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"La universidad debe colaborar en el desarrollo socioeconómico, pero también fomentar la responsabilidad social"

Entrevista

  • 14/07/2021

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Maria Do Céu Taveira. Doctora en Psicología de la Educación y profesora en la Facultad de Psicología de la Universidade do Minho, Porto (Portugal)
Maria Do Céu Taveira es doctora en Psicología de la Educación y profesora en la Facultad de Psicología de la Universidade do Minho, Porto (Portugal). Actualmente coordina una línea de estudio de Orientación y Desarrollo Vocacional en la Unidad de Investigación Aplicada en Aprendizaje, Realización y Carrera en el Centro de Investigação em Psicologia (CIPsi).

Cuenta con más de 150 publicaciones científicas en Psicología Escolar y Educación. Sus intereses de investigación son: la exploración vocacional, la eficacia de intervención vocacional, la gestión de la carrera y la adaptación a la carrera.

Fue la investigadora responsable del Proyecto de Carrera y Ciudadanía: condiciones personales y el contexto para el cuestionamiento ético del proyecto de vida, financiado por la Fundación para la Ciencia y Tecnología (FCT).  También creó la Asociación Portuguesa para el Desarrollo Profesional.



¿Cuáles son los principales retos a los que las universidades deben enfrentarse a la hora de orientar académica y profesionalmente para la elección de unos estudios universitarios?

Todas las instituciones de educación superior se sienten desafiadas a contribuir a la sostenibilidad de un mundo mejor, mediante sus actividades de enseñanza, investigación, transferencia de conocimiento y extensión cultural, lo que en sí mismo es un gran desafío.

Esto requiere que las instituciones de educación superior sean organizaciones cohesionadas, flexibles, eficientes, humanistas, que acepten a líderes fuertes y que desarrollen soluciones variadas que respondan, de manera clara, a las necesidades de estudiantes de diferentes edades, situación socioeconómica, nacionalidades, en distintas carreras y con diferentes itinerarios y experiencias.

Es un gran desafío, pero también una excelente oportunidad para que las instituciones de educación superior se cuestionen, se abran al resto de la sociedad y se constituyan como comunidades modelo, ambientes emancipadores, innovadores, promotores del conocimiento y de la profesionalización, pero a su vez, que sean acogedoras y promotoras de la igualdad, de la justicia y del bienestar y el desarrollo personal y social.

La capacidad de las universidades para planificar y actuar anticipadamente con respuestas a medida, diversificadas y urgentes, apremia aún más en el actual contexto mundial de pandemia, provocado por el nuevo coronavirus COVID-19.

En este contexto, los servicios de orientación universitarios deben estar alineados con estas preocupaciones y esta misión, y tienen un papel fundamental en lo que respecta a las opciones universitarias de los estudiantes.

Por un lado, pueden ofrecer intervenciones programadas y de asesoramiento que ayuden directamente a los estudiantes a comprender y a lidiar con alguna indecisión por lo que respecta al curso y a la universidad, resultantes del proceso de adaptación académica inicial; pero, también, con problemas de indecisión resultante de elecciones poco claras y apoyadas, o a reorientarse dentro y fuera de la universidad. Asimismo pueden intervenir en casos de indecisión crónica y generalizada, más complejos, con un asesoramiento más intensivo y de mayor alcance.

Por otro lado, los servicios de orientación deben liderar estrategias de intervención psicoeducativa, preventivas, en colaboración con la dirección de la institución, los docentes y los estudiantes más experimentados, en el sentido de preparar un clima social y ambientes pedagógicos amigables con la acogida, la integración y el éxito académico de todos los estudiantes, con especial atención a aquellos que por primera vez entran en el ambiente. Se trata de medidas y programas destinados a salvaguardar fenómenos de falta de civilidad, abandono escolar o pérdida de salud mental.

Los servicios de orientación también pueden dirigirse al resto de la población universitaria, profesores, funcionarios y miembros de la comunidad de la institución, sirviendo a diferentes públicos, en materias relacionadas con la realización escolar, el desarrollo socioprofesional y la gestión de la carrera, ya que estos son dominios interdependientes y focos tradicionales de los servicios de orientación.

