondos que tendrían que haber sido su contribución social a las comunidades que para empezar hacen que esta riqueza sea posible (6). Contrastar esto con la que se denomina generación perdida: 21,4% de jóvenes (uno de cada cinco) de entre 18 y 25 años en Europa no encuentran trabajo, y el porcentaje sube de un 40% a un 50% en algunos países. Los millennials —la mayoría de los cuales tienen estudios superiores— se ven privados de trabajos a jornada completa y a menudo tienen deudas debido a los estudios, de forma que tener una casa de propiedad, parejas duraderas, hijos y ahorrar para el futuro son sueños difíciles o imposibles de conseguir. 122 millones de personas, o uno de cada cuatro ciudadanos de toda la Unión Europea, están en riesgo de pobreza (7).
 
A pesar de que para muchos la economía social de mercado de los años de posguerra no fue un camino de rosas, se establecieron redes de seguridad para asegurar que la vida no se experimentara como algo "desagradable, brutal y corto". Se crearon espacios para el atrincheramiento y la extensión de formas de vida democráticas en las esferas políticas y económicas. Contrastadlo con el mundo de hoy en día a la sombra del neoliberalismo y de la derrota provocada por la escandalosa crisis financiera del 2007: el trabajo, en muchos contextos, es difícil de encontrar y fácil de perder. Se exigen periodos de estudio largos y lucrativos mientras se hace el máximo esfuerzo para automatizar las habilidades, ya sea haciendo los humanos inservibles o haciéndolos trabajar de lo lindo para compensar las pérdidas debido a las tecnologías substitutorias de la mano de obra. Se exige lealtad, pero se devuelve poca o nada. El mercado laboral está cada vez más marcado por la intensificación, la inseguridad, los contratos cortos, temporales o inexistentes y por acuerdos informales, tipos Uber, que eluden las leyes laborales y los sindicatos. A menudo los sueldos no permiten subsistir y dan lugar en una clase de "trabajadores pobres". Se nos prepara para depender de forma práctica y emocional del trabajo, para acabar encontrando trabajos (si tenemos suerte) que son simplemente demasiado insignificantes para nuestro espíritu. Se nos enseña a ser creativos y sociables, pero nos pasamos los días haciendo trabajos que están vacíos de reciprocidad, mutualidad y cordialidad. Constantemente se exhorta y se aconseja a los ciudadanos para que encuentren un trabajo que concilie "vida y trabajo" como si fuera una aspiración ajena que necesita ser incitada, mientras que el derecho a "desconectar" ya hace tiempo que se ha perdido. Los jóvenes se desesperan por encontrar un trabajo después de endeudarse durante años para pagar los estudios, editan su currículum incansablemente y pasan por todas las vicisitudes —incluyendo la aceptación de esta nueva forma de explotación: las prácticas no remuneradas— para mejorar su empleabilidad.
 
Aunque todo ello pueda sonar retórico e incluso melodramático, sólo hace falta consultar el nuevo alud de libros sobre la naturaleza del trabajo en tiempos neoliberales para hacerse una idea de las pruebas empíricas que dan sustancia a este retrato tenebroso (8). Los informes de la Organización Internacional del Trabajo ponen de manifiesto que, año tras año, los datos referentes al trabajo digno en todo el mundo son cada vez más bajos para cada vez más personas, si tenemos en cuenta cuatro indicadores: la ocupación, la protección social, los derechos de los trabajadores y el diálogo social. Esto lleva al mundo entero hacia un desencanto, que proviene de la propia experiencia de la gente hacia el trabajo, ya sea por exclusión del mercado laboral, condiciones de trabajo nefastas, sueldos bajos, exposición a la vulnerabilidad e inseguridad y calidad laborales (9).
 
Mientras todo esto sea material de lectura depresiva no podemos, como profesionales e investigadores de la orientación laboral, y también como ciudadanos, permitirnos el lujo de hundirnos en el pesimismo. Este hecho requiere reflexión y acción, un replanteamiento fundamental y radical de las bases de nuestra profesión. En este interregno (10), el periodo intermedio en el que las viejas formas sociales están cediendo el paso, pero las nuevas todavía tienen que tomar forma, en que, en palabras del poeta irlandés Yeats, "todo se rompe; el centro no aguanta", la vía hacia delante no es siempre la más clara. Pero mientras "la ceremonia de la inocencia se ahogue" no nos podemos permitir una situación en la que "los mejores no tienen convicción, mientras que los peores están llenos de intensidad pasional". El tiempo en que vivimos requiere intensidad pasional y nos pide que imaginemos el reencuentro con los otros para que nuestros esfuerzos de ser útiles en un periodo de cambio de época estén a la altura de la tarea trascendental que tenemos delante.
 

 * Este artículo se halla incluido dentro de la publicación Una década posant en valor l'orientació acadèmica i professional. Premis Educaweb 2008-2017, editada por Educaweb con motivo del décimo aniversario de los Premios Educaweb de Orientación Académica y profesional



1 T. HOOLEY, R. G. SULTANA i R. THOMSEN (ed.) (2017), Career guidance for social justice: contesting neoliberalism. Londres, Routledge (en premsa). R. G. SULTANA (2017), Career guidance and livelihood planning across the Mediterranean region: Challenging transitions in South Europe and the MENA region, Rotterdam, Sense Publishers.
2 Citat a E. METAXAS (2010), Bonhoeffer: Pastor, martyr, prophet, spy: A righteous gentile vs. the Third Reich. Nashville, Thomas Nelson.
3 Vegeu R. G. SULTANA (2014), "Pessimism of the intellect, optimism of the will? Troubling the relationship between career guidance and social justice",
International Journal for Educational and Vocational Guidance, 14(1), p. 5-19; R. G. SULTANA (2014), "Career guidance for social justice in neoliberal times", dins A. G. ARULMANI, A. J. BAKSHI, F. T. L. LEONG i A.G. WATTS (ed.), Handbook of career development: International perspectives. Nova York, Springer, p. 317-334.
4 Vegeu H-J. CHANG (2010), 23 Things they don't tell you about capitalism, Londres, Allen Lane/Penguin Group, i N. CHOMSKY (2011), How the world works, Berkeley, Soft Skull Press.
5 Vegeu T. PIKETTY (2014), Capital in the Twenty-First Century, Cambridge, MA: Belknap Press.
6 Vegeu C. HOLTZ (2016), "The Panama Papers prove it: we can afford a universal basic income", The Guardian, (consulta: 8 abril 2016), i Oxfam (2016), "Ending the era of tax havens: why the UK government must lead the way", Briefing paper, (consulta: 14 març 2016).
7 Vegeu T. FAZI (2016), "How austerity has crippled the European economy – in numbers", Social Europe, (consulta: març 2016); J. STIGLITZ (2016), "Young people are right to be angry about their financial insecurity", The Guardian, (consulta: març 2016); C. FISHWICK (2016), "Five markers of adulthood millennials have had to give up on", The Guardian, (consulta: 10 març 2016).
8 Vegeu R. SENNETT (1998), The corrosion of character: The personal consequences of work in the new capitalism, Nova York, W. W. Norton & Company, i Z. BAUMAN (2006), Liquid times: Living in an age of uncertainty, Cambridge, Polity Press.
9 G. RYDER (2017), "Decent work or indecent politics", Social Europe, (consulta: 1 febrer 2017).
10 Vegeu Z. BAUMAN (2012), "Times of interregnum", Ethics & Global Politics, 5(1), p. 49-56.


 
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