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Una educación emocional primero para nosotros, los adultos

Artículo de opinión

  • 27/05/2020

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Gloria del Amo Garrido, Psicopedagoga y maestra de Pedagogía terapéutica y Audición y lenguaje (Castilla y León)

El profesorado y la educación emocional

 
El profesorado necesita tener un alto grado de autoconocimiento y comprensión de sus propias emociones antes de acompañar a los niños y las niñas con las suyas.
 
A partir de que Daniel Goleman publicara su libro Inteligencia Emocional, allá por los años 90, esta toma protagonismo en entornos como el empresarial y el educativo. Sin embargo, en el terreno educativo, al profesorado nos queda un largo camino personal que recorrer para ser talentosos en esta inteligencia, y es vital que lo seamos cuando acompañamos los procesos de desarrollo de los niños.
 
Las emociones son protagonistas en nuestras vidas ya que absolutamente todo pasa por la emoción. Cada emoción tiene una función, por ejemplo, la función de la rabia suele ser ayudarnos a poner límites, la función de la tristeza atendernos y cuidarnos... Es muy importante que aprendamos a tomar el papel de observador con cada una de nuestras emociones, yo no soy mi enfado.
 
Todos los niños y las niñas aprenden a través de la exploración del mundo y la imitación de modelos. Nuestras emociones ejercen una gran influencia en las suyas debido a las neuronas espejo, cuanto más felices y entusiasmados nos mostremos nosotros, más motivados y receptivos estará nuestro alumnado, por ello, además de aumentar nuestro vocabulario emocional hemos de aprender a autogenerarnos emociones positivas. Un adulto que reconoce sus emociones y sabe cómo expresarlas y regularlas es el mejor de los modelos.
 
Los niños y las niñas, por naturaleza, son mucho más inteligentes emocionalmente que nosotros, pues aún no están tan contaminados de juicios, miedos, etc. Ellos liberan sus emociones de forma natural e inmediata, todos tenemos la capacidad innata de hacerlo, solo que los adultos hemos aprendido a reprimirla, nos hicieron creer que no está bien llorar en público o estallar en alegría. Nuestra cultura parece honrar el ejercicio de sufrir en silencio y reprimir nuestra rabia, desde muy pequeños aprendemos a cohibir nuestras liberaciones emocionales, sin embargo, son los procesos de sanación que nuestro cuerpo realiza de manera natural.
 
Los adultos tenemos que desaprender para aprender. Desaprendamos a reprimir nuestras emociones y aprendamos a canalizarlas. No pidamos a los niños que no lloren o que no se enfaden, enterremos para siempre frases sexistas como "los niños no lloran" o "cuando te enfadas te pones fea", pues les mandamos el mensaje de que necesitan reprimir sus emociones para ser aceptados socialmente.
 
Hemos llegado a un punto en el que nos sentimos incómodos cuando nos encontramos a otra persona expresando sus emociones, no sabemos acompañar a los otros y eso es porque no sabemos acompañarnos a nosotros mismos. Por ello, creo que todo empieza porque los adultos desaprendamos el viejo paradigma emocional y aprendamos a acompañar nuestras propias emociones.
 
Estamos constantemente transmitiendo emociones a nuestros alumnos y alumnas, lo primero a través de nuestra mirada, aunque tratemos de encubrir una emoción. Nuestra mirada combinada con la sensibilidad natural de los niños y las niñas habla por nosotros, pero también nuestra voz y nuestra expresión corporal. Por ello creo que es muy importante antes de encontrarnos con el alumnado, ya sea física o virtualmente, hacer un pequeño ejercicio personal de reconocimiento emocional, si es necesario respirar nuestras emociones y desarrollar alguna técnica personal para autogenerarnos emociones positivas. Por otra parte, para llegar a nuestros alumnos es vital crear un vínculo afectivo con cada uno de ellos, escucharlos con atención, saludarles con cariño cada día haciendo que se sientan respetados y queridos.
 
La alerta sanitaria, una oportunidad para darle más importancia a la educación emocional
 
Indudablemente nos encontramos ante una oportunidad magnífica tanto para que el profesorado profundice en el aprendizaje de sus propias emociones como para acompañar a los niños con las suyas, pues son momentos en los que afloran muchas emociones como la confusión, el miedo, la soledad, la frustración, etc. y estas emociones dan lugar a rabietas, inquietud, nervios… Es un momento crucial y es nuestra responsabilidad ayudar a los niños a canalizar todas estas emociones, partiendo siempre de la aceptación y la comprensión de cada una de ellas.
 
Nuestro cuerpo nos comunica constantemente lo que nos pasa, a través de sensaciones. Cuando bloqueamos la liberación emocional, la emoción se queda atascada, no se disuelve, y ¿qué pasa cuando se nos atasca una emoción, y luego otra, y otra? Se crea una bola enorme que en muchos casos terminan llamando a una enfermedad. Pero si nos permitimos una completa liberación emocional, nuestro cuerpo y nuestra mente se sienten comprendidas y libres. Y esta comprensión y libertad es la que se merecen todos nuestros niños y niñas.
 