¿Cómo es y cómo debería ser la orientación antes de llegar a la universidad?

Las intervenciones de orientación en la enseñanza primaria y secundaria también pueden ser de carácter preventivo, o más centradas en la resolución de problemas. En el primer caso, deben proporcionar a todos los estudiantes la adquisición y el desarrollo de actitudes prosociales, el gusto y la maestría en el aprendizaje, y la preparación progresiva del rol de trabajador y de ciudadano. Esto gracias a programas longitudinales de desarrollo de carrera que acompañan a los mismos estudiantes a lo largo de más de un ciclo de estudios.

Se trata de una estrategia de intervención que recurre no solo a la información, sino a actividades de educación para la carrera, relacionadas con el resto del currículo. Pueden ser objetivos de estas intervenciones, por ejemplo, ayudar a los alumnos a desarrollar un autoconcepto positivo, a aprender sobre el mundo escolar, profesional y social, a comprender cuál es la relación entre lo que aprenden hoy y lo que es necesario para la vida, a valorar el trabajo en una variedad de formas y contextos, a conocer a su comunidad y a involucrarse en esta, a prepararse con confianza y eficacia para la próxima etapa de la vida, etc. Sin embargo, realmente, esta no es, en general, la estrategia de intervención más utilizada y conocida en países como Portugal o España, aunque cada vez se reconozca más su importancia.

Las estrategias de intervención más utilizadas y conocidas son las que ayudan a los alumnos a resolver problemas eminentes de carrera, relacionados con elecciones de carrera, planificación de un itinerario escolar y solicitudes de cursos, pasantías, empleos o voluntariado (p. e. acudir a sesiones de orientación profesional poco antes de tomar la decisión, hacer la elección o presentar la solicitud). En general, involucran actividades de análisis de aspiraciones, creencias, sueños y expectativas, la evaluación de intereses, competencias y valores relacionados con el aprendizaje y con el trabajo, la exploración y evaluación de opciones de carrera, y ejercicios de compromiso con determinadas opciones. Son ayudas muy relevantes, pero que solo complementan aquello que sería más importante realizar: programas de educación para la carrera longitudinales y más amplios.

¿Qué lugar ocupa y qué lugar debería ocupar la orientación durante la carrera universitaria?

Un lugar de complementariedad con respecto a las demás actividades universitarias, con objetivos propios de intervención, pero integrados en una política única de la universidad, que tenga en cuenta no solo la preparación académica, científica y cultural de sus estudiantes, sino también, sus competencias de gestión y desarrollo de la carrera –tanto como estudiantes, como profesionales y ciudadanos.

Esta programación debe contemplar a todos los estudiantes, y tener objetivos específicos para los primeros años de estudio, para los años intermedios, y para los años finales de las licenciaturas, los másteres o los doctorados, acompañando a los alumnos según cuáles sean sus necesidades. En el fondo, una programación que vendría a ser la continuidad de lo que se propone para la enseñanza primaria y secundaria.
 
"Trabajar la noción de empleabilidad sostenible puede ser más útil, ya que remite a la capacidad de los estudiantes de prepararse progresivamente, a lo largo de su estancia en la universidad".

Y una vez que los estudiantes universitarios finalizan sus estudios, ¿cree que se realiza una buena orientación académica y profesional?

Las universidades cada vez más se han preocupado por la cuestión de la empleabilidad de sus graduados, pero a menudo adoptan una noción de empleabilidad algo reductora, sinónimo de empleo inmediato, es decir, de capacidad para obtener un empleo seis u ocho meses después de obtener el título.

Ahora bien, esto deja de lado muchas situaciones, dada la diversidad de formas que los estudiantes tienen de gestionar su carrera después de la titulación y, también, la inestabilidad y precariedad del mercado de empleo.

Trabajar la noción de empleabilidad sostenible puede ser entonces más útil, ya que remite a la capacidad de los estudiantes de prepararse progresivamente, a lo largo de su estancia en la universidad, y después de esta, con herramientas que les permiten obtener, mantener y renovar su empleo o trabajo a lo largo de su vida. Se trata de un concepto más centrado en el desarrollo de la persona en contexto, más cerca de la noción de carrera proteana (protean career), proactiva y autorregulada.

