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Bidireccionalidad familia-escuela. Claves para el éxito escolar

Artículo de opinión

  • 01/06/2017

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María Amparo Catalayud Salom, Profesora Titular de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de Valencia
Esta reflexión incide en la necesidad educativa de promover la colaboración entre la familia y el centro escolar. Dos instancias educativas que han de asumir que tienen influencias y responsabilidades compartidas, por lo que han de cooperar en la educación de los estudiantes. Pero para ello, padres y docentes han de redefinir sus relaciones porque, tanto a la escuela como a la familia se le asignan nuevos mensajes, nuevas exigencias, etc. producto de los problemas y retos que plantea la sociedad del conocimiento.
 
Si en todo momento la relación familia-escuela ha sido crucial para la formación integral y armónica del estudiante, ahora aún es más importante en los tiempos en los que estamos viviendo. Numerosos estudios destacan la necesaria conexión entre familias y centros escolares no sólo por los beneficios que conlleva para los estudiantes, sino también para los propios padres, profesores, centro educativo, etc.
 
La escuela y la familia han de asumir que tienen influencias y responsabilidades compartidas, por lo que ambas agencias educativas han de cooperar en la educación de los futuros ciudadanos y ciudadanas. Padres y profesores tienen que redefinir sus relaciones sustituyendo la confrontación e independencia por la comunicación y cooperación.
 
La familia y la escuela comparten un objetivo común: promover el desarrollo integral de la persona, ayudando al alumno a aprender a convivir, aprender a hacer, aprender a aprender y a aprender a ser un ciudadano libre, emancipado y crítico en una sociedad democrática.
 
Necesariamente, el verdadero reto de este proyecto común está, también, en lograr la participación activa y dinámica de la Familia y la Escuela. Y para ello, los docentes y pedagogos tienen que convertirse en agentes de cambio y en dinamizadores de las relaciones entre estas dos agencias educativas.
 
En especial, esa dinamización en la comunicación entre familia y escuela ha de estar siempre regida por un claro objetivo: tratar de ayudar al estudiante en su proceso de aprendizaje. Es por ello que desde aquí quisiera hacer una llamada a todos los profesionales de la educación para que se pongan en contacto con la familia cuando verdaderamente los estudiantes aún están a tiempo de reconducir el problema y salir airosos de la situación.
 
En estos momentos en los que los avances de las nuevas tecnologías (NT) están presentes en todas las facetas de la vida, debemos aprovechar sus potencialidades para lograr una comunicación más fluida con la familia. Es decir, hacer un buen uso de las nuevas tecnologías con un carácter marcadamente formativo y, no como carácter punitivo, ni sumativo, ni controlador.
 
Pero, para ello, el profesorado ha de reunir una serie de requisitos, de entre los más determinantes, destacamos los siguientes:
 
1. Mente abierta, en el sentido de entender que la familia es colaboradora del proceso de aprendizaje del hijo y no una intrusa que cuestiona lo que hace el docente.
 
2. Facilitador, en el sentido de ser transparente y explicitar qué camino se ha de iniciar para reconducir al alumno en la adquisición de las competencias.
 
3. Feedback, recibir retroalimentación fluida de la familia acerca de la evolución de su hijo y, por supuesto, para orientar en el proceso de aprendizaje.
 
Especialmente, la bidireccionalidad entre familia y escuela comporta sin lugar a dudas mejoras en el proceso de aprendizaje del estudiante. Pues bien, hagamos un uso de las NT con rigor, conocimiento y, lo más importante, para que nos ayuden a reorientar el proceso de aprendizaje del alumnado. Sólo de esta manera podremos dotar de sentido, responsabilidad y mejora al proceso educativo.
 
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