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Maltrato y acoso entre escolares: ¿se puede prevenir?

Artículo de opinión

  • 11/05/2016

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Abel González García, Doctor en Criminología. Profesor en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA)
El problema del maltrato y acoso entre escolares no es algo nuevo, lo que sí parece ser que ha cambiado son dos cosas: por un lado la inclusión de las tecnologías de la comunicación, lo que hace que este maltrato se traslade a otro espacio de comunicación con mayores posibilidades de acoso, como lo es el ciberespacio, donde prima el anonimato y la invisibilidad de las consecuencias negativas para las víctimas; y por otro lado, una mayor concienciación y sensibilización hacia el problema por parte de las instituciones, de los profesionales y de la sociedad en general, pero, ¿se han articulado medidas preventivas eficaces?, ¿qué se está haciendo? O nos hemos quedado en el principio de la sensibilización, sin ir más allá. Para responder a estas preguntas vamos a conocer lo que se hace a nivel general, qué se conoce del problema, pondremos el ejemplo del programa Kiva y concluiremos con una reflexión de lo que se debería hacer para mejorar la convivencia y prevenir, en la medida de lo posible, los fenómenos de maltrato y acoso entre escolares (offline y online).
 
En un principio y como radiografía general de lo que se hace actualmente, si nos basamos en el conocimiento acumulado por diferentes estudios en la materia, es que cada centro articula una serie de medidas preventivas centradas en la acción tutorial y algunos proyectos de centro para mejora de la convivencia. Desgraciadamente no existen programas amplios de eficacia contrastada y que se estandaricen en los centros educativos a nivel global. Se puede deber a que no tenemos una política educativa en la que realmente exista preocupación por solucionar de una manera adecuada este problema, más allá de medidas "apagafuegos" cada vez que salta a la palestra un caso grave en este sentido.
 
Pero vayamos por partes para poder contestar a las dos preguntas iniciales, en primer lugar, ¿qué gravedad adquiere el problema?, ¿qué sabemos? En este sentido la investigación disponible nos dice que existe un porcentaje de agresores y víctimas graves, a través de agresiones verbales fundamentalmente, en torno al 10%; la cifra disminuye cuando preguntamos por ciberbullying al 3% de implicados, todo ello conocido a través de un análisis del año 2013 de diferentes estudios del investigador Dan Olweus (con un total de 440.000 estudiantes encuestados). Con todo ello, podemos decir que sí es un problema que afecta a una parte importante de nuestros escolares, por lo que los esfuerzos que podamos hacer para su prevención están más que justificados, independientemente de que evitar las consecuencias que tiene para las víctimas es una labor en la que todos nos tenemos que implicar.
 
Ahora bien, para dar respuesta a este problema existen diferentes programas que se ponen en marcha a nivel comparado para prevenir estas conductas, por ejemplo uno de ellos, siendo el que mayor atención mediática ha recibido, es el programa Kiva. Este procedimiento, de origen finlandés, ha contado con un amplio apoyo institucional y además se ha internacionalizado hacia países como Italia, Holanda, Reino Unido o Estados Unidos; por lo que podemos decir que es un programa evaluado a nivel internacional. Por ejemplo, una evaluación del programa en Estados Unidos en el año 2007 ha encontrado una reducción de la victimización auto-denunciada y también reducción de testigos de la agresión, esto quiere decir que este programa en ese contexto podría ser prometedor en la prevención del problema que nos ocupa.
 
Además, un aspecto positivo es que tiene una base teórica sólida, a partir de la Teoría Social-Cognitiva (Albert Bandura) y los mecanismos de desvinculación moral (como son: minimizar a la víctima o las consecuencias que tiene para ellas, entre otros), además se unen a esta base teórica una serie de conocimientos empíricos (mayor estatus del agresor, mantenimiento de la agresión por la conducta grupal y reducción del bullying porque se reducen las recompensas grupales). Como consecuencia de los postulados teóricos en los que se basa, los objetivos concretos que persigue el programa son los siguientes: disminuir el rol del grupo en el mantenimiento del bullying, incrementar la empatía hacia las víctimas, promover estrategias para apoyar a la víctima y potenciar las habilidades de denuncia cuando están siendo victimizadas. Para conseguir los objetivos el programa tiene una serie de aspectos básicos: se centra en una intervención amplia, con multicomponentes (individual, clase y centro educativo); la parte central se compone de 10 lecciones de 2 horas cada una y aplicado por los profesores en clase (técnicas de discusión, grupos de trabajo y role-playing), también existe material audiovisual de apoyo sobre el bullying; cada lección es un tema que lleva asociada una norma y además se discute en clase, con lo que al final del curso se firma un contrato con todas las normas por parte de los estudiantes; existe un manual para los profesores y flexibilidad de cada centro en el programa aplicable; se busca la colaboración de las familias, ya que los padres reciben una guía al principio del curso; se complementa con alumnos ayudantes en el patio, mensajes antibullying en todo el centro y la creación de un equipo de tres personas para detectar casos graves que llevará a cabo una labor mediadora.
 
Pero existen algunos problemas, por ejemplo, a través de la evaluación del programa antes mencionada se ha comprobado que no se produce un aumento de empatía por la víctima. Aunque se ha validado en diferentes contextos habrá que ver cómo se adapta al contexto español, porque los resultados de su evaluación difieren de unos contextos a otros. Un último problema es que se ha prestado escasa importancia el fenómeno del ciberbullying, cuando sabemos que es un medio en el que están aumentando los problemas de los jóvenes.
 
Para terminar y como principales conclusiones podemos comprobar que el fenómeno del acoso en los centros educativos es un fenómeno complejo, que actualmente tiene más vértices que hace unos años, fundamentalmente a través de la introducción de nuevos medios de comunicación entre los jóvenes, de tal manera que se constituye un fenómeno nuevo de acoso: el ciberbullying. Por todo ello se hacen necesarios programas multicomponentes, no solo para la atención a diversos problemas, sino para la implicación de todos los sectores del mundo educativo, empezando por los profesionales de la educación y terminando por las familias. Con todo ello, un buen ejemplo puede ser el programa Kiva, pero como hemos visto, tiene una serie de problemas que hacen que lo más efectivo sea la creación de programas adaptados a cada contexto y a cada centro, eso sí, con una serie de premisas básicas como las que tiene dicho programa.
 
Otra conclusión es que debemos evaluar lo que se está haciendo en los centros educativos en materia de prevención de los problemas de convivencia como eje fundamental. Se debe ir más allá de la existencia de protocolos antiacoso y de acciones tutoriales sin un programa claro y específico. Aunque estoy seguro que podremos comprobar que se están haciendo cosas, de manera individual, que pueden ser muy efectivas y que deberíamos extender como buenas prácticas en diferentes colegios e institutos, si existiera una coordinación adecuada por parte de las instituciones. Por último, creo que puede ser interesante plantear como necesarias auditorías externas en las que se identifique aquello que va por el buen camino en  materia de prevención e intervención del problema, desde un punto de vista empírico, a través de lo que hemos evaluado y sabemos que funciona, y también detectar aquello que debe cambiarse para mejorar.
 
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