Los avances en la neurociencia evidencian que, cuando las situaciones de aprendizaje están vinculadas a un componente emocional, nuestro cerebro está más atento, procesa e integra los conocimientos de forma más significativa. Por esto el vehículo principal para el aprendizaje es el vínculo emocional, sin emoción no hay aprendizaje.
 
Como educadores hemos de ayudar a nuestros alumnos a generar un vínculo emocional con los contenidos de aprendizaje y este empieza porque nosotros lo encarnemos primero. El siguiente paso es relacionar cada contenido educativo con la vida de los niños y las niñas, e ir poniendo nombre a las emociones que van apareciendo en esta relación. Para ello hemos de crear un clima cálido donde los niños y las niñas se sientan libres de expresar sus inquietudes y emociones.
 
"Los avances en la neurociencia evidencian que, cuando las situaciones de aprendizaje están vinculadas a un componente emocional, nuestro cerebro está más atento, procesa e integra los conocimientos de forma más significativa". 

Buenas prácticas que contribuyen a apoyar emocionalmente al alumnado durante la pandemia

 

Las prácticas que propongo a continuación están pensadas para ser vividas primero por el profesorado y, una vez integradas, transmitidas a nuestro alumnado.
 

1. Aprender a escuchar las sensaciones de nuestro cuerpo, desconectando la mente

 
Lo sé, esta primera práctica no es fácil, porque estamos acostumbrados a razonarlo todo constantemente.  Cuando somos capaces de identificar la sensación física que nos produce una emoción, es mucho más sencillo liberarla. La visualización y la respiración consciente nos ayudan a entrenar esta conciencia corporal.
 
Lo primero es reconocer la parte del cuerpo donde está la emoción y valorar cómo se siente esa emoción en mi cuerpo, cuál es su intensidad de 0 a 10 y qué forma tiene. Podemos ampliar la llamada "técnica de la tortuga" con esta práctica.
 
Veamos un ejemplo. Cuando uno piensa: "no me encuentro bien, siento como una bola en mi estómago, es grande, y pesada, tiene una intensidad de 9, me siento agobiada. Ahora, ¿qué puedo hacer?". Respirar. Si es una bola grande y negra me imagino cómo con cada inhalación se hace más pequeña y con cada exhalación cambia de color hasta que se vuelva pequeñita y de un color que me guste o desaparezca.
 
Las afirmaciones durante la respiración también ayudan a que la emoción se libere, afirmaciones como: "este agobio me impide disfrutar de la vida, no lo quiero más; el agobio se vuelve cada vez más leve, siento como se va haciendo pequeño y cambia su color, cada vez estoy más relajada", etc.
 

2.  Practicar la comunicación emocional

 
Es importante aprender a comunicarnos a partir de nuestras emociones y necesidades personales y esto requiere de entrenamiento. "Me siento... porque necesito…".
 
Como seres humanos necesitamos amor, cariño y comprensión y toda acción es un intento de satisfacer una necesidad. Cuando tenemos claro lo que queremos y lo que necesitamos podemos mantener conversaciones asertivas y significativas. Para ello es importante aprender a diferenciar entre una petición y una necesidad, y aprender a expresar nuestros sentimientos con naturalidad.
 
Conectar con los niños y las niñas desde nuestros sentimientos y necesidades y ayudarles a que se comuniquen entre ellos de la misma manera, es la mejor educación emocional que podemos darles.
 
Por ejemplo, ante un conflicto en el aula o en casa, no podemos pretender que lo dejen para otro momento y se pongan a hacer la tarea, esto es imposible, no van a lograr centrar su atención. Por ello, es esencial que en ese mismo momento abramos un espacio de comunicación emocional en el cual cada uno pueda expresar como se siente y que necesita.
 

3. Yoga y mindfulness

 
Gracias a la atención, la información que recibimos es procesada y almacenada en nuestro cerebro. Se trata de un proceso indispensable en el aprendizaje y que depende de nuestro estado emocional. La práctica de mindfulness o atención plena y el yoga favorecen un estilo de vida basado en la consciencia y una actitud más reflexiva y abierta a procesar e integrar nuevos aprendizajes. Integrar estas prácticas de movimiento consciente y atención plena durante la jornada escolar favorecerá significativamente los procesos de aprendizaje en todo nuestro alumnado.
 

4.  El arte como medio de expresión emocional

 
Toda creación artística como pintura, dibujo, manualidades, teatro, música, danza, etc. son herramientas magníficas de conexión y expresión emocional. Hay muchas actividades para trabajar las emociones a través del arte. Durante estas semanas una propuesta de liberación emocional puede ser que el alumnado dibuje cómo es su casa, dibujar al virus o las cosas que echan de menos.
 
Como dijo un día Gandhi: "Se tú el cambio que quieres ver en el mundo".
 
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