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Artículo de opinión

  • 21/04/2020

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Blanca Laguna, Orientadora educativa en Zaragoza (Aragón)
Si tuviera un diario, el viernes 13 de marzo sería algo así:
 
Estaba comiendo tranquilamente en mi casa cuando el presidente anunció por la televisión que se decretaba el estado de alarma sanitaria por el coronavirus, se me cortó el apetito al instante y miré el móvil, tenía un millón de mensajes en los grupos de WhatsApp. España estaba confundida, sorprendida, indignada...
 
En educación se cancelaban las clases, pero los docentes debían seguir trabajando, teletrabajando, y los niños aprendiendo, es decir, teleaprendiendo.

Supongo que hasta aquí la historia es la misma para todos. Ahora bien, en mi historia concreta, en plena vorágine de esta crisis, mis compañeros empezaron a comentar: unos que iban a mandarles las tareas online, otros que iban a hacer flipped classroom, etc. Y en el grupo de WhatsApp de orientadores y orientadoras me impactó bastante una frase que dijo una compañera: "Si ya no se veía nuestra labor antes, ahora incluso menos".
 
Me impresionó tanto que me hizo reflexionar. ¿Cómo puede ser posible que nuestra labor sea tan frágil e invisible ante una crisis? Luego retomé la conciencia. Acababa de decretarse un estado de confinamiento debido a una pandemia mundial que ahora afectaba a nuestro país.

Surgieron las preguntas que realmente importaban en ese momento: ¿cómo se encontrarán las familias, los profesores y los alumnos ante esta situación? ¿Cómo lo deben de estar pasando en las casas? ¿Y las familias con niños con problemas? ¿Y los alumnos se lo habrán tomado en serio o en broma? ¿Tendrán algún familiar o conocido contagiado? ¿Tendrán miedo?
 
"El fallo que ha sido más destacable y reseñable del sistema educativo, que más se ha notado en todos los niveles, ha sido la ausencia de gestión emocional. Ha habido una falta de sentido común, una malísima gestión de las emociones en un momento de crisis".

No obstante, no pude responder a mis dudas. En ese momento me di cuenta de una cosa, el contacto directo con mis alumnos y alumnas era prácticamente imposible, estaban inaccesibles para mí. ¿Les pasará lo mismo a ellos con nosotros los orientadores y las orientadoras? ¿Podría ser en este caso, la palabra "inaccesible" un sinónimo de "invisible"?
 
Así que me hice visible. Empecé a trabajar ese fin de semana (cuando estas en modo confinamiento la palabra lectivo o no lectivo ya no tenía mucho sentido). Creé y edité un vídeo con consejos y orientaciones generales dirigido a mis estudiantes, hice un pequeño dossier para las familias y lo compartí con mis compañeros y compañeras. Intenté poder llegar a todos y creo que lo conseguí.
 
Me he dado cuenta de muchas cosas en este periodo de tiempo:
 
  • Como orientadores y orientadoras, entre nuestras labores está el asesoramiento en nuevas metodologías activas, les pedimos a nuestros docentes que se adapten a la sociedad y se modernicen, incorporando estas nuevas formas de enseñanza que ahora nos hemos visto a usar forzosamente. Se lo sugerimos, aunque nosotros/as mismos/as no estábamos haciendo nada de ello. Los cambios en el sistema tienen que ser cambios globales, de todas y cada una de las partes, incluida la orientación
     
  • No nos tiene que asustar el estar disponibles y accesibles para todo el alumnado, si es cierto que hay que ser cuidadosos/as, para encontrar la mejor forma de gestionarlo, y que no pueda traer una sobrecarga innecesaria de trabajo.
     
  • Por último, el fallo que ha sido más destacable y reseñable del sistema educativo, que más se ha notado en todos los niveles, ha sido la ausencia de gestión emocional. Ha habido una falta de sentido común, una malísima gestión de las emociones en un momento de crisis, poca empatía, poca importancia a lo verdaderamente importante y a muchísimos valores. Si abogamos por aprendizajes funcionales, la gestión emocional siempre ha sido uno prioritario, pero en este momento se ha convertido en el más relevante. Con todo ello, se ha hecho visible la necesidad de aprender y desarrollar la competencia socioemocional, no solo para gestionar momentos de crisis, sino para toda la vida.
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