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Orientación en Latinoamérica, compromisos ante el impacto del COVID-19

Artículo de opinión

  • 29/07/2020

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Aliria Vilera Guerrero. Profesora titular jubilada de la Universidad de los Andes (Venezuela)
Abordar la problemática que representa la pandemia del COVID-19 en Latinoamérica, con todo lo que implica en cuanto a sus efectos de expansión, prácticamente, inevitables, ha constituido una alarmante realidad que ha exigido de urgentes medidas sanitarias. Es un escenario difícil debido a que se trata de la salud y de la vida humana. Precisamente, ante esta situación inesperada, pero, avasallante en la región latinoamericana, es relevante y una prioridad la labor de los profesionales de la orientación académica y profesional.
 
En este sentido, consideramos muy necesario asumir una perspectiva de consciencia activa hacia la propia condición socio-profesional de la orientación latinoamericana. Es decir, resulta necesario indagar e interrogarnos con respecto a las funciones que debemos asumir y del compromiso ético social que nos debe guiar en nuestra praxis, específicamente ante la necesidad de articular innovadoras estrategias de apoyo y de asesoramiento para la atención de los y las jóvenes con respecto a sus oportunidades laborales y sus procesos de formación que les permitan asumir los desafíos de un mercado laboral post-pandemia.
 
Más allá de la situación de la crisis sanitaria, los profesionales de la orientación en Latinoamérica requieren tener presentes las necesidades de desarrollo humano y social en la región para lograr la sostenibilidad en los procesos democráticos relacionados con la igualdad, equidad, bienestar, justicia y oportunidades que son demandados, basándonos en las particularidades y especificidades que caracterizan a cada país, localidad y territorio.

Desde la labor profesional de la orientación, resulta imposible obviar las complejas desventajas respecto a las desigualdades sistémicas del desarrollo humano en pleno siglo XXI que tienden a profundizarse, generando brechas que se acentúan con los altos índices de economía informal, falta de protección social y de salud, violencia, inestabilidad sociopolítica, corrupción y otros males. El Informe de Desarrollo Humano para América Latina (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, 2019), destaca que "la desigualdad comienza en el momento del nacimiento, define la libertad y las oportunidades de los niños, adultos y personas mayores y se transmite a la siguiente generación".

Por su parte el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, en la presentación del Informe de Políticas sobre los efectos del COVID-19 en América Latina y el Caribe (2020): señala que Latinoamérica es una región en la que los niveles de desigualdad se han vuelto ya insostenibles, lo que supone desarrollar sistemas integrales de bienestar social accesibles para todas las personas. "Esto implica crear sistemas tributarios más justos, promover la creación de empleos decentes, fortalecer la sostenibilidad ambiental y reforzar los mecanismos de protección social. También conlleva una mayor integración económica regional y supone que las mujeres participen plenamente y en condiciones seguras en la vida pública y económica. Por último, para reconstruir mejor, hay que reforzar la gobernanza democrática, la protección de los derechos humanos y el estado de derecho".
 
"La orientación profesional en Latinoamérica debe ejercer el papel de agente de cambio con sentido proactivo para trabajar en el desarrollo de nuevos perfiles laborales, sociales y educativos que sean pertinentes, efectivos y eficaces". 


El papel de la orientación en un mercado laboral afectado por el COVID-19

 

La orientación profesional en Latinoamérica debe ejercer el papel de agente de cambio con sentido proactivo para trabajar en el desarrollo de nuevos perfiles laborales, sociales y educativos que sean pertinentes, efectivos y eficaces, con respecto a la generación de nuevos escenarios laborales y de productividad.  Se trata de "una orientación con una visión de trascendencia comprometida con la integración en las políticas públicas en el marco del cumplimiento de los derechos sociales, la libertad y la justicia; con ello, el respeto a los derechos humanos, la equidad, la ética social responsable, el desarrollo humano integral, el bienestar y la cultura de paz" (Vilera, 2010).
 
En tal sentido, la orientación profesional debe partir de una integración dinámica, holística y dialéctica acerca de las potencialidades humanas, los niveles de funcionamiento de las personas con opciones posibles y relacionadas con el entorno productivo. Al respecto, se destaca lo aportado por Nussbaum (2007) al expresar que "todos los ciudadanos deberían tener la posibilidad de desarrollar todo el espectro de capacidades humanas, hasta el nivel que permita su condición, y disfrutar de tanta libertad e independencia como sea posible".
 