Estas nociones, sin embargo, también tienen un problema, que debemos prevenir, que es el peligro de dejar al estudiante finalista toda la responsabilidad de creación de oportunidades y de respuesta a la cuestión de su empleabilidad, cuando sabemos perfectamente que la empleabilidad requiere oportunidades de empleo reales y de trabajo digno y el apoyo sostenido de las políticas gubernamentales, institucionales, de los empleadores y de las personas más cercanas a los estudiantes, incluidos profesores, amigos y familiares.

En este sentido, el papel de los servicios de orientación puede ser fundamental para ayudar en el cuestionamiento y el esclarecimiento de estas cuestiones, y colaborar en la preparación de los estudiantes en términos de empleabilidad sostenible, diseñando y realizando actividades al efecto.

¿Cree que la universidad y las administraciones competentes se han adaptado al contexto sociolaboral cambiante?

Creo que están haciendo un esfuerzo considerable, sí. Aquí se ha asistido, también, a opiniones distintas, que revelan una visión de péndulo sobre esta cuestión: ahora se considera que la universidad está obsoleta y que prepara a titulados para profesiones y empleos que van a dejar de existir; ahora se considera que la universidad debe estar casi toda al servicio de las necesidades del mercado.

Como consecuencia, con frecuencia se espera que los servicios de orientación universitarios ayuden a resolver la cuestión de la empleabilidad desde cada una de estas perspectivas.
Creo que ni una visión ni la otra ayudan a resolver el problema de preparar a los estudiantes para un mundo de trabajo actual, más inestable y exigente. La universidad debe situarse en una posición más equidistante, que le permita cumplir su misión, por una parte y, por otra parte, relacionarse de modo intencional y selectivo con la sociedad y el mercado, y con los políticos, con el fin de colaborar en el desarrollo socioeconómico, pero, también, fomentar la responsabilidad social de cada uno de estos socios en la promoción de la empleabilidad de sus estudiantes.

¿Existen evidencias del impacto que generan los servicios de orientación en el desarrollo de la carrera profesional de sus estudiantes?

Sí, en los últimos cuarenta años, diferentes estudios metanalíticos han demostrado la eficacia de diferentes modalidades de intervención de orientación para universitarios, como, por ejemplo, las sesiones de información, los seminarios de gestión y desarrollo de la carrera, el asesoramiento individual, las sesiones en clase, y las intervenciones con el apoyo del ordenador y de Internet –efectos en la promoción de la identidad vocacional, en la disminución de indecisión indeseada, en avances en la toma de decisiones y en la planificación de la carrera y en la preparación de la carrera de los universitarios.

El recurso a esta variedad de modalidades de intervención, basado en la evidencia empírica sobre la eficacia de los servicios de orientación universitarios, permitirá responder mejor a la cuestión central: ¿qué tipos de intervención funcionan mejor, con qué estudiantes y en qué circunstancias?

¿Conoce buenas prácticas que merezca la pena destacar?

Ejemplos de buenas prácticas pueden ser, por ejemplo, recorrer a intervenciones con apoyo del ordenador y de Internet que no prescindan del apoyo profesional especializado y que empleen instrumentos de evaluación psicológica (por ejemplo, inventarios de intereses) validados para la población a la que están destinados y adecuados para su uso en línea, y la información significativa, fiel y actualizada sobre el mundo escolar y profesional. De este modo aumentamos la calidad de los servicios y evitamos las desventajas de las intervenciones en línea, tan bien recibidas por algunos universitarios.

Otro ejemplo puede ser acostumbrarse a realizar una evaluación de las necesidades de la intervención que queremos llevar a cabo y un plan de evaluación de sus resultados y algún seguimiento y evaluación del proceso realizado. Esto permitirá ser más intencional, eficaz y eficiente en los servicios prestados.

Un tercer ejemplo puede ser, en el asesoramiento profesional, prestar atención y evaluar las dificultades de toma de decisiones de los individuos, y contextualizarlas, es decir, antes de eso, analizar el contexto en el que se desarrolla la decisión que hay que tomar, en términos de historia personal, recursos y apoyos existentes, y naturaleza específica de la propia decisión.