Conceptualmente, hablar de ‘Prácticas en Empresas' no es lo mismo que de ‘Formación Dual Universitaria (FDU)', en la que el proceso de aprendizaje del alumno, tanto en su vertiente teórica como práctica, se desarrolla de forma integrada entre el centro universitario y la empresa, superándose el antiguo enfoque de las "prácticas" en el que la universidad se encargaba exclusivamente de formar al estudiante en un entorno académico, para luego enviarlo a la empresa a "practicar" en el mundo real.
En la FDU, mucho más alineada con las demandas del mercado y con un enfoque competencial, la colaboración entre ambas instituciones es continua y bidireccional.
Por ello, personalmente prefiero centrarme en estas estancias de los alumnos en las empresas que se denominan "Formación Dual Universitaria (FDU)", mucho más novedosas e incipientes en nuestro país, en las que el estudiante alterna, de manera estructurada y planificada, períodos de formación académica en el centro universitario con estancias en una empresa, permitiendo que los conocimientos adquiridos en el aula se complementen y enriquezcan con los de un entorno profesional real, generando un aprendizaje más profundo, contextualizado y orientado a la empleabilidad.
Diferencias entre universidad y empresa como entornos de aprendizaje
Lo que realmente distingue estos dos ámbitos de aprendizaje no es la función que cumplen la universidad y las empresas dentro del proceso formativo —ambas son ya corresponsables de la formación del estudiante—, sino el tipo de aproximación que realizan.
En la universidad, el aprendizaje tiene una orientación más académica, reflexiva y conceptual: se trabaja sobre modelos, teorías, casos de estudio y ejercicios que buscan desarrollar la capacidad analítica, crítica y argumentativa del estudiante. En cambio, en la empresa, el conocimiento se adquiere principalmente mediante la acción, la resolución de problemas reales, la toma de decisiones bajo presión y la interacción con equipos multidisciplinares y clientes reales.
Se trata de un aprendizaje donde el estudiante no solo aplica lo aprendido, sino que también desarrolla soft skills o "competencias personales y sociales", tales como la comunicación, la adaptación al cambio, el trabajo en equipo, la gestión del tiempo o, aunque parezca mentira, la puntualidad.
Además, esta integración más estrecha entre universidad y empresa permite enriquecer la formación con una visión más realista del entorno profesional, facilitar una mejor transición al mercado laboral y fomentar una actitud de aprendizaje continuo que será clave a lo largo de toda la carrera profesional del alumno.
Ventajas de la FDU para los distintos actores
La FDU se encuentra actualmente en el debate del mundo universitario de nuestro país, ya que ofrece múltiples ventajas para los distintos actores implicados. Para las empresas, representa una oportunidad estratégica de formar talento ajustado a sus necesidades reales, facilitando la incorporación de jóvenes previamente seleccionados, lo que reduce costes de contratación y asegura el relevo generacional.
Además, promueve una alta fidelización por parte de los aprendices, para quienes el modelo garantiza una formación actualizada, orientada a su rápida inserción laboral. No solo adquieren competencias técnicas, sino también, -como he indicado antes-, competencias personales y sociales clave para el entorno profesional, todo ello en un ámbito que les motiva y, en algunos casos, les ofrece una retribución económica.
Desde el punto de vista del Estado, la FDU permite compartir la responsabilidad formativa entre el sector público y privado, aligerando la carga presupuestaria y favoreciendo una mayor empleabilidad juvenil, con efectos positivos en la sostenibilidad del Sistema de Seguridad Social, ya que desde el 1 de enero de 2024 hay obligación de cotizar por estas estancias.
Por su parte, las universidades se benefician al mejorar la preparación y empleabilidad de sus egresados, fortaleciendo sus vínculos con el tejido empresarial y consolidando un ecosistema de colaboración que favorece la innovación y la transferencia de conocimiento.
En definitiva, todos ganan: las empresas forman talento a medida, los estudiantes se preparan mejor para el empleo, el Estado mejora la empleabilidad juvenil y las universidades fortalecen su vínculo con el entorno productivo. Si bien, y a pesar de ello, no todo grado, empresa o alumno pueden, ni deben, ser duales. Hay que establecer una serie de estándares para que este modelo de aprendizaje dual se desarrolle con máximos niveles de calidad.
A este respecto, desde CEOE tenemos claro que es imprescindible regular adecuadamente estas estancias de los alumnos en las empresas para generar seguridad jurídica, no sólo para los alumnos, sino también para las empresas, ya que acoger estudiantes en tus instalaciones representa una gran responsabilidad. Y por supuesto que dicha regulación no se haga desde una visión prejuiciosa de las mismas, como se ha intentado recientemente con el mal llamado Estatuto del Becario, con el que CEOE no ha estado de acuerdo.
Estado actual y perspectivas de la FDU en España
¿Y cómo estamos actualmente en el desarrollo de la FDU en nuestro país? Pues ateniendo al reciente Informe Radiografía de la Formación Dual Universitaria en España (2024), elaborado por la Fundación Bertelsmann, la Conferencia de Consejos Sociales de las Universidades Españolas y por la Universidad de Mondragón, la FDU en España se encuentra en una fase de expansión progresiva tras un desarrollo normativo reciente y aún en evolución.
Aunque algunos territorios como Euskadi y Cataluña ya contaban con iniciativas pioneras desde hace décadas, no fue hasta el Real Decreto 822/2021 cuando se estableció un marco legal estatal para esta modalidad.
Hoy en día, muchas universidades españolas están integrando programas duales, principalmente en forma de grados y másteres con Mención Dual, lo que implica requisitos formales como una proporción mínima de créditos cursados en la empresa, remuneración a través de contrato formativo y una coordinación efectiva entre la universidad y la entidad colaboradora.
Retos y desafíos pendientes
La implantación de la FDU responde a retos estructurales de la universidad española, como pudiera ser el envejecimiento de la población estudiantil y el desajuste entre la oferta formativa y las necesidades del mercado laboral, frente a los que esta modalidad formativa se percibe como una respuesta innovadora que aporta mayor empleabilidad a los egresados y favorece la transferencia de conocimientos entre el mundo académico y el productivo.
Según este informe, el interés institucional por esta modalidad está creciendo y muchas universidades están desarrollando proyectos piloto o ampliando su oferta dual, especialmente en ámbitos como la ingeniería, la educación y los recursos humanos.
Sin embargo, persisten desafíos importantes, entre los que hay que destacar la falta de homogeneidad entre la regulación de las diferentes Comunidades Autónomas, la escasez de plazas disponibles en las empresas o la necesidad de fortalecer los mecanismos de calidad y evaluación, especialmente a través de las agencias de calidad como ANECA o las autonómicas.
Asimismo, resulta imprescindible publicar el desarrollo normativo del nuevo contrato formativo que introdujo la reforma laboral que entró en vigor en 2022 ya que, todavía, su utilización es muy incipiente.
También es necesario consolidar la cultura de colaboración universidad-empresa y dotar de mayor reconocimiento y apoyo institucional al profesorado y a las entidades que participan.
Para concluir, aunque la FDU ha iniciado un camino sin retorno en la universidad española, su consolidación requiere aún un esfuerzo coordinado y sostenido por parte de todos los agentes implicados.