En ese contexto, se presentan algunas aportaciones para implementar en la praxis orientadora educativa profesional y social, con la finalidad de contribuir con ideas generadoras de opciones para la vida productiva laboral, tanto de los jóvenes como de las personas que buscan trabajo, en tiempos del COVID-19:
 
Impulsar la condición participativa con consciencia de acción transformadora y positiva en los jóvenes y personas adultas para comprender los cambios que hoy se imponen con el COVID-19, pero, también, tomando conciencia de las brechas que se suman a esa nueva realidad. Desde la praxis orientadora hay que implementar programas alternativos para motivar a las personas a adquirir autoconciencia sobre la toma de decisiones informadas que les permitan reconocer nuevas oportunidades laborales. Implica desarrollar estrategias de orientación profesional para clarificar formas de pensar reflexivas respecto a lo que se entiende como realidad. Al respecto, es necesario asesorar a los jóvenes y las personas que buscan trabajo en el análisis de contexto y en la propia existencia vital. Las acciones orientadoras deben presentar en concreto los diversos niveles de realidad que deben comprender:
 

  • La realidad del sentido de la vivencia de los jóvenes o personas que buscan trabajo
     
  • La realidad que se percibe como nuevo entorno desafiante
     
  • La realidad que se visualiza como oportunidades que ofrece el entorno
     
  • La realidad como una construcción de día a día.
 
2. Gestionar procesos educacionales para el desarrollo de competencias profesionales y transversales necesarias para lograr oportunidades laborales:
 
  • Construir las capacidades de desarrollo y crecimiento personal a partir de aprender a dar sentido a la vida personal con propósitos claros. Para ello hay que orientar a los jóvenes con estrategias y herramientas prácticas que les permitan el aprendizaje de la autoestima, el manejo y autorregulación emocional, la empatía, habilidades e inteligencia emocional y social. 
     
  • Construir y desarrollar las capacidades y los niveles de funcionamiento personal: reconocer los significados de las oportunidades en cuanto al acceso a la participación con voz activa, los grados de satisfacción y conciencia de valoración personal y ciudadana, con sentido de deberes y derechos.
     
  • Análisis de las opciones y modos de elección para la vida productiva laboral: posibilidades, libertades y limitaciones (resiliencia).
     
  • Compromiso con el desarrollo de capacidades de motivación al logro (intrínseca y extrínseca). Orientar en el desarrollo de habilidades de escucha activa, tolerancia y comprensión.
     
  • Evaluar y valorar los logros, los proyectos propios y la calidad de vida que se desea.
     
  • Construir las capacidades de empoderamiento: necesidad de guiarse clarificando valores ético-morales, virtudes, fortalezas, oportunidades y responsabilidad cívica-social, con la finalidad de proporcionar aportes positivos a la comunidad y a la sociedad.
     
  • Aprender a exigir oportunidades ciudadanas con garantías de derechos sociales y políticos. Orientar para maximizar capacidades con fines emancipadores y de bienestar común.
     
  • Orientar en el desarrollo activo de las habilidades transversales, que se consideran requeridas en el trabajo del siglo XXI y, sobre todo, en la era post-COVID-19, tales como: mentalidad de crecimiento, creatividad, centrarse y enfocarse según las metas previstas, sociabilidad, asertividad, manejo adecuado en la resolución de conflictos, saber trabajar en equipo y actitud positiva-proactiva.
 
En ese contexto, Vilera señala que los profesionales de la orientación latinoamericana somos una voz de esperanza. "Nuestra formación y, por ende, nuestro ejercicio profesional en la praxis, debe mostrar un protagonismo con bandera de trascendencia en claro compromiso por construir bienestar y prosperidad en las personas y sociedades en el presente, y reconociendo la importancia del desarrollo humano sostenible, en positivo, pensando en las generaciones futuras" (Vilera, 2010).
 

Referencias

 
  • Guterres, A. (2020). Para reconstruir mejor es necesario transformar el modelo de desarrollo de América Latina y el Caribe - Informe de Políticas sobre los efectos del COVID-19 en América Latina y el Caribe Disponible en: https://www.cepal.org/es/articulos/2020-reconstruir-mejor-es-necesario-transformar-modelo-desarrollo-america-latina-caribe
  • Nussbaum, M. (2007). Las fronteras de la justicia. Barcelona: Paidós.  
  • Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2019). Informe de Desarrollo Humano para América Latina. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. UN Plaza, Nueva York, NY 10017, Estados Unidos: PNUD.
  • -Vilera, A. (2010). "Orientación en Latinoamérica. Una profesión retada en el siglo 21 a resonar la libertad". En Revista Electrónica Tiempo Latinoamericano. No.13, pp. 15-18. 